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Reportaje:

Insultos y golpes en el aniversario de la fundación de la Falange

Un fuerte escándalo, con intercambio de insultos y golpes por parte de dos facciones falangistas, presidió ayer el acto conmemorativo del XLIII aniversario de la fundación de la Falange, que por primera vez no tenía carácter oficial. Una persona resultó herida en la cabeza y, al parecer, otra sufrió heridas en un brazo, aunque respecto a esta última no ha podido obtenerse confirmación. Podría calcularse en más de tres mil personas el número de asistentes, entre ellos Blas Piñar, Gonzalo Fernández de la Mora, Dionisio Martín Sanz y José Utrera Molina, además de la hermana y el sobrino del fundador de la Falange, Pilar Primo de Rivera y Miguel Primo de Rivera, respectivamente. El acto se celebró a mediodía de ayer en el Palacio Nacional de Congresos y Exposiciones.

El primero orador fue Sigfredo Hillers -dirigente de los Círculos Ruiz de Alda-, quien habló de la unidad falangista en el sentido de que es mil veces preferible la división que una unificación en que la Falange sea utilizada como comparsa de la derecha. «¿Quién ha dicho -se preguntó- que debemos dejar a los marxistas la bandera de criticar lo que el Régimen hizo mal en estos cuarenta años?»Esta frase fue muy aplaudida por algunos sectores, especialmente jóvenes, mientras el resto de la sala se mantenía en un silencio glacial. El orador continuó diciendo que «nos negamos a ser pura y simplemente un bunker antimarxista»; afirmó después que no se trata de hacer de la Falange una mafia azul, para «protegemos unos a otros», e hizo diversas críticas al Régimen en relación con las diferencias entre promesas y realidades.

Cuando decía «...confío en que nadie crea que hago leña del árbol caído y que me aprovecho de la muerte del fundador del Régimen ... », el señor Piñar y otros asistentes comenzaron a gritar Franco, Franco. El acto quedó interrumpido, en medio de cierta confusión. Los señores Piñar y Fernández de la Mora abandonaron la sala, junto con otras personas, y en el interior de la misma se hizo momentáneamente la calma al surgir el canto del Cara al Sol, seguido por prácticamente la totalidad de los asistentes.

En medio de un cierto silencio, Sigfredo Hillers reanudó su discurso con la siguiente frase: «Para estos cuarenta años no basta decir que hemos vivido mejor que nunca...» Un grupo de personas, hasta entonces situadas en las butacas, se levantaron de sus asientos y saltaron al estrado, corriendo hacia Sigfredo Hillers en actitud hostil; otro grupo rodeó al orador, pretendiendo protegerle, y hubo un fuerte intercambio de golpes e insultos entre las dos facciones mientras los partidarios de unos y otros en la sala prorrumpían en gritos -se oyó el himno Viva la Revolución, entre otros-, siendo totalmente desoídos los que solicitaran silencio. Un muchacho rodó por los suelos en medio del tumulto; otro grupo rodeó a Pilar Primo de Rivera, que quería marcharse, pidiéndole, que no se fuera, mientras surgían algunos gritos hostiles contra ella. La hermana del fundador de la Falange decía: «Esto es una vergüenza, una vergüenza», al igual que Mónica Plaza, sentada cerca de ella.

A todo esto, y cuando el fragor de la pelea era mayor, jóvenes que constituían, al parecer, el servicio de orden, organizaron un cordón de protección del estrado, mientras otros prohibían a los fotógrafos y cámaras de televisión que utilizaran sus máquinas. Igualmente solicitaron a los periodistas que abandonaran la sala, ya que no podían garantizar su seguridad. En ese momento apareció en el grupo de informadores el señor Sánchez Covisa, quien rogó a los periodistas que continuaran en la sala. Algunos de éstos, efectivamente, se quedaron, y no tuvo consecuencias una frase, pronunciada a poca distancia de los periodistas, en que una persona muy nerviosa gritó, refiriéndose a Sigfredo Hillers: «¡Hijo de...! ¡Le ha enviado Cambio 16!»

Infiltraciones

Definitivamente interrumpido el discurso de Hillers, éste abandonó el estrado, y sus partidarios salieron de la sala junto con el citado dirigente. «Tomen nota, señores, de que son diez los que están organizando todo este follón», dijo una persona cerca de los periodistas, mientras se oían otras voces: « ¡Aquí se han infiltrado comunistas!» Raimundo Fernández-Cuesta, que había permanecido sentado entre los oradores sin intervenir hasta entonces -salvo para hacer gestos a Hillers de que se retirara-, se levantó para hacer un reproche colectivo al «espectáculo que estamos dando». Seguidamente cedió el uso del micrófono a Tomás Marco, de los Círculos José Antonio, quien no llegó a pronunciar más que un par de frases. Fuera del salón, en los pasillos del palacio, proseguía el tumulto; un joven, vestido con camisa azul, entró en la sala para gritar: «Hay un herido fuera, han sido los fascistas. » La tensión creció aún más, y en ese momento un muchacho pasó cerca del grupo de periodistas y dijo: «Como vaya uno de EL PAIS ahí fuera, se va a forrar», sin que pueda precisarse si se refería a forrarse de información o de golpes.

Fernández-Cuesta

Finalmente, el señor Fernández-Cuesta decidió hacerse cargo de la situación, ya muy clareadas las filas de butacas, ante la continua salida de personas del local. Aunque fue increpado -un muchacho le gritó: «Eres cuarenta años traidor», entre otras cosas-, pudo pronunciar su discurso sin mayores problemas.El señor Fernández-Cuesta hizo referencia a que ésta era la primera vez que el acto se celebraba de manera no oficial, y recordó los discursos pronunciados por José Antonio y su búsqueda de lo que España necesitaba, marcando el camino a seguir.

Recordó después que si la Falange ha estado en el Poder, no lo ha ejercido realmente, aunque el balance de su actuación en el conjunto del Régimen debe considerarse positivo. Señaló que la verdadera tragedia de la Falange, aparte de la muerte de su fundador, consiste en haber sido víctima de la incomprensión. Se refirió a la irrepetibilidad de la figura de Franco y a la indudable influencia en el sistema; defendió la necesidad de perfeccionarlo y anunció que la Falange adoptará una actitud de crítica constructiva desde sus posiciones doctrinales para conservar y defender cuanto deba ser conservado, entrando en el juego de los partidos. Al terminar, el señor Fernández-Cuesta pidió lealtad al pensamiento de José Antonio y a España.

Minutos antes de las dos de la tarde finalizó el acto, y el público comenzó a salir. Fuerzas de policía armada invitaron a disolverse a los grupos que se formaban en el exterior del palacio. Hubo un breve incidente con un policía, que al ser empujado en las escaleras -por algunos de los que bajaban- hizo ademán de llevarse una mano a la cartuchera de su pistola. El momento de tensión fue resuelto al surgir el canto del Cara al Sol, tras el cual renació la calma Cuando los alrededores del palacio se encontraban ya prácticamente despejados, salió el señor Fernández-Cuesta, quien abandonó el lugar entre algunos aplausos y gritos de ánimo por parte de sus leales, cerca de las dos y media de la tarde.

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