Rafa Jódar, un campeón júnior con 190 centímetros y la impronta de Leganés

Cuentan que Rafa Jódar, un chico de Leganés que tiene 17 años y que desde este sábado es también campeón del US Open júnior, es cabezota como él solo y que el empecinamiento se traduce en su desempeño en las pistas. Así se entiende el éxito logrado en Flushing Meadows, territorio que en las últimas fechas se ha convertido en una verdadera veta para el tenis base español: tres triunfos masculinos en los cuatro últimos años. Cuatro en total. Le precedieron el abulense Daniel Rincón (2021) y el también madrileño Martín Landaluce (2022), sucesores ambos de Javier Sánchez Vicario (1986). Ahora alza el trofeo él, superior en el desenlace del torneo al noruego Nicolai Budkov Kjaer, remando a contracorriente y con fe: “Los partidos dan muchas vueltas”, recuerda. Y así es: 2-6, 6-2 y 7-6(1), en 2h 06m.

“Creo que lo he conseguido gracias a mi mentalidad y a mi forma de ser”, transmite en la sala de conferencias el joven campeón, que ha logrado voltear el duelo merced a esa tenacidad de la que ha ido haciendo gala estos días en Nueva York. Ya había tumbado al tercer y al segundo cabeza de serie —Rei Sakamoto y Kaylan Bigun, respectivamente—, y en última instancia ha podido con el primer favorito y número uno de la categoría, además de campeón en Wimbledon, el nórdico Budkov Kjaer (1º). Muy meritoria esta última victoria, teniendo en cuenta que ha sido capaz de levantar el set adverso y el 3-4 del parcial definitivo, y de salvar finalmente un 15-40 con cuatro iguales. Lo dicho, duro de mollera. La impronta clásica de la aguerrida escuela española.

“En el primer set las cosas no salían, así que he dado un paso adelante”, prolonga Jódar, cuyo relato comienza en un garaje, donde comenzó a pelotear en compañía de su padre, en Leganés. Se le daba bien al niño, de modo que se inscribió en el Club de Tenis Chamartín y allí empezó a pulir su juego hasta que alternó la preparación con la BTT Tennis Academy de Barcelona. De ahí al desembarco y el vuelo en los torneos de categoría nacional e internacional, y el brillo de ahora sobre el asfalto neoyorquino, donde ha exhibido su atractivo potencial, acorde al patrón moderno. Se trata de un jugador de tallo largo (1,90), físicamente todavía por hacerse —acné en ambas mejillas— y que edifica su juego sobre el servicio y los golpes profundos.

A Jódar le inspira la resiliencia de Rafael Nadal, y precisa que tuvo la oportunidad de pelotear en una ocasión con Carlos Alcaraz. “Muy buen jugador, pero sobre todo muy buena persona”, recalca él, chico disciplinado, de buen revés y que se identifica con el italiano Jannik Sinner tanto por la fisonomía —extremidades largas y delgadez— como por la forma de pelotear. “Al principio no encontraba mi juego, pero luego he cambiado algunos detalles y, sobre todo, la mentalidad. He creído en mí mismo, y he sacado y restado mejor”, agrega el madrileño, que a su vez destaca “la calma” y “la intensidad” como elementos diferenciales en una final con ruido, el procedente de la pista