_
_
_
_
_
Entrevista:

"Un sacerdote apolítico es un sacerdote de derechas"

- Padre Díez-Alegría, ¿cree que el cristiano puede encontrar en la teología respuesta a los problemas que le plantea el mundo moderno?- La buena teología, tanto en el plano del conocimiento como en el de la praxis moral, no puede entenderse como un sistema de recetas. Precisamente ahí cristalizó el conflicto entre Jesús y los fariseos que, aferrados a sus normas irrefutables, no podían aceptar la aparente ambigüedad e imprecisión de los modelos de conducta que éste proponía. Un gran teólogo ha dicho que teología es siempre una palabra humana sobre Dios y la palabra divina. Es, por tanto, algo incompleto Y no definitivo. Es un abrirse camino. Yo diría que en la palabra de Dios, en la propia experiencia, cada uno puede encontrar algo para ir adelante, pero nunca soluciones hechas. Ahí radica la libertad del hombre y su enorme responsabilidad histórica.

- Como una de las figuras más notables de la vanguardia cristiana que lucha en España por la renovación de la Iglesia, ¿qué piensa de esa vanguardia y de los hombres que la integran?

- Es difícil opinar porque esa vanguardia a la que se refiere está muy poco definida. De hecho se encuentra bajo el ala del pluralismo, del antisectarismo. No existe un frente común, sino una serie de individuos que, cada uno en nuestro medio y según nuestras posibilidades, actuamos en solitario. Yo mismo, no me siento integrado en ninguna comunidad o grupo de terminado: soy un francotirador

- Cristiano-marxismo; ¿cuál es su actitud ante este polémico binomio?

- En el marxismo se dan diversos niveles; el científico -lo que llaman ciencia de la revolución- y el filosófico. Yo creo que el marxismo genuino Y no dogmático gravita principalmente sobre el primer nivel, y considero que la fe es compatible con él. Por otra parte, el cristiano no debe rechazar en bloque los elementos filosóficos del marxismo, ya que éstos tienen múltiples interpretaciones, y que además, de ninguna manera el ateísmo pertenece a la esencia del marxismo. Pero también es cierto que ha habido algunas maneras de entender el marxismo -y todavía puede haber más- que el cristiano no podrá admitir, aquéllas que se centran en la afirmación del ateísmo. Pero pienso que no era de este tipo el marxismo de Marx y de los grandes teóricos del marxismo.

- Hablando en términos teóricos, ¿dónde cree que una práctica del cristianismo se desarrolla con mayor facilidad, en un marco capitalista o en un marco socialista?

- Me parece que en un marco socialista quien quiere de veras ser cristiano puede serlo. Mientras qué, quien en un marco capitalista sufre una serie de condicionantes por pertenecer a capas relativamente privilegiadas, tiene que resignarse a conceder que no logra vivir el cristianismo, aunque pueda vivir en una, digamos, buena voluntad.

- En estos momentos, ¿puede un sacerdote permanecer ajeno al compromiso político?

- A mi entender el pretender quedarse al margen o neutral en lo político, en razón de la función presbiterial, equivale a adoptar una posición claramente conservadora. Procedemos de una Iglesia tremendamente comprometida. Tanto en la Revolución francesa como en la revolución socialista la Iglesia ratificó su pacto tradicional con las fuerzas conservadoras y tradicionalistas. Hasta el Concilio Vaticano II ese pacto con carácter de bloque monolítico, conservatismo-catolicismo, ha subsistido. El Concilio representó la ruptura de ese bloque, aunque no quiere decir, ni mucho menos, que se haya invertido el orden de los términos y que se dé una oposición entre Iglesia y clases conservadoras.

- ¿Piensa que el sector del clero español, consciente de esa necesidad de politizarse es numéricamente importante?

- Es verdad que hay un sector de sacerdotes, sobre todo jóvenes sacerdotes, cuya orientación supone una novedad ya parcialmente integrada en la realidad española actual. Pero no hay que exagerar su importancia numérica. En cuanto a posturas políticas, predomina en el clero la postura centro, con diversas variantes hacia la derecha o la izquierda.

- Sobre cuestiones siempre tan candentes como el divorcio, el aborto, la moral sexual, la crisis familiar, etc., ¿cómo observa las posturas doctrinales que en torno a ellas la Iglesia ha mantenido y mantiene?

- Respecto a todas estas cuestiones opino que la Iglesia tradicional ha defendido valores perennes, pero con un cierto simplismo. Esto hace que muchas veces las pautas marcadas en su doctrina sean inviables en la realidad moderna, ya que no pueden adaptarse a ella y a la constante evolución de las costumbres sociales. En este sentido, habría que ir hacia la concepción de una moral más profunda, no hecha de normas rígidas.

- ¿Cómo interpreta la proliferación de nuevas religiones, esoterismos, de matiz diverso y esa revitalización dé la superstición a la que parece que asistimos?

- La gente que se desinteresa por la fe debería llegar a una actitud científica, sin apertura al misterio. Pero está comprobado que el hombre en general no es capaz de mantener esa actitud. La religiosidad natural que es un componente de la naturaleza humana está -según han señalado muchos teólogos modernos- impregnada de superstición. Ahora bien, una fe bien vivida es un antídoto contra la superstición. Desmitologizar las expresiones de fe no implica desproveerlas de su carácter de misterio y esperanza.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_