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Reportaje:

"La Sombra del Diablo" quiere el desquite

Mañana, en Segovia, San Saek Muangsurin intentará recuperar su título mundial de los ligeros, versión Consejo, que Miguel Velázquez le arrebatara a principios de este verano. San Saek Muangsurin, tailandés, es un hombre singular que llegó al boxeo recientemente y que ha hecho muy pocos combates.La historia de Muangsurin ya fue relatada cuando vino a Madrid a pelear por primera vez, pero no está de más repetirla. Es un hombre muy joven que comenzó a destacar de forma extraordinaria en el «thai», una modalidad tailandesa de lucha que no se parece nada al boxeo: está autorizado el empleo de los pies. Llegó pronto a ser el gran campeón de Tailandia en esta modalidad de lucha y esto movió a Intrabutra, hombre que rige el boxeo-tailandés, a captarle. Tras una fulminante victoria por KO el día de su presentación, peleó con el japonés Furuyama, justamente el hombre ante el que Perico había ganado el título del mundo. San Saek Muangsurin ganó a Furuyama por KO en el séptimo y eso le valió para ser colocado el décimo del ranking mundial. Intrabutra le hizo entonces una oferta a Martín Miranda, manager de Perico, para que éste fuera a Tailandia a exponer su título ante Muangsurin. Perico aceptó, acudió a Bangkok y en el octavo asalto abandonó, sin haber sufrido castigo. Simplemente, porque tenía calor, según explicó después. Aclaremos, antes de seguir, que Perico Fernández es un púgil de decisiones absolutamente imprevisibles, y que este abandono le acarreó una sanción de la Federación, Española. Pero el caso fue que Muangsurin, a su tercer combate profesional, alcanzaba el título del mundo sin que nadie conociese exactamente su valía. Después, tras un par de victorias, accedió a venir a Madrid a instancias de Martín Berrocal, que le pagó por ello un buen dinero, a exponer su título ante Miguel Velázquez. El español, derribado tres veces en los cuatro primeros asaltos, ganó, al final del cuarto, por descalificación. Un golpe de Muangsurin posterior al gong final del cuarto asalto dio con Velázquez en tierra y, de rebote, le supuso llegar al título del mundo. El Consejo, cuyo presidente, Sulaiman, estaba presente en el combate, homologó el resultado, pero exigió que la primera pelea de Velázquez en defensa del título se hiciera ante el desposeído Muangsurin.

Martín Berrocal pujó más alto que nadie en la subasta y consiguió adjudicarse la organización de la: nueva pelea, por lo que tenemos de nuevo a Muangsurin entre nosotros. Y si sobre, el ring es un feroz pegador, fuera de él es un chico afable y simpático, con aires de niño travieso. Afirma que le gustaría quedarse a vivir en España y explica a todo el que se acerca a él para hacerle una entrevista- siempre a través de intérprete, claro, porque el castellano y el tailandés son idiomas irreconciliables-, que «ha ligado». Que una chica española acude todos los días a verle, en el hotel. Presume de pillín y se declara entusiasta de la Costa Fleming y de las españolas.

En lo que respecta al combate, dice que lo espera tranquilo. Del anterior, sólo comenta una cosa: «Velázquez, no gentleman». Se queja de que el español fingió haber sentido mucho más daño por el golpe fuera de tiempo del real, causa ésta que de forma definitiva produjo la descalificación. Tiene confianza en su pegada: «El no puede hacerme ningún daño; le perseguiré y le ganaré por KO.» Tampoco le da miedo el frío de Segovia; la baja temperatura de esta ciudad fue uno de los motivos que llevó Berrocal a escogerla,« porque desea de esta forma mejorar las posibilidades de Velázquez. «No tengo miedo del frío. Con Furuyama peleé una vez en un día de nieve. El frío no me derrota.» Como ocurrió la vez anterior, llegó a España muy alto de peso. Ayer, aún estaba más de un kilo por encima del límite. Con ocasión de su anterior pelea con Velázquez, se pensó con fundamento que perdería el título en la báscula, porque horas antes de subir a ella estaba dos kilos por encima del peso. Pero con el estoicismo de los orientales se sometió a una tremenda sesión de sauna que le puso en el límite; luego, gracias a la capacidad de recuperación del deportista joven y bien preparado, saldría al ring sin acusar la fatiga propia del caso. Esta vez, hay que pensar, tras el precedente, que acaso tampoco signifique para él un problema el peso.

«La Sombra del Diablo» es el apodo de este hombre singular, que, sin duda, no hubiera llegado al título del mundo en otra época. Ahora los títulos se han devaluado mucho, y sólo esto ha permitido que un hombre sin conocimientos técnicos, pero con una terrible pegada, llegase a ser campeón mundial. Sin embargo, sus méritos ahí quedan, y la originalidad de su figura, también.

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