El referéndum de los milagros
A franquismo manido y podrido han sonado las declaraciones sobre el próximo referéndum de los ministros de Gobernación e Información. Estos portavoces del Gobierno, en vez de presentarse como neutrales administradores de la transición a la democracia, han preferido sacar la caja de los truenos y fulminar por anticipado a cuantos adopten posturas diferentes de la prevista por ellos.Si no se corrige un planteamiento tan torpe habrá que convenir que no estamos ante el primer referéndum de la democracia como auspiciaba D16 el pasado martes, sino ante el tercero del franquismo. Se trataba de utilizar al pueblo, no de responsabilizarle políticamente. Todos cuantos disentían fueron reducidos al silencio y el referéndum no fue sino la gran ceremonia plebiscitaria del culto idolátrico al dictador. Todos los argumentos de la propaganda se reducían a uno: «Franco, que es infalible, quiere que se vote sí.» Y se «invitaba» a que cada españolito estampara su «amén» en la papeleta correspondiente.
A pesar de todo y aunque parezca mentira, fuentes fidedignas aseguran que Franco tuvo miedo -el miedo al pueblo- de no ganar y eso motivó tanto su aparición en RTVE como sus estrictas consignas para garantizar el éxito. Los servicios correspondientes «se pasaron» y así fue como se logró un porcentaje de votos afirmativos superior al de votantes... Los franquistas, que tantas veces habían denigrado a la corrompida democracia liberal, (al demoliberalismo, tomo le gusta decir a don Gonzalo F. de la M.) su práctica del pucherazo, aprendieron con notable aprovechamiento a hacer con las urnas «milagros», que ni Romero Robledo llegó a soñar jamás.
25 noviembre
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