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Reportaje:MONTREAL 76

La RDA en el atletismo femenino

Si en el atletismo masculino la superación de Montreal respecto a Munich fue clara, en el campo femenino aún resultó mayor. No hubo la gran figura como los casos de Juantorena, Viren o Jenner, pero el nivel general, una vez más gracias a la RDA, fue magnífico. En las finales desentonó solamente la de 1.500 metros, corrida a un tren lentísimo, pero que permitió convertirse a la soviética Kazankina en la única mujer con dos medallas de oro en atletismo. Su calidad la demostró en los 800 donde batió el récord del mundo.

La superioridad de la RDA en el atletismo femenino de Montreal fue incuestionable. Nueve medallas de oro, sobre las catorce en disputa, superaron con creces las seis de Munich. La URSS, que logró tres entonces, se tuvo que conformar esta vez con las dos de Kazankina en medio fondo; la RFA, casi desconocida no actuando en su terreno, bajó de cuatro a la solitaria de Annegret Richter, nueva reina del sprint corto.Indudablemente los rectores del deporte en la RDA han encontrado una verdadera mina de oro en la parcela femenina. Al igual que en la natación se han volcado en el otro deporte importante a nivel mundial, justo el que más sensación puede causar. Su densidad para los 17 millones de habitantes con que cuenta, es tan grande que sólo dos títulos de Munich los ha repetido en Montreal y en el relevo de 4x4OO, que volvió a batir el record del mundo, las cuatro protagonistas de Montreal fueron distintas a las de Munich. A las Zehrt Kunkhe, Seidler y Kastling han seguido Maletzki, Rhode, Streidt y Brehmer. Unicamente, pues, Ruth Fuchs, la mejor jabalinista mundial de los últimos diez años y posiblemente de todos los tiempos mantuvo su nombre en las listas de los dos Juegos Olimpicos.

En el sprint corto, Renate Stecher perdió su supremacía ante la increíble Richter, pero aún tuvo fuerza para superar a la otra alemana federal, Helten plusmarquista mundial irimediatamente antes de los Juegos de Montreal.

En los 200, encontró sucesora en su compatriota Eckert, verdadera revelación de la RDA y que iba a dar al relevo de 4x1OO, integrado también por Oelsner y Bodendorf en las curvas y la Stecher en la primera recta, la medalla de oro. Por cuantro centésimas superó a la alemana federal Kroniger, que tomó el testigo con buena ventaja tras la postas de Helten y, sobre todo, de Ricliter en la última curva. Esta, que se confirmó como la mejor velocista del momento, logró la plata en los 200 por delante de Renate Stecher. La ya veterana y doble campeona de Munich -donde además obtuvo la plata de relevo de 4x 100- no ha conseguido tanto como cerca de su tierra, pero sí se ha llevado una medalla de cada metal.

Otro ejemplo a destacar fue el de la mediofondista Hoffmeister. tercera en los 800 de Munich y segunda en los 1.500, volvió a repetir en Montreal esta última plaza, sólo superada por la Kazankina. Esta pequeña y rubia soviética, que batió en 800 el récord del mundo de su compatriota Gerassimova, conseguido poco antes de los Juegos, fue la única mujer que obtuvo, a lo Juantorena y Viren, pero sin el Munich de este último dos medallas de oro. En los 1.500, tras una carrera lentísima y táctica no lució tanto, pero su facilidad en los últimos metros dio la entera sensación de que no ganaba toda una final olímpica.

Szewinska, figura

En los 400 metros, sin embargo, gran nivel de las germanas democrátas que las llevaría a batir en el relevo el récord mundial no pudo con una de las figuras señeras del atletismo femenino mundial. En efecto, Irena Szewinska, recordman del mundo de la prueba y única mujer que, ha bajado de los 50 segundos en la distancia volvió a superarse, y con ello puso el broche de oro a una carrera que comenzó enturbiada por su discutida femineidad. Quizá recuerden que su compañera del relevo y velocista, Eva Klobukowska, fue sancionada hace diez años al ser la primera «víctima» del control de sexo después de los Juegos de Tokio en 1964. Era la época de las hermanas soviéticas Tamara -peso- e Irina Press -80 metros vallas y pentathlon-. Todas desaparecieron de la escena mundial y se creyó que la Szewinska seguiría el mismo camino. No ocurrió así, sin embargo. En México, 1968, aún como Irena Kirzensten, su apellido de soltera, ganó el bronce en los 100 metros y el oro en los 200 con nuevo récord mundial incluido. Después se casó, tuvo un niño y volvió. En Munich fue bronce en 200. Con la edad se ha superado como en la distancia.

A partir de los 100 metros vallas, y aunque parezca increíble, el cuadro de vencedores de Montreal sólo rompió su racha victoriosa para la RDA en el lanzamiento de peso. La plusmarquista mundial, la búlgara Ivanka Christova, confirmó mejor su supremacía que su colega en récord, el soviético Baryschnikov, en los hombres. En esta prueba, las germanas Adam -ex recordwoman-, Skoknecht y Droesse, para que no quedaran dudas sobre un posible fallo, fueron, respectivamente, cuarta quinta y sexta de la final. Sin duda sus directivos debieron echar de menos a Margarita Gammel, gran triunfadora en México sobre la soviética Tchichova -que aún tuvo arrestos en Montreal para llegar a la plata- o la gran segundona Marita Lange.

Pero en las demás pruebas, el dominio de la RDA fue absoluto Aparte ya de los relevos, la Schaller mantuvo el tipo ante la avalancha soviética de las Anissimova y Levedeva, y en saltos y lanzamientos no hubo color, Rose Marie Acker man, la plusmarquista mundial de altura, ganó con la autoridad que le da su espléndido rodillo ventral, mientras la vencedora de Munich, la germana federal Meyfarth, ni pasaba a la final. Fue curioso, por cierto, que de las cuatro primeras en ese concurso, sólo una, la medalla de plata, la italiana Simeoni, utilizara el fossbury-flop. Al revés que en la final masculina, donde el fossbury fue de casi total superioridad, entre las féminas aún pervive el «Brumel», pongamos por ejemplo.

En longitud, primer título tradicional del atletismo, Angela Voigt ganó el oro supliendo así perfectamente la decepcionante cuarta plaza de la recordwornan mundial, Siegel. Fue una muestra más de la enorme densidad atlética de la RDA. No, no consiguen victorias por casualidad. La Siegel, tomándose una cumplida revancha, venció en el pentathlon, decidido en la última prueba, los 200 metros, quedando una vez más en el bronce la plusmarquista mundial Burglinde Pollack.

Finalmente, al margen del intento frustrado de Faina MeInik en el lanzamiento de disco, otra vez las atletas de la RDA «estaban allí», y una de ellas, Schiaak, aprovechó el fallo de la normalmente segura soviética para llevarse el oro. Schlaack, una buena lanzadora, pero que llegó a Montreal con la novena marca mundial únicamente. Fue igual. Con 69 metros batió el récord olímpico y logró el oro. Ahora ya es más conocida, aunque le queda por igualar a su compatriota Fuchs, recordwoman mundial y que repitió con facilidad su título de Munich. Ella fue la única atleta conocida de la RDA que cumplió. Las demás, unas lo hicieron y otras no. Pero siempre llegó el relevo a tiempo. La programación de un país que tiene el deporte en artículos de su Constitución como un derecho inalienable de los ciudadanos no podía fallar ni en eso.

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