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El gaullismo cambia de nombre otra vez

Hoy, el gaullismo, será bautizado por octava vez desde que nació, en la puerta parisina de Versalles, con el nombre definitivo de Unión Por la República (RPR), ante unos 50.000 fieles que esperan los dirigentes van a llegar de todo el territorio. Todas las precauciones de orden económico han sido tomadas para facilitar la movilización. Sólo Chaban Delmas, barón del gaullismo y antiguo primer ministro, se ha negado a asistir, condenando la «personalización» del movimiento en el nombre de Jacques Chirac, animador del RPR.

Según una declaración hecha ayer por Chirac, el objetivo fundamental del rassemblement (palabra mágica de la historia del gaullismo) será salvar a Francia del «colectivismo». Sus intenciones reales quizá se conozcan mejor al final del discurso de una hora que pronunciará después de haber sido elegido presidente. Para unos, no cabe duda, el enemigo es la Unión de la Izquierda. Pero muchos, en el seno del RPR, ya le apellidan "contrapresidente" pensando en Giscard d'Estaing.Sobre la naturaleza de esta máquina de guerra, contra el colectivismo que, según Chirac, amenaza a Francia, y contra Giscard también, los peores pensamientos no acaban de expresarse en Francia. En la carta municipal que será aprobada en el Congreso extraordinario de la puerta de Versalles puede leerse que la política en los municipios reposará en tres opciones fundamentales: «Libertad, seguridad y participación». Para el nuevo RPR la seguridad debe ser «garantizada en la vida privada por la organización de los poderes de policía municipal, que debe ser preventiva y no sólo represiva».

El rassemblement (nunca partido, ni frente, ni cosa semejante), según cifras oficiales, cuenta actualmente con 280.000 miembros. Su éxito electoral, aseguró ayer uno de sus históricos, Sanguinetti, será un hecho «sí le quitamos el 10% de sufragios a la izquierda». Se asegura que muchos militantes giscardianos de los republicanos independientes, «ante el fracaso en toda la línea de Giscard», se han unido a Chirac.

En efecto, «Chirac no existe más que en función de la inexistencia de Giscard», reconocen muchos en las filas de la mayoría gubernamental. En un primer tiempo, sin duda, a pesar de que el chiracquismo jura no «rejuvenecerse» contra el giscardismo, y viceversa, nadie pone en duda que los dos hombres están separados por un abismo. Pero, frente a la izquierda «ambos estarán condenados a combatir juntos».

Después, el resultado del plan Barre en el aspecto económico y lo que digan las elecciones municipales, en marzo próximo, y las legislativas de 1978 (que aún pudieran adelantarse), darán razón o no a quienes animan a Chirac a prepararse para unas presidenciales también anticipadas. «Chirac: -dice un antiguo ministro de la V República- no tiene más ideología que la del poder. Es una bestia del poder. Para él, gobernar es administrar. Nada más. Hubiera sido un perfecto gestionario en la URSS.»

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