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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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El alcalde volador

IBA yo ayer por la calle a mis cosas, tan tranquilamente, cuando un helicóptero me pasó rasando. No me asusta que me rasen helicópteros cuando paseo Madrid, y no sólo porque me despeinan, sino porque estamos en el buen tiempo y gusta ir despacio y tranquilo viendo venir a las de la moda «ad lib», que es lo último que se ha inventado la alta costura para venderte tu propia libertad de vestir como te dé la gana.Iba yo por la sombra, que el sol ya pega y además está lleno de ancianos que agonizan contra las tapias, de la exigüidad de su jubilación, cuando me pasó el helicóptero, como digo, y primero pensé si sería don Gonzalo Fernández de la Mora, que se ha empeñado en ser, como D'Annunzio, el aviador lírico e intrépido de otros fascismos.

-Ya está ahí ése -me dije-, rizando el rizo en plan Cantacuzzeno, como cuando escribe, para impresionar a la Platajunta.

Pero que vá .Era nada menos que el alcalde de Madrid, señor Arespacochaga, que se pegó una gira por los luceros de Girón para luego aterrizar en la verbena de San Antonio y comerse unos huesos del santo con el personal, que le han pedido que vuelva vestido de Pepe Blanco, para casticismos y respirar a fondo las Maderas de Oriente que suelta el Manzaareresn.

¿Y por qué esta altura de vuelos y de miras en los alcaldes de Madrid? El reciente e injustamente recordado señor García-Lomas tenía el proyecto, si ustedes se recuerdan, de levantar un rascacielo de muchos pisos para llevar allí el Ayuntamiento y poner las multas de tráfico con telescopio. El actual, Arespacochaga, se pega unas pasadas de «kamikaze nipón» y consistorial por sobre las torres mil del Madrid gentil, que decía don Tomás Borrás. Yo creo que sobrevuelan sus posesiones como cuando don Alvaro Domecq recorre a caballo sus hectáreas.

Han heredado Madrid como se hereda una finca.

Ya sé que el señor Arespacochaga lo que quiere es hacerse una idea general de la cosa, tener una visión de conjunto, abarcar el magma y el caos de la ciudad a vista de alcalde, pero tanto su helicóptero como el entresoñado rascacielos de García-Lomas me parece que no son sino huidas hacia arriba, maneras de superar por elevación el problema insoluble de Madrid, que es una empanada de especuladores, agiotistas, inmobiliarios, protegidos, reformadores horteras, futuristas de escalextric y señoritas guardias con la minifalda a la altura del bloc de multas.

Yo que usted, señor alcalde, en vez de andar de diablo cojuelo, destapando techos y ollas de un Madrid que, visto desde arriba, sigue siendo un caserío manchego, lo que haría es descender a la minucia de los expedientes, la conspiración de los despachos, la letra pequeña de las leyes municipales, los metros que les sobran a las Torres de Colón, la perspectiva que le falta a la Puerta de Alcalá y ese grifo que gotea en el Gran San Blas desde' que inauguró el. barrio el general Franco, que ya ha llovido. Lo demás, señor alcalde, es aeromodelismo, vuelo sin motor, sueño renacentista de volar sin alas, como Leonardo.

Pero la afición a las vistas en picado es, una cosa que no se ha inventado el señor Arespacochaga, sino que tiene tradición en la estética del régimen y su erótica del diseño. Periódicos y revistas oficiales han venido dándonos, durante cuarenta años, esas perspectivas triunfalistas de las grandes avenidas y los altos rascacielos de Madrid, que son, o eran, como la épica fotográfica de las famosas realizaciones del sistema. Pero antes que el genial ojo de pez de Pastor, nosotros preferimos el honrado y veraz ojo de buen cubero, señor alcalde.

Le saludé a usted con el pañuelo, señor alcalde, pero iba usted tan, alto...

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