La independencia de Quebec podría disgregar la Federación canadiense
Todo depende de cómo actúe, dijo Robert Bourassa, líder del Partido Liberal, en el poder en la provincia de Quebec desde 1970. Si mi Gobierno puede convencer a toda nuestra población, verán incrementado su nivel de vida y los separatistas estarán condenados al fracaso.Esta semana, los electores de Quebec pasaron por alto «la actuación de Bourassa» y concedieron una decisiva victoria al partido quebequés, que pretende la consecución de la independencia para Quebec, desmantelando Canadá tal y como ahora existe.
La importancia de estos resultados para el futuro de Canadá no puede ser despreciada por el hecho de que el partido separatista haya manejado, intentado camuflar la independencia, en la campaña, de manera que los electores de Quebec votaron por el partido no tanto por su separatismo, sino en protesta por la política económica, la ineptitud y corrupción de la Administración.
René Levesque, que fundó el partido quebequés en 1968, prometió en la campaña que sólo un referéndum podría determinar la separación de Canadá en un espacio de dos años. Sin embargo, el primer ministro electo, Levesque, de 54 años, se ha dedicado completamente a conseguir la independencia de Quebec, que mantendría lazos con el resto de Canadá a través de ciertas costumbres unionistas e instituciones financieras.
El camino hacia la separación de Quebec del resto del país afectaría dramáticamente al resto de las provincias. Así, el periódico Toronto Star escribía sobre el futuro en caso de independencia: Todas las regiones de nuestro país, que tanto han trabajado para conseguir una estructura nacional, podrían dispersarse. Las provincias occidentales, tentadas por Estados Unidos; las marítimas quedarían a la deriva y Ontario perdería su mercajo en el resto de Canadá. Y sería forzado a integrarse en Estados Unidos.
Después del fracaso, Bourassa reconoció los errores del Gobierno de Quebec, y preciso que la pérdida de las elecciones se debía a que no pudo contener el desempleo, que alcanza el 10% de la población activa, y a que su decisión de hacer del francés la única lengua oficial, privando de educación a niños de habla inglesa o dificultando a los nuevos emigrantes que hablan esa lengua, provocó muchas reacciones negativas.
Respecto al primer ministro, Pierre-Elliot Trudeau, la victoria separatista es un desastre personal, por cuanto su política de bilingüismo y espíritu federal impulsada desde su puesto en Quebec en 1968, parece haber sido enterrada, el premier canadiense tendrá que reconsiderar su frase confidencial: El separatismo de Quebec ha muerto.
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