Milagros individuales
El deporte español continúa con su originalidad. Si su trayectoria desde que se le comenzó a atender medianamente en serio pudiese pasar a un gráfico, los saltos en bastantes ocasiones serían muy curiosos de observar. En algunas especialidades, concretamente, habría máximos en ciertos momentos como un Everest cualquiera y mínimos poco después, a semejanza de la mayor sima oceánica.¿Qué razón existe para ello? Ni más ni menos que la inexistencia de una planificación a veinte años vista, por ejemplo, como la prevista -al margen de su utopía- en la última declaración programática. El deportista que ha destacado en un momento determinado ha tenido que salir de la nada y aprender casi por ciencia infusa.
Los casos se han repetido en bastantes ocasiones: Santana, en tenis; Bahamontes, ciclismo; Fernández Ochoa, esquí; Angel Nieto, motociclismo; Víctor Palomo, esquí náutico en un principio y ahora también motociclismo; Esteva, natación; Ojeda, judo. El último triunfo de Severiano Ballesteros en el trofeo Lancôme de París encarama definitivamente al montañés a esa cumbre de los escogidos en un improvisado e individualista deporte español.
Severiano ha surgido como figura mundial en un país con sólo 13.000 licencias de golf. La casualidad de que un hermano suyo jugara le ha llevado ya a sus diecinueve años a ser un posible número uno mundial. Si Santana comenzó de recogepelotas, él lo hizo de «caddy». Y no deja de ser un milagro que so! codee con los Arnold Palmer, Johnny Miller o Jack Nicklaus, los tres mejores norteamericanos que han salido de un país con trece millones largos de licencias.