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El Madrid y el Sevilla, infieles a la idea de fútbol

El Madrid se encontró un punto en el Sánchez Pizjuán. El Sevilla no hizo nada por retenerlo. Coraje, entrega y animosidad son elementos que integran la cadena del fútbol. Sin el reactivo de las ideas claras y la técnica al servicio de ellas, se convierte el espectáculo en una caricatura burda e infiel de sí mismo. La afición andaluza quedó defraudada. El Madrid jugó lo justo para empatar; el Sevilla, lo imprescindible para no perder.El balance del encuentro es descorazonador. La delantera del Sevilla puso a prueba a Miguel Angel en tres ocasiones; la del Madrid tiró a puerta con puntería en cuatro oportunidades. Si se añaden los dos goles no llega a la decena el número de remates reales al portal del cuadro contrario.

El pretendido fútbol del Sánchez Pizjuán se fabricó y destruyó en el centro del campo. El trío atacante del Real Madrid apenas si se acercó al área de Paco. Guerini deambuló por su banda sin encontrar una línea imaginaria por la que encauzar su juego. Santillana topó con el marcaje impecable de Gallego, un jugador «desahuciado» por el Barcelona que se ha afianzado como central indiscutible en el Sevilla. Y Jensen -¡pobre Jensen!- tuvo que sufrir las continuas arremetidas de Sanjosé, un zaguero que en contadas ocasiones mantuvo los pies a ras del suelo. El danés, ante la tormenta de golpes que se avecinaba en los aledaños del área rival, decidió resguardarse en la zona ancha del campo.

La delantera del Sevilla tampoco estuvo fina. Yiyi jugó a sus anchas la primera media hora. Uría se destemplaba de continuo. Cuando el lateral se acordó de su misión borró al exterior del terreno de juego. Cantudo hizo la guerra por su cuenta en una demarcación que no correspondía a la de delantero centro ni a la de centrocampista. Y Scotta se escondió en el regazo de Benito. La afición sevillana confiaba en la potencia del disparo del argentino. La personalidad del goleador, sin embargo, tuvo que soportar un borrón en su etiqueta. Scotta ensayó el remate en varias oportunidades. Sin embargo, sólo dos tiros llevaron la dirección de la puerta de Miguel Angel. El primero rebotó en Camacho; el segundo lo detuvo el guardameta, no sin dejar patente su resistencia al impacto del esférico. Scotta chuta fuerte, pero sólo cuando chuta, y esto lo hizo frente al Madrid con infrecuencia.

La lucha real tuvo como escenario el centro del campo. Las victorias parciales se las adjudicaron los jugadores sevillanos, que no encontraron en sus compañeros de ataque a nadie que les rematase. Rubio llevó todo el peso de la creación de juego. Dos Santos se emparejó a Pirri, cuya presencia amedrantó al sevillista, Y Jaén, recio y primitivo en sus arremetidas, se «encargó» de Velázquez, el «cerebro» que Miljanic debió sustituir a los diez minutos de juego. Una entrada de su pareja le abrió una brecha en la pierna derecha. Al final del encuentro, al madridista le dieron diez puntos de sutura.

Del Bosque y Rubio fueron los hombres ideales para encauzar el juego, el fútbol de los dos equipos. Pero, el primero no vio nunca a sus compañeros de ataque desmarcados, por lo que la única opción que le quedaba era la de incorporarse él a la ofensiva; empeño en el que sufrió diversas alternativas. A Rubio, sin embargo, le agotaron de trabajo. El canalizó prácticamente todos los balones que su equipo tenía. Pero no coronó su actuación con el éxito debido a la imprecisión de sus pases y a la falta de ayuda por parte de sus colegas de centro del campo. Con Jaén no contaba; con Dos Santos, no. pudo hacerlo.

Paco intervino en cuatro oportunidades, a tiros de Jensen -m. 16-, Guerini -m. 22-, Velázquez -m.30- y Pirri -m.62. Miguel Angel lució toda su agilidad en un remate desde fuera del área -ni.63-, de Jaén, que se colaba por el ángulo derecho. Salvo la emoción de los escasos remates y la de la lucha, no se vio más en el Sánchez Pizjuán. El fútbol fue tan gris como el resultado.

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