La alternativa social-liberal
Natural de Jerez (Cádiz). Nacido en 1939. Doctor en Filología Románica. Catedrático de Literatura Española. Presidente del Centro de Estudios Históricos Jerezanos del CSIC. Promotor del Partido Social Liberal Andaluz.La larga hibernación política de casi cuarenta años en España ha producido un renacimiento de las ideologías, a nuestro parecer, sin haber recorrido éstas el camino que nos separa desde los ya lejanos días de la preguerra civil. Sería muy importante saber si el pueblo biológicamente ha realizado ese trayecto o se conserva en los mismos parámetros de muchos de nuestros políticos. Sin, embargo, me da la impresión que ese pueblo, al que se le culpa de no tener una orientación política, ha captado por la ecología ambiental muchas de las cosas que se escapan de los laboratorios de trabajos. Sin haber hecho uso de sus libertades sabe exactamente cuáles son las que quiere, porque su inserción en el mundo geopolítico occidental le ha traído, junto con una cierta elevación cultural, una serie de formas o comportamientos éticos diferentes.
Pienso que es fundamental en política percatarse muy claramente de cuáles son estos comportamientos éticos sociales antes de videnciar cuál puede ser la opción política que ese pueblo elija.
El gran fracaso político de todo nuestro siglo XIX, cuyas ideologías se implantaron a niveles nacionales pero no populares, radica, precisamente, en la aplicación a escala pragmática de ópticas vistas en ensayos realizados «in vitro». Seguimos usando un léxico plenamente decimonónico. Hablamos de derechas, izquierdas, centro, sin advertir que sólo ofrecemos alternativas de poder coyuntural. ¿Cuáles son, realmente, las diferencias que en un programa concreto ofrecen partidos aparentemente dispares? Probablemente, muy pocas. Todos hablan de la sociedad futura óptima, pero reconocen que ahora sólo sería aplicable un programa circunstancial, transitorio, hacia soluciones fácticas futuras.
Los partidos políticos han de aclarar fundamentalmente su alternativa, no de poder, sino de actitud ética social. Su concepción de la sociedad no en programas transitorios, sino en la línea que se piensa seguir en el perfeccionamiento progresivo del hombre. Cualquier otra postura sería, al menos, confusa para un futuro elector.
La política española actual puede caer en una pura anécdota trágica si simplemente se lucha por configurar frentes electorales para los males que son evidentes.
La alternativa social-liberal quiere ser, en primer lugar, una filosofía humanista: una contemplación del hombre íntegra en su entorno sociológico. Está muy lejos del nuevo ideario social-liberal acogerse a ningún paradigma decimonónico del clásico liberalismo y acude a un planteamiento del hombre desde sus más profundas raíces.
En pocas palabras, como hemos escrito muy recientemente, la idea social-liberal supone estimar en su más alto grado las libertades humanas y asumir de manera rotunda los valores fundamentales comunitarios presentados históricamente por el socialismo democrático.
Subrayamos que no cabe confundir el social-liberalismo con una social-democracia. Esta última, para nosotros, sería una praxis o respuesta política más para el ejercicio del poder en un momento determinado, tan válida como cualquier otra si ella era la representación del consensus popular.
La filosofía social-liberal tiene que partir de la defensa de una nueva actitud del hombre ante sus libertades, ante una futura sociedad progresiva en la que se supone que no existen axiomas estáticos o perennes, sino distintos estados,de la emancipación humana.
El pensamiento social-liberal es una nueva actitud ética. Intenta ser un esquema superador, legítimo y necesario, del planteamiento de la dicotomía de la lucha de clases. La respuesta al mundo de hoy, a una sociedad progresiva, no puede quedar en el acceso a unos simples bienes comunitarios, sino en la emancipación de la libertad humana en un orden nuevo universal. La confluencia en el mundo actual de nuevos pueblos y de diferentes y válidas culturas exigen aceptar una conciencia de la idea de la libertad como realización del hombre en un medio geopolítico propio y en su misma civilización.
Pero para que esta opción de la libertad, del nuevo liberalismo, no pueda caer en la fácil trampa de la utopía, necesita aceptar una serie de correctivos progresivos a los que denominamos ideales societarios.
