La suerte de matar, en política

En febrero Augusto Assía me reprochó de modo claro y amable que tratara con ligereza en mi artículo «¿Quiénes nos gobernarán?», el tema de la evolución política portuguesa. Agradezco a Augusto Assía su cortés rapapolvo, ya que no dudo que su conocimiento de Portugal es muy superior al mío.Hace unos días leí en la mar, entre divertido y apenado, un informe de EL PAÍS y el comentario siempre sugestivo Manuel Jiménez de Parga, haciendo suya la tesis de EL PAÍS sobre la tiranía del dinero. Mientras iba leyendo el informe, reproducido en el Diario de Mallorca, me iba acordando de la amonestacion que me hizo Augusto Assía. ¿Sabré reprochar su ligereza a los redactores del informe de modo tan claro y amable como me lo hizo a mí tan gran escritor? ¿Sabrán reaccionar ellos y Manuel Jiménez de Parga como yo lo he hecho, ante lo que quiso ser un cortés rapapolvo?

El informe de EL PAÍS tiene una buena trama argumental y es verosímil para quien no conozca los hechos. La simbiosis de los tres grandes poderes es una tesis que puede hacer carrera, porque esta preparada con garra y ha de resultar atractiva para muchos. Sólo tiene un fallo: que no es cierta.

Si el informe no me citara a mí personalmente, es más que probable que no escribiera estas líneas de amable reconvención desde Cala Figuera. Conozco mejor que los redactores de EL PAÍS la trama real y los personajes sobre los que informan. Por eso puedo afirmar que su teoría no responde a la realidad.

Sé que no nos movemos en el terreno del Derecho Civil ni del Penal, si no en el campo de la política. La política no exige que la carga de la prueba corresponda a quien acusa. Las arenas en que actúan los políticos son más movedizas, y el arte del toreo y la suerte de entrar a matar al que se considera adversario no están sometidas siempre a reglas tan nobles.

Porque leo con gusto a Manuel Jiménez de Parga y admiro su talento, me atrevo a decirle: no es eso, no es eso. Y lo mismo les pido a los redactores del informe de EL PAÍS: por favor, no os apasionéis más de la cuenta. Es normal en política concederles todo a los amigos y negárselo todo al adversario, pero que no se note tanto.