España perdió otra vez el tren de la final
Por tercera vez, España ha perdido el tren de la fase final. Por tercera vez, la selección nacional se ha quedado en el camino. Si bien se salió del grupo que daba opción a los cuartos de final, de nuevo las ilusiones quedaron rotas. Sin duda, no hubo fortuna en el sorteo por que Alemania era el peor enemigo que nos podía corresponder. Se llegó hasta donde se pudo. Frente a los campeones del mundo no había grandes opciones y las escasas bazas que se tenían en la mano se perdieron. El fútbol español, a nivel de selección, tendrá que recurrir una vez más al recuerdo de glorias pasadas; al «a mí el pelotón, que lo arrollo»; al gol de Zarra en Río, cuando alguien dijo en el más grandilocuente de los tonos triunfalimperialistas que habíamos vencido a la «pérfida Albión», y al tanto de Marcelino con el que se derrotó a la URSS. El fútbol español es cada vez más histórico y menos actual.Desde que el difunto José Villalonga alcanzara al frente de la selección el único título de Europa que poseemos y lograra la clasificación para el mundial de Londres, no hemos visto hora buena. Con Kubala, la URSS nos cerró el paso en la Copa de Europa. Con Kubala, Yugoslavia nos dejó en la cuneta del mundial en el desempate de Francfurt, Con Kubala, Alemania nos ha eliminado en Múnich. El palmarés del actual responsable de la selección, magnífico en partidos amistosos, no se traduce en idénticos términos a la hora de las confrontaciones formales. La flojera de nuestra selección, a pesar de las grandes primas, de las múltiples probaturas y de la repetida mentalización de que hace gala el seleccionador, es cada vez más palmaria.
Dentro de unos meses comenzarán los encuentros clasificatorios para el mundial argentino. De nuevo habrá que hacerse a la idea de sufrir desilusiones. Los clubs españoles, pese a los refuerzos extranjeros, no consiguen los triunfos de otras épocas. La selección, cuando los clubs fundamentan sus bases en gentes provenientes del exterior, se resiente de una manera notable.
Perdida la posibilidad de ir a Yugoslavia a la fase final y finalizada la liga, al fútbol nacional sólo le resta la disputa de la copa y el resultado definitivo de las dos divisiones inferiores.
Celta y Burgos, arríba
Celta y Burgos ya están en primera división. El equipo vigués, tras unos comienzos decepcionantes, de la mano de Carmelo, ha realizado un sprint fantástico. El Celta ha retornado a la división en la que ha sido un clásico. El conjunto vigués, pese a sus descensos, es de los que poseen categoría de gente principal.
El Burgos, pese a tropezar en casa con el Recreativo de Huelva, también ha retornado a la primera división en la que estuvo dos temporadas. El Burgos ha hecho una buena campaña y en el momento del éxito se ha encontrado con un empate inesperado, con el fichaje de su entrenador Lucien Muller por el Zaragoza y la dimisión de su presidente, señor Martínez Laredo. Son los contrastes de este deporte tan contradictorio.
El Málaga de Pavic tiene prácticamente asegurado el ascenso, ya que el Valladolid fue incapaz de puntuar en Puertollano. El Málaga no ha tenido un ascenso cómodo y prueba de ello es que todavía necesita obtener un punto.
La segunda división, a costa de los últimos resultados, ha complicado aún más su tabla. Ni siquiera el Tarragona está matemáticamente en el foso de tercera, lo que no quita para que, junto al Tarrasa, tenga las máximas posibilidades para confirmar el desastre. La promoción y el descenso afectan a la mitad de la tabla. Incluso el Calvo Sotelo, aspirante al ascenso durante mucho tiempo, está en trance comprometido, aunque más bien en pura teoría.
La lucha por la salvación se ha animado con las victorias de Murcia y Castellón. La solución, aplazada.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.