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Tribuna
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El Estado totalitario

Siento no pertenecer a la Comisión de Justicia de las Cortes Españolas. Porque le diría cuatro verdades al señor Madrid del Cacho acerca del totalitarismo. Cuatro verdades que por lo menos, pusieran en entredicho su interpretación auténtica de la reforma del Código Penal.El señor Madrid del Cacho ya contribuyó decisivamente a que naufragara el proyecto que le tocó defender ante el Pleno de las Cortes. Ahora, por lo visto, insiste en escorar la nave con sus particulares teorías políticas. Según él, totalitarios son el comunismo y el nazismo. No es fascismo. Porque el fascismo, según el señor Madrid del Cacho, no era totalitario puesto que respetaba a la Monarquía y a la Iglesia.Es decir, no sólo la Falange Española ha dejado de ser totalitaria con la reforma del Código Penal, sino que se ha liberado de su responsabilidad histórica al mismísimo Benito Mussolini. El señor Madrid del Cacho ha absuelto al fascismo italiano, porque firmó el compromiso de Letrán y mantuvo en precariedad a un Vittorio Emmanuel que perdió el trono precisamente por haber condescendido con un sistema que bebía sus esencias totalitarias en Ia filosofia de Giovanni Gentile. Tienen, razón los autores de la «Enciclopedia Soviética» cuando mantienen que la historia pueder ser reescrita a cada generación.

Nada significa, pues, que en los puntos de la Falange se diga que el Estado es un instrumento totalitario. Ni que las tesis de Ludendorff y "Daskalakis hayan pasado directamente a la letra del Boletín Oficial. Ni que haya existido un partido único, que se hayan limitado las libertades, que se haya establecido un sistema corporatiyista, que el pueblo haya visto expropiada su soberanía. Con tal de que se respete a la Monarquía y a la Iglesia, todo vale.Ya son ganas de incordiar. Con la cabeza fría y el corazón caliente no creo que nadie pueda negar que la URSS o las democracias populares son sistemas totalitarios. O que pueda argüir, en todo caso, que el leninismo es una doctrina totalitaria. Pero ni más ni menos que los Adolfos y Benitos de rigor. Y todos sus discípulos de los cinco continentes. Pero de eso a repartir las excomuniones a gusto del cliente creo que existe una zanja que nadie se debería atrever a saltar.

A André Malraux le preguntó Jean Daniel: «¿Es posible hacer compatible el socialismo y la libertad?» Y Malraux le respondió: "Si nos atenemos a la historia, no es posible; si nos regimos por las leyes de la inteligencia humana ¿por qué no?"

Hoy en día existen en Europa muchos millones de personas que se rigen por esta esperanza. Que creen que ni la derecha, ni la izquierda deben apelar a la dictadura para imponer sus ideas. Y que la democracia y la libertad son compatibles con la defensa de programas de transformación radical de la sociedad.Es mala vía, por consiguiente, atacar a los adversarios políticos descalificándolos con argucias filosóficas. El camino no es dejarlos fuera de la ley. Sino, en todo caso, apuntalar la democracia, exigirle tributo y ponerla a cubierto de cualquier riesgo o tentación totalitaria. Eso es legítimo. Lo demás es falaz.Porque lo que califica al fascismo, como a los totalitarismos todos, no es que respete a la Monarquía y a la Iglesia, sino que respete a la persona y a sus derechos inalienables. Quienes los respeten pueden ser considerados demócratas, sea cual sea su filiación ideológica. Quienes los conculquen, en cambio, serán totalitarios. De la derecha o de la izquierda hegelianas. Lo mismo da. Pero totalitarios.

Diga lo que diga el nuevo Código Penal.

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