La Armada Invencible
Muchos historiadores coinciden en señalar que uno de los errores de la «Escuadra Invencible» fue la selección de su jefe. El duque de Medina Sidonia era, sin duda, uno de los hombres más sobresalientes de la monarquía en tiempos de Felipe Il. Pero no era un marino y se mareaba. El estaba acostumbrado a «navegar» por la política. Pero el mar le resultaba un medio hostil y desconocido.Pues bien, un grupo de célebres figuras del antiguo Régimen se han presentado al público español con el sugestivo título de Alianza Popular. Pretenden así, según nos dicen, dar ejemplo para terminar con la «sopa de letras» de los partidos políticos, superar- entre ellos. pasadas diferencias y ofrecer al electorado del país una solución liberal-conservadora. Ahí es nada. Un amigo mío, con menos rigor ideológico, me dice que la Alianza es el franquismo, sector renovado. En cualquier caso el historial de sus promotores no es menos espectacular que la solución que ofrecen; uno hizo los planes de desarrollo, otro se hizo cargo de la seguridad social, aquél de la prensa y éste de la educación. Uno entre ellos fue famoso por sus obras públicas y otro porque formuló la «¡deología» de ese estado de obras. Y así hasta la cuenta de siete que ese el número de los protagonistas más notables de la Alianza. El delantero centro de esa espectacular vanguardia es además, según el mismo confiesa y le reconocen sus partidarios, un hombre de Estado. Es decir, un hombre capaz de entender la complejidad del Estado y de construirlo de nuevo, si menester fuera. Aquí cabría preguntarse sobre las características del Estado que propugna pues eso no nos lo aclara. Pero es de suponer que se trata del único modelo de Estado que él ha conocido: el Estado nacional-sindicalista.
No parece que a unos hombres de sus convicciones ideológicas y de su experiencia política les quepa ahora en la cabeza el Estado que funciona con unas instituciones tan distintas a las del modelo que ellos han patrocinado. No es posible, pienso yo, que sepan gobernar con un Parlamento representativo de las tendencias ideológicas, en un Gobierno que represente a la mayoría que se obtiene en las urnas y con una Organización Sindical libre, representativa a todos los niveles de la clase trabajadora e independiente del propio Estado, etc. Digo que no parece posible que les quepa en la cabeza ese modelo de Estado tan extraño y distinto al que ellos han conocido y donde se han promocionado durante tantos años. Pero no lo afirmo, porque unos hombres de tantas cualidades como ellos bien pudieran acomodarse a la nueva situación, y aceptar las reglas de ese otro juego político que tan implacablemente han prohibido a lo largo de su interminable carrera política. Ahora bien, estos hombres están en su pleno derecho de presentarse a unas próximas elecciones siempre y cuando se cumplan las garantías que se piden desde la oposición democrática. Y no porque las pida la oposición democrática, sino porque son, objetivamente consideradas, las mínimas imprescindibles para que haya juego limpio. Lo que no parece tan lógico es que al mismo tiempo que anuncian su presentación y manifiestan su deseo de comparecer ante sus electores, exijan que se excluyan de esa confrontación a los partidos de otra significación totalitaria distinta a la suya. Todo el mundo entiende, desde luego, a quién se refieren con esta advertencia. Pero son muchos los que se preguntan cómo pueden ellos pedir que se excluya a nadie cuando entre sus filas figura quien goza merecido prestigio por haber sido el«ideólogo» del Estado del 18 de julio. No deja de ser original que estos hombres de la Alianza, que durante muchos de los cuarenta años han excluído a tirios y troyanos del ruedo ibérico de la política, nos digan ahora quiénes tienen credenciales democráticas y quienes no. Ya se sabe que ellos se dirigen a un público que teme al Partido Comunista como al mismo diablo pues el slogan «O Franco o el comunismo» ha calado hondo en amplios sectores del país. Pero, olvidan con ello, que a otros sectores de la población española la solución totalitaria que protagonizaron en su día los hombres de la Alianza tampoco les pareció idílíca.
Y con esto llegaríamos a las conclusiones. La «escuadra invencible» ha llegado a las costas de la política española. La solución que nos ofrecen es, o mejor dicho puede ser, tan lícita como cualquier otra. Pese a quien pese, en el futuro democrático del país no se les puede excluir ni tan siquiera a ellos. Si los conservadores españoles no quieren olvidar el pasado de estos hombres tan brillantes y votarles están, desde luego, en su legítimo derecho. Si quieren votarles precisamente en recuerdo de su pasado, tampoco hay nada que recriminarles. Y si cumpliendo las reglas de la democracia ellos, los de la Alianza, colaboran a consolidarla en el país, bienvenidos sean. Porque también ellos pueden convertirse a la democracia. Después de todo España es un país de conversos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.