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Persisten las diferencias internas en la Democracia Cristiana alemana

El triunfo electoral, aunque insuficiente en el cómputo final por no alcanzar la mayoría absoluta necesaria, parece haber sentado mal a los cristianodemócratas y cristianosociales. Todo indica que todavía no se han recuperado de su victoria. Helmut Kohl y Franz-Josef Strauss siguen reuniéndose con frecuencia. Kohl insiste, una y otra vez, en la necesidad de una oposición parlamentaria "sin fisuras", mientras que el bávaro utiliza, cuando lo cree conveniente por razones tácticas, la amenaza de fundar un «cuarto partido» por elevación de su unión cristianosocial al plano nacional, con lo cual los partidos de la «unión» no podrían ya formar en el Bundestag una sola fracción parlamentaria con la subsiguiente modificación de la composición (reparto de escaños) en la dieta de la República Federal de Alemania.La oposición presenta un cuadro confuso. En las dos semanas transcurridas desde las elecciones generales no ha ofrecido sino algo así como una continuación de la campaña electoral trasladada a sus propias filas.

La decisión de Kohl de hacerse cargo de la dirección de la dirección parlamentaria de la oposición en el parlamento federal ha despertado fuertes reservas en Strauss, que no ha abjurado aún de su objetivo esencial, que no es otro que convertirse en el líder absoluto de los partidos de la «Unión». A pesar de las deficiencias dialéctico-retóricas del primer ministro de Renania/Palatinado, existe la posibilidad de que un Kohl recrecido por su triunfo electoral termine por hacer un buen papel hasta en Bonn, terreno en que no había sabido brillar en el pasado.

La coalición gubernamental beneficiada

Los beneficiarios de las disidencias en el seno de la oposición son los dos aliados gubernamentales, o sea, socialdemócratas y liberales, que con toda tranquilidad pueden preparar sus negociaciones encaminadas al programa que deberá inspirar la política del gobierno federal a lo largo del próximo periodo legislativo. Un periodo que, según todos los pronósticos, estará erizado de dificultades «internas» y que no ofrecerá grandes posibilidades de lucimiento ni a los partidos ni a sus prohombres en el Gabinete de Helmut Schmidt.Los problemas económicos y de financiación de un estado, del que todos esperan cada vez más, ensombrece el panorama. El capítulo de las «prestaciones sociales» en conjunto será la piedra de toque, y a la vez el rompecabezas para los componentes de un gobierno que tendrá que renunciar a un sinfín de reformas imprescindibles. Para los socialdemócratas se avecinan así tiempos comprometidos por la más que probable reacción de su «base izquierdista», mientras que tampoco los liberales podrán sentirse demasiado seguros por el mero hecho de que la nueva legislatura estará caracterizada y hasta dominada por una política «esencialmente» liberal.

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