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La situación monetaria favorece a los laboristas moderados

Juan Cruz

La caída fulminante de la esterlina en el mercado exterior no sólo ha obligado a Penis Healey, el titular de Hacienda, a suspender un viaje a Hong Kong, sino que ha llevado al Banco de Inglaterra agastarse lo que le quedaba de un préstamo de cinco mil millones de dólares que diversos países occidentales le hicieron la Gran Bretaña en mayo para que no dejara hundir su moneda.

La crisis de la libra, que se agravó en un momento culminante de la conferencia laborista, tiene, como casi siempre, un fondo político. Sin que el primer ministro lo haya pedido, la desconfianza exterior en la economía británica le ha venido a dar la razón al Gobierno. Momentos antes de que Callaghan dijera que el Reino Unido no podía seguir viviendo del préstamo exterior, que debía recortar de raíz el gasto público para invertir en una industria llamada a tener beneficios, la libra había bajado al nivel más ínfimo de su historia. Ningún hecho hubiera apoyado tanto las palabras del líder laborista como este nuevo fracaso de la esterlina. En ese contexto, la izquierda del partido no tiene más remedio que aceptar la «política de concesiones» de la que ahora habla Callaghan para llevar al país fuera del área de la recesión.

Con el fantasma de una esterlina empobrecida, las perspectivas sombrías dibujadas por el primer ministro durante su discurso del martes pasado, cobran todo su carácter dramático.

En otro sentido, la crisis de la libra también apoya los criterios de los que ahora se oponen a una consideración parcial de la cuestión regional. Con una Gran Bretaña sin una economía consolidada, la división y la competencia entre unas regiones más poderosas y otras más débiles podría conducir a una peligrosa situación.

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