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Automovilismo

No hubo carreras en el Jarama

EL PAIS estuvo presente el pasado domingo en las «4 Horas del Jarama» con la intención de relatar a sus lectores las incidencias deportivas de la carrera automovilística que allí se celebraba, pero mucho nos tememos que, aun con la mejor intención, poco o casi nada se pudo contar sobre algo que casi no sucedió. Y eso mismo hicimos. Si «carrera, se deriva de «correr» hasta alcanzar en competencia con otros participantes la victoria o la derrota, no hubo carreras en el Jarama.Cada vez da más pena ver cómo este deporte, que por razón del tiempo en que vivimos debería ir a más, va a menos.

La dirección federativa, preocupada por mantener a ultranza puestos y sinecuras, no tiene ni tiempo ni fuerza moral para conseguir de la Administración la ayuda económica urgente que se precisa. Mientras que el solo anuncio de la ya inaplazable elección democrática de nuevos rectores motive las caras largas que vimos el domingo en el Jarama, las posibilidades de salvación a corto plazo son nulas.

Si la Delegación Nacional de Deportes destina el mismo presupuesto para automovilismo que concede a la práctica del ajedrez, mal vamos. Tres millones de pesetas han sido el presupuesto de esta carrera -600.000 las gastadas en publicidad- y estamos por apostar que no llegó al millón lo recaudado en taquilla.

El Real Automóvil Club soporta con dinero privado un presupuesto anual de 45 millones de pesetas. Trae, como privilegio reservado a 14 países del mundo, la Fórmula 1, y el «debe» y el «haber» de estas cuentas sin contar la inversión inicial del circuito, produciría marcos a más de uno de sus socios. Las marcas de automóviles nacionales financian las fórmulas de promoción, establecen fuertes presupuestos en premios y, por si fuera poco, se pasan la vida luchando con la incomprensión y celebrando carreras a pesar de la Federación y no gracias a ella. (El próximo rallye del RACE es una buena muestra de lo que decimos).

Los participantes comienzan pagando la licencia más cara de cualquier deporte, arriesgan su coche, su dinero y su físico y cuentan para practicar su cara afición con un solo circuito (el del Jarama, que se construyó sin un solo céntimo del Estado). La ayuda que en otros países proviene de las compañías petrolíferas en fuerte competencia de mercados, no puede ni soñarse en el nuestro en el que sólo Campsa monopoliza la situación.

Las marcas comerciales de todo orden que podrían contribuir con publicidad a la celebración de carreras no se interesan por el tema, ya que los medios de difusión que pueden hacer rentables estas inversiones, conceden poca importancia a un espectáculo en el que a pesar de los millares de aficionados el Estado no proporciona ni construye nuevos circuitos.

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