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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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El minué

Iba yo a comprar el pan y me encontré al periodista Luis Otero, que me regaló su libro Animales sagrados, recién aparecido, donde saca a los grandes y pequeños monstruos políticos, folklóricos y finolis del país. Voy a leerme el libro ahora que los animales sagrados están todos en la Costa del Sol o, cuando menos, en Serranillos Playa, disfrutando la amnistía de agosto, porque en septiembre habrá que volver a salvar la Patria.Dice el decreto de la amnistía, en el Boletín Oficial, que con esto «culminan las diversas medidas legislativas que ya, a partir de la época de los cuarenta, han tendido a superar las diferencias entre los españoles».

-Me parece un poco fuertecillo, la verdad.

Y usted que lo diga. Que yo recuerde, en los años cuarenta las diferencias entre los españoles se superaban a base de cárcel, aceite de ricino, racionamiento, estraperlo, delación y visto para sentencia. Al Boletín Oficial, como a don Torcuato Fernández-Miranda, le pierde, a veces, su propia facilidad de palabra.

En cambio, ahora, el presidente Suárez y Raúl Morodo se han entrevistado el otro día lanzamente para, superar sus diferencias. Me apresuro a llamar al despacho de Raúl:

-¿Qué,te han dado el aceite de ricino en Presidencia del Gobierno?

Raúl tiene que reconocer que no, que el presidente estuvo cordial. Los ánimales sagrados y los monstruos de la política están muy finos estos días. Ha empezado el visiteo de unos a otros y, la ruptura democrática se está trocando en un minué entre versallesco y castizo, donde los ilustrados de la oposición y los cortesanos se pasan el pañuelo perfumado por la señorita Carmen Diez de Rivera (adjunta a Presidencia) con las Maderas de Oriente de las esencias nacionales. . Santiago Carrillo fue a ver a Lojendio, en París, y hablaron de deportes y de gastronomía, esas dos sublimaciones de la guerra y el hambre.

Arcilza, por su parte, se fue a ver a Carrillo y -ahora sí- hablaron de política. Pero también muy finos y sin perder el tono ni arrojarse el té a la cara. Las dos Españas, tras varios siglos de guerras civiles, carlistadas, alzamientos, pronunciamientos, asonadas, represiones y cruzadas, han iniciado, por fin y de pronto, un paso de baile que ni que les llevase el compás Pilar Primo de Rivera, como a los Coros Danzas.

Lo de menos ya -con ser muy importante- es el pasaporte de Carrillo (que a lo mejor se lo han dado cuando salga esta crónica) o la amnistía. Lo importante, lo insólito, es el cambio de tono, el minué que estamos bailando todos en los jardines de agosto, bajo la noche monárquica y chuleta.

A mí, qué quieren, me parece que tanta finura no puede conducir a nada bueno. O será que no acabo de creérmelo. Aquí se estropeó el baile del pueblo con la bofetada de Calomarde, y desde entonces no habían dejado de sonar bofetadas en la noche de los tiempos. José Antonio Primo de Rivera, tratando de adecentar aquello superficialmente, habló de la dialéctica de los puños y de las pistolas. Y de pronto, en pleno secarral ideológico de agosto, la machadiana sombra de Caín se pone a hallar el minué con la gentil matrona republicana, o sea, la Coordinación Democrática, que lleva los pechos fuera como las valencianas del Renacimiento.

Será que por fin nos hemos vuelto finos los españoles? Ya era hora. Se lo digo a Luis Otero en la soñarrera madrileña, después de hojear sus Animales sagrados, donde el gallo de Emilio Romero convive con el oso donostiarra de Gabriel Celaya. Pero Luis es orensano reticente y además hijo de maestro de pueblo, o sea que conoce el paño:

-Veremos a ver lo que dura.

Eso. Porque los editorialistas áulicos ya andan diciendo que don Santiago trae una bomba al minué, debajo del paletó. Si por ellos fuera, no le daban el pasaporte. Aquí es que siempre quieren bailar los mismos.

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