_
_
_
_
_
Reportaje:Las organizaciones patronales europeas / 2

El decisivo poder de los patronos ingleses para salir de la crisis

Juan Cruz

Gran Bretaña ha comenzado el mes de julio con buenas noticias económicas. La libra se recupera, los extranjeros invierten en el país y parece que el desempleo va a dejar de ser tan dramático. Hasta ahora, la incertidumbre había sido total, las frecuentes declaraciones del Gobierno en el sentido de que el mundo exterior no parecía entender que Gran Bretaña estaba en el camino de la recuperación no convencían a nadie. El período incierto se superó levemente cuando los sindicatos aceptaron el tratado salarial. Entretanto, la libra había descendido a los niveles más bajos de su historia. Gran Bretaña, el centro de un imperio abandonado, presentaba una cara económica que se arrugaba cada vez más.De todos modos, lo que el Gobierno decía era que la inflación se había reducido a la mitad como consecuencia de un previo acuerdo sobre limitación de salarios; que estaba dispuesto a reducir el gasto público hasta niveles razonables; que, por favor, no nos dejen solos.

La soledad se acabó cuando un grupo de países occidentales decidieron poner a disposición de Gran Bretaña un crédito de cinco mil millones de dólares. Con parte de ese crédito el Gobierno intervino en junio en el mercado exterior e hizo relucir de nuevo el esplendor de la libra.

Sindicatos contra Patronales

Las causas de la crisis económica, dicen los sindicatos, están en la Confederation of British Industry (CBI). Por supuesto, la CBI lo niega. El razonamiento es éste: para los sindicatos, los empresarios británicos han dejado de invertir y han permitido que el país inicie su descenso hacia la bancarrota. El director general de la Confederación dijo hace unos días en el Times que los industriales ingleses habían invertido aquí tanto como los alemanes lo han hecho en su país. «De todos modos, no se puede obligar a la gente a invertir si lo que se le da como beneficio es menor que lo que aconseja la tasa de inflación».

Sea cierta o no la acusación de los sindicatos, lo que es verdad es que en cuanto el Gobierno accedió a atender ciertas demandas de la CBI, a finales de junio, la economía presentó otra cara.

Lo que la CBI quería -y venía repitiendo ese deseo desde hace más de un año- es que el vigente código de control de precios fuera revisado o, mejor aun para los empresarios, eliminado. El Gobierno se ha resistido a atender estas demandas porque una de las condiciones expuestas por los sindicatos para aceptar los límites salariales ha sido precisamente que no se mueva para nada aquel código.

Una vez obtenido el acuerdo salarial, el Gobierno miró con más simpatía a la CBI y le dijo que esperara. El control de precios acaba de ser revisado, aunque los productos sólo podrán subir en un diez por ciento y la CBI insiste en que ese margen no ayuda a los industriales a reforzar sus inversiones. La lucha entre sindicatos, Gobierno y empresarios va a seguir. Al final, aunque en la superficie no parezca tan evidente, los últimos son los que van a ganar.

La Confederación de la Industria Británica nació en 1967, después de algunos intentos fallidos de aglutinar las diferentes voces empresariales que había en Gran Bretaña. Al principio se pensó, y se dijo, que la CBI iba a ser «el cuello vulnerable» que los capitalistas ponían en manos de los sindicatos para que éstos acabaran con el capitalismo. La frase es de Enoch Powell, el parlamentario de ultraderecha. No se ha cumplido su profecía, ni mucho menos. Al revés, se ha cumplido lo que la Confederación dijo que queria ser: la respuesta de la industria a la creciente expansión del papel del Gobierno en la sociedad británica.

En este sentido, y aunque sus miembros lo nieguen, la presencia de la CBI ha sido fundamentalmente política, porque ha servido para compensar las diferencias o las alianzas entre los trabajadores y el Gobierno.

Nueve años de historia

Esas relaciones entre los sindicatos y la CBI son frecuentemente muy difíciles, porque, por supuesto, los intereses son totalmente distintos. Además del juego de intereses hay un plano de convicciones que dificulta aún más el entendimiento. Los sindicatos consideran que ellos representan al pueblo trabajador británico. La CBI, que obviamente no se puede otorgar esa representatividad, dice que ellos son más representativos de la industria del país que, lo que las Trade Unions lo son de la fuerza trabajadora británica. En efecto, en la CBI figuran como miembros el ochenta por ciento de los industriales ingleses, y los sindicatos agrupan a menos del cincuenta por ciento de la clase trabajadora.

Como se ha dicho, la CBI nació sin demasiados apoyos desde la escena política. Incluso los conservadores, que en algunos momentos parecen sus aliados naturales consideraron su nacimiento como inconveniente o innecesario Desde el lado laborista las cosas se vieron con mayor preocupación. Un laborista muy importante dijo esta frase en los Comunes, cuando la CBI se fundó: «Considero potencialmente siniestra esta nueva organización de hombres de negocios, cuyos jefes me parecen personas muy dudosas».

La oposición de los partidos

El autor de la frase ha seguido en la vida política inglesa. Entonces era ministro de Hacienda, hoy es el primer ministro, James Callaghan

La actitud de Callaghan con respecto a la CBI ha cambiado radicalmente. El es el responsable de las concesiones que el Gobierno acaba de hacer para que los industriales se animen e inviertan en Gran Bretaña. Cuando la administración consiguió el acuerdo salarial con los sindicatos, el primer acto de Callaghan fue el de asegurar a la CBI, en su comida anual, que sus demandas iban a ser atendidas muy pronto.

Esto ocurre porque la CBI, aunque rechaza cualquier sugerencia sobre su poderío político, goza de una gran influencia. Los sindicatos pueden negarle al Gobierno su apoyo y acaso la economía llega a resentirse, pero si los industriales no producen, la exportación se detiene, la inversión se anula y la bancarrota, que ya ha amenazado este año a Gran Bretaña, puede ser irreversible.

Por eso el Gobierno laborista, que tiene su refugio natural en los Trade Unions, ha mirado esta vez con ojos implorantes a «los dudosos personajes» de esta organización de hombres de negocios. Estos han aceptado el reto, han anunciado su propósito de negociar con el Gobierno, durante este mes, para lograr aún mejores concesiones, y ya han empezado a invertir.

En diez años de existencia la CBI ha logrado establecer un poder paralelo que ya no le disputa nadie. Esa situación le ha dado la posibilidad de opinar con autoridad en temas como el Mercado Común o la nacionalización de determinadas industrias en Gran Bretaña. Con respecto a la CEE, la posición fue claramente favorable a la integración. Con relación a las nacionalizaciones, la postura de la CBI es, por supuesto, cercana a la de los conservadores. La Confederación apoya a todos sus miembros cuando éstos se ven amenazados por la política del gabinete laborista.

En otros, su actividad puede cambiar el curso de los más deprimentes acontecimientos. Sin duda, ha sido su decisión de volver a invertir la que ha puesto a Gran Bretaña en el camino de la recuperación económica. No ha sido ni Puerto Rico, ni Rambouillet, ni Bonn. El milagro puede proceder de un edificio situado muy cerca de la abadía de Westminster y del Parlamento británico. En su interior la Confederation of British Industry, discute «las causas fundamentales de la enfermedad de la economía británica».

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_