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Automovilismo

Hay que salvar la Fórmula 1

James Hunt consigue su sexta gran victoria de este año y, pase lo que pase en lo extradeportivo, él es sin duda el gran animador y el vencedor moral del Campeonato del Mundo de Fórmula 1, de 1976. Solo ocho puntos le separan de Niki Lauda, aun a pesar de haberle sido invalidado el resultado de Brands Hatch; si ganara en Estados Unidos el próximo domingo, y a falta del Gran Premio del Japón, ésta sería la gran final de un campeonato que pasará a la historia.Un reglamento sin duda anticuado, el fuerte juego de intereses que se mueve detrás de este deporte y la falta de firmeza de la CSI (Comisión Internacional) han dado lugar a todo un rosario de escándalos, que comenzaron en el Gran Premio de España y que podrían culminar con la invalidación total del Gran Premio de Itaha.

Todo esto viene a demostrar que no hay organismo internacional con la suficiente capacidad técnica para controlar el complejo mundo de la técnica que emplea la Fórmula 1 y que sólo una comisión de honor que nazca de los propios constructores sería capaz de controlar, turnándose cada año, las anomalías que son casi imposibles de detectar con simples y no siempre justas verificaciones rutinarias. Pocos serán los comisarios deportivos nombrados circunstancialmente por los países organizadores capaces de encontrar las verdaderas e importantes alteraciones que puede encerrar la complicadísima mecánica de un Fórmula 1. Estamos completamente seguros de que lo que menos contaría serían las diferencias que producen la altura de un alerón un centímetro más de ejes o la ligerísima diferencia de octanos en la gasolina. O están todos dentro de la ley, o fuera de ella; lo que sí es seguro es que, si no se pone rápido remedio, este año puede convertirse en el principio del final de la Fórmula 1.

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