Björn Borg regresa al Godó 50 años después y con él, su leyenda en Barcelona
El legendario sueco vuelve al club en el que triunfó hace medio siglo, con 17 años, y donde además de dos títulos, los de 1975 y 1977, dejó trazos de su particular estilo

En los entresijos del Real Club de Tenis Barcelona, se esconde la “zona del snack”. Al menos, así la denominan sus trabajadores. Mientras los cafés y bocadillos van y vienen, un mural con 71 carteles decora la entrada del lugar: uno por cada campeón del Trofeo Conde de Godó desde 1953, año de su fundación. Rodeado por las fotografías que homenajean los logros de Rafael Nadal, Manuel Orantes o Balasz Taroczy, se encuentran las de Björn Borg: doble ganador del torneo catalán, en las ediciones de 1975 y 1977.
“Cuando levantó la copa, no se esperaba que fuera tan pesada. Hizo como un amago de que se le iba a caer”, cuenta Rafael Seguí, fotomanager del certamen, sobre la primera vez que el tenista sueco se proclamó vencedor en el club de Pedralbes. Este año, se cumple el 50º aniversario del primer título de Borg en Barcelona. De aquella victoria en la final ante el italiano Adriano Panatta. Por eso, medio siglo después y en plena Semana Santa, el Vikingo de Hielo se paseó estos días por las instalaciones del RCTB.
En parte, para ver el estreno de su hijo Leo en el Godó, que cayó el pasado sábado en primera ronda ante el británico Jacob Fearnley (7-5 y 7-6); en parte, para disfrutar del tributo que estaba previsto realizarle este martes por su incipiente triunfo en la Ciudad Condal. Finalmente, el torneo suspendió el acto, ya que Borg adelantó su salida de la ciudad por motivos personales, según informó la organización.
“Llegó aquí con 17 años. Le inscribió su entrenador, Lennart Bergelin, participante y cabeza de serie en la primera edición del torneo”, recuerda Pere Hernández, responsable del archivo histórico del Real Club de Tenis Barcelona. Entonces, un joven Borg ya sabía lo que era competir contra jugadores españoles.
Pocos meses antes de debutar en el Godó, en 1973, ya se había enfrentado al equipo nacional en la Copa Davis, en Bastad. Su juego, todavía embrionario, era un atractivo para el público internacional. Al igual que su larga cabellera, característica física que le hizo convertirse en el “niño guapo” de la época, según Seguí, en gran parte como resultado del amarillismo de la antigua prensa británica.
Cordajes y una apuesta
Aun así, la actitud “tranquila y educada” del tenista, propia del carácter nórdico, hicieron del 11 veces ganador de Grand Slam un auténtico ídolo de masas. Quizá, por su juego agresivo desde el fondo de pista; quizá, por su inconfundible revés a dos manos; o quizá, también, por sus peculiares manías con las raquetas. “Jugaba con una tensión tan alta que no era normal. Él llevaba a encordar 10 o 12 por la mañana. Cuando se las daban, las cogía, chocaba unas con otras y escuchaba el sonido de las cuerdas. Al final, se quedaba con cuatro o cinco como mucho. Las otras las devolvía para encordarlas otra vez”, relata Pere Hernández.

Sea como fuere, la naturaleza competitiva de Björn Borg no dependía solo del estado de las raquetas, sino que era algo intrínseco a su personalidad. Como cuando se apostó con un responsable del club en 1977 —fecha de su segunda conquista en Barcelona— que “ganaría a Eddie Dibbs los dos primeros sets 6-0 y 6-0, en semifinales”. “Y lo hizo”. Venció. Con un 6-4 en el tercer set. “En aquellos tiempos, se jugaba a cinco sets y Dibbs era uno de los grandes en tierra batida”, subraya el exjefe de prensa del torneo catalán.
Y añade lo siguiente: “Estuvo con fiebre alta toda la semana. Era tan superior que era una locura. Salía, jugaba y se metía en la cama del hotel”. En esa edición del campeonato, el tenista de Estocolmo no cedió ningún set a partir de la tercera ronda, incluyendo la final contra Manuel Orantes (6-2, 7-5 y 6-2). Cuatro temporadas antes, el exjugador granadino le había eliminado en las semifinales. Con todo, Borg mantenía una buena relación con él.

Era un tipo con valores. Cuando era pequeño, una vivencia personal acabó marcando su temperamento. “Su madre le castigó seis meses sin poder jugar al tenis, porque se había comportado mal en una pista. Él, al estar todo ese tiempo sin competir, le dijo que nunca más se portaría mal. Fue siempre una persona supercorrecta”, comenta Hernández sobre la idiosincrasia del sueco. Una identidad que también la traspasaba a otros ámbitos de la vida, más allá del circuito.
“Tenía fama de ser revoltoso y protestón, pero era muy formal y callado”, rememora Seguí. “Así como podías ver a Orantes jugar una partida de ajedrez con Ilie Năstase en el club, a él no. No se reía casi nunca, no jugaba con nadie”, desliza el histórico fotoperiodista. No obstante, sí hay momentos en los que la sonrisa del sueco se esboza. Los dos carteles situados en la “zona del snack” del RCTB, que ensalzan a Borg como campeón del Godó en 1975 y 1977, así lo demuestran.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.