Angel Teruel y Juan Moura, triunfadores
Finalizada la Feria de San Isidro, la mayor parte de los toreros que se consideraban figuras han perdido categoría en la estimación de los aficionados. A nuestro juicio, y teniendo en cuenta el resultado varístico de las diversas actuaciones, sólo cuatro de los que han pasado por el serial ganaron en cotización, mientras 11 la perdieron engran medida.Ofrecemos aqui una clasificación de los toreros de la Feria, agrupados por los siguientes conceptos: suben de categoría, la mantienen y pierden posiciones:
Angel Teruel, que tuvo una primera actuación aburrida frente a toros, de Higueros, aprovechó las sensacionales embestidas de las reses de Baltasar Ibán y Miura y cuajó faenas importantes. Puede y debe ser el triunfador de la Feria. Caso contrario es el de Paquirri: no tuvo ni un solo toro boyante, le correspondieron incluso dos condenados a banderillas negras y supo lidiar con eficacia y valor, hasta conseguir triunfos señalados, Objetivamente debíera ser considerado el torero de mayor mérito de cuantos participaron en el ciclo. Antonio Rojas, clasificado como modesto, se sobrepuso a la muy seria y muy difícil corrida de Cobaleda y sacó partido de un toro que, si noble, tenía un cuajo impresionante. Antonio Guerra, que confirmó su alternativa y también pertenecía al grupo de modestos derrochó valor en su única actuación.
Paco Camino toreó con su sello personal, con los facilísimos toros de Ibán y en la corrida de Antonio Méndez evitó complicaciones. Miguel Márquez lidió muy bien los toros de Victorino y estuvo animoso con éstos y los mansos de Palha, que es cuanto se esperaba de él. Julio Robles no redondeó ninguna faena, pero dejó la muestra de su estilo depurado con capote y muleta. Otro tanto podría decirse de Manzanares, más elegante, menos ortodoxo. Ruiz Miguel hizo cuanto podía hacerse con los miuras, los murteiras y en la corrida concurso. Sebastián Cortés estuvo aseado frente a las reses de más presencia la tarde triunfalista de los toros de Ibán. Roberto Domínguez no tuvo género apropiado y continúa la esperanza de que cuaje en torero. Dámaso Gómez sigue siendo el profesional íntegro que lo arriesga todo sin darle importancia al juego de la muerte. El Puno, un modesto, peleó con valor contra los cobaledas, y se llevó una cornada.
Dámaso González aburrió más que nunca. Antonio José Galán dio sensación de incapacidad técnica y desconfianza ante los enemigos malos y buenos. José Fuentes, que ya con la corrida de Hernández Pla tuvo una actuación desafortunada se hundió ante la nobilísima embestida del toro de Victorino al que se premió con vuelta al ruedo. También los toros de Hernández Pla ganaron la batalla, claramente, a Manolo Cortés. Palomo fue centro de la polémica y cuando pudo demostrar su valía, precisamente en su tercera actuación, le ganó la partida un toro de Osborne, que tenía geniecillo y no tenía pitones. De Jorge Herrera puede decirse que no se le tuvo en cuenta. Joaquín Bernadó no estuvo a la altura de la nobleza de un vitorino. El Viti vino sin responsabilidad de figura, le desecharon numerosos toros, no consiguió triunfar, y encima no llenó la plaza. Alcalde desaprovechó buenos toros y naufragó con los pablorromero. Estos mismos pablorromero hicieron fracasar al Niño de la Capea, que también estuvo sin sitio con los de Alonso Moreno. Su fama de artista, la desmintió Rafael de Paula cuando le correspondieron eses boyantes y se confió: su toreo decía bien poco. La sensación de la Feria la causó el rejoneador portugués Juan Moura, un verdadero crío, sólo tiene 15 años, que hizo un toreo a caballo como no se recuerda en Las Ventas. La plaza se le entregó porque exhibió un dominio, un conocimiento de los terrenos y un arte, que le sitúa a mucha distancia de los restantes rejoneadores españoles y portugueses.
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