La configuración de la comunidad social-liberal fue definida por E. Cabet con estas palabras: «Sociedad es una reunión de seres humanos que libremente y voluntariamente acuerdan asociarse en un interés común. Todos los miembros de la nación deben estar asociados, fraternizados y ser iguales en deberes y derechos. La comunidad nacional no es más que una familia que debe ser considerada como una entidad y persona moral y en la que toda fuente de riqueza sea considerada como capital social...».
El social-liberalismo es un intento nuevo de hacer realidad los ideales humanitarios ya existentes en planos ideológicos anteriores a la praxis marxista y enriquecerlos con las experiencias socialistas democráticas llevadas a cabo hasta nuestros días. Plantearse la dialéctica marxista sobre los mismos parámetros que la hicieron nacer en los orígenes de la revolución industrial sería tanto como ignorar las propias conquistas realizadas por el propio marxismo a lo largo del último centenar de años.
Por ello, la alternativa social-liberal es una posibilidad progresiva, aún no experimentada en niveles de síntesis, aunque sí alcanzada en planos de coaliciones de partidos.
Para una sociedad en desarrollo como la española, la opción social-liberal supone iniciar una etapa nueva en la emancipación humana, cuyo final, en el tiempo, estaría en la gestión personal, comunitaria y participativa en todos sus aspectos, pero respetando como elemento de acción operativa la vía democrática en la participación política y la más rotunda afirmación de las libertades individuales. Sólo sobre este compromiso histórico de lo individual y lo colectivo sería posible conseguir una dialéctica crítica que no impusiese unos módulos fijos en la concepción social y permitiera aplicar por el consensus popular aquellos índices de regulación colectiva que la propia comunidad estimara conveniente en un momento dado.
La aplicación solidaria y no contrapuesta de los correctivos de relación capital-trabajo plantearía un proceso evolucionista social que nunca impondría los criterios de una determinada clase, ya que todas ellas se fundirían en un colectivo más amplio que sería la soberanía popular, expresada libre y democráticamente en las urnas.
La alternativa social-liberal sería, por otra parte, una base ideológica muy importante para las autonomías regionales ya que su concepción política, hacendística y fiscal de las mismas, aun cuando beneficia en lugar primero al propio ente regional, no olvida la solidaridad que debe a otras regiones que pudieran estar menos desarrolladas. Al crear la existencia de un fondo común básico económico nacional aplicaría éste con una suerte de módulos progresivos a las distintas regiones del país, de acuerdo con sus niveles de diferencias de rentas, prestación de servicios y necesidades públicas.
Este ideario subrayará hasta su máximo extremo la realización del hombre en su libertad. No basta con afirmar que debe terminar la explotación del hombre por el hombre, sino que tampoco podemos favorecer la dominación de la mayoría por una determinada minoría. La burocracia de la libertad es otro de los fantasmas que nos aterran.
Como ha expresado recientemente el Comité para una Carta de Libertades Humanas: «Si la libertad es la propiedad de sí mismo, ello excluye que la representación de los intereses de unos se transformen en propiedad de las voluntades de otros. La libertad no es una idea, es tangible y se produce en la existencia cotidiana. Las libertades son hechos, son actos políticos...»
En esta misma línea la idea social-liberal implica y exige, sobre la evolucionada operatividad de los instrumentos de producción, una transformación de la relación entre el hombre y sus obras, y para ello, y mediante una doble estrategia: «...deberá cambiar la correlación tradicional de fuerzas en la sociedad y el proceso del desarrollo económico, y deberá hacerlo por la vía de asociar a todos los hombres en el control de los organismos sociales que hoy los producen...» (Carta de Libertades, 1976).
Conseguir esta nueva sociedad será no tanto, de momento, alcanzar el poder, sino lograr una nueva actitud ética social ante los problemas del hombre y muy particularmente de la sociedad española.
La difícil andadura de la idea social-liberal supone luchar por una nueva concepción cultural humanista de la existencia que por sí misma creará un nuevo ordenamiento social más libre, justo y progresivo para el ser humano.
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