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Tribuna:Las elecciones suecas del próximo día 16
Tribuna
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Más allá del gato pardo

Por primera vez en diez años, el futuro inmediato de la socialdemocracia europea, con la de Alemania Federal a la cabeza, se presenta un tanto inseguro. En ese contexto. las elecciones generales que el próximo día 19 se harán en Suecia, gobernada desde hace 45 años por el socialismo más antiguo, más avanzado y, a la vez, más capitalista de Europa Occidental, pueden constituirse en una especie de anticipo de lo que el 3 de octubre ocurrirá en Alemania, y luego en Noruega y Dinamarca. En una hora crucial, el socialismo democrático germano y escandinavo, tan ligado al PSOE español, se someterá a un test cuyos resultados determinarán, entre otras cosas, y quizás por mucho tiempo, la actitud, y hasta el poder del eurocomunismo y del fascismo continental.Cuando a mediados de mayo las previsiones inflaccionarias para 1976 llegaron en Suecia al 4,5-5 por 100, en Estocolmo todo el mundo empezó a hablar de «desastre nacional», y a pensar en el fin de la socialdemokraterna (SD) del primer ministro Olof Palme. Al mismo tiempo, también se comenzó a barajar la posibilidad de que el señor Palme estuviese dispuesto a poner en marcha una maniobra para retirarse deliberadamente del Gobierno con el propósito de capear mejor, desde la oposición, la crisis económica que ya se insinúa y de reestructurar el partido y los sindicatos (LO), cuyas alas de Izquierda y de derecha están dando muestras de cierta rebeldía. Tal «retirada estratégica» le permitiria además a Palme dividir, pormedio del regalo temporal del poder, al heterogéneo frente opositor de moderados, conservadores y liberales, que siempre se han coaligado en el Parlamento contra la socialdemocracia, y que durante los últimos meses están llevando a cabo una campaña virulenta contra uno de los programas más revolucionarios de Palme, el llamado proyecto «Meidner», por el cual se crearían unos «fondos» para la participación de la LO en los beneficios de las empresas. Así, en julio y a principios de agosto, mientras el señor Falldin, dirigente centrista, clamaba contra el plan, que equivaldría -dijo- a la nacionalización de muchas industrias, entre ellas la farmaceútica y la de libros escolares, a la dictadura de los sindicatos y a la pérdida definitiva de las libertades, los sondeos electorales indicaron que el posible electorado de la socialdemokraterna había bajado del 43,6 al 38,5 por 100, en tanto los centristas disponían del 22 por 100, los conservadores del 17 por 100, los liberales del 12 por 100, y los comunistas del 4,5 por 100. El señor Falldin sabía lo que hacía al hablar de «dictadura». En un país en el que a pesar de su socialismo el 95 por 100 de los medios de producción siguen en manos privadas, el poder sindical absoluto, unido a ,un sistema impositivo que en febrero hizo huir a Ingmar Bergman de Suecia, aparece unido, necesariamente, al fantasma del totalitarismo político, el único que aún asusta a los suecos.

Sin embargo, el panorama parece haber mejorado bastante para el señor Palme durante las últimas semanas, y hoy las encuestas anticipan ya un 42 por 100 para el SD. Si la tendencia persiste, es posible que el primer ministro consiga colocar en el Riksdag a unos 150 diputados sobre un total de 349, con lo cual las cosas continuarían para él como hasta ahora.

Pero tal perspectiva no responde, seguramente, a los objetivos de Palme ni al de la dirección de la LO. En su última entrevista con el señor Brant, en Estocolmo, durante la que el ex canciller advirtió, públicamente, sobre las «peligrosas consecuencias» que podría tener para la democracia europea un desplazamiento del Mercado Común hacia la órbita de influencia mediterránea, el «premier» sueco, que no oculta su inquietud ante la alianza de los socialistas franceses con los comunistas, ni de cara al «pacto histórico» italiano o al «confusionismo político» hispano, habría hecho hincapié en la «necesidad de que la socialdemocracia europea se defina con claridad». «Ahora -habría insistido-, es imprescindible que todo cambie democráticamente; de otra forma, cambiará totalilariamente, y en contra de nuestro socialismo democrático. Para ello debemos luchar por el poder, pero esta vez con la condición de que lo que recibamos sea todo el poder». Estas palabras resultan aún más significativas si se recuerda lo dicho en cierta ocasión por el señor Goesta Bohman, líder del partido Moderado, quien afirmó que aunque los socialistas perdiesen Jas elecciones, nada cambiaría en Suecia. «Este es el problema -habría explicado Palme-, nuestros países (Alemania y los escandinavos), e incluso nuestros partidos, se han acostumbrado a que nada se mueva, a que todo se mantenga, seguridad social y nivel de vida, tan bien como hasta hoy. Pero esto es fatal, sobre todo cuando es el rumbo de la historia occidental el que se pone en tela de juicio. Tenemos que agitar, saltar nosotros, ir hasta el fondo de nuestro programa para que los otros no puedan prometer que sin nosotros todo cotinuará igual ».

El proyecto Meidner va, sin duda, en esa dirección, lo mismo que la minuciosidad casi policial con la que se está aplicando el régimen fiscal, que en ocasiones priva a los trabajadores de hasta el 43 por 100 de sus ingresos. Por lo demás hay que reconocer que la línea antigatopardista del «premier» sueco contiene una buena dosis de valentía política: en un hombre que acaba de declarar en Montreal que lo mejor es «el centro del terreno» y que en materia impositiva «hay que ser, simultáneamente, duro y suave», y en un partido que desde hace 150 años se proclama republicano y gobierna en nembre de una monarquía «empezar de nuevo para que lo nuevo no termine con las viejas libertades», supone algo más que una intención ideológica o una maniobra circunstancial. Ya se verá el 19 si ese plan de largo alcance tiene eco en las urnas.

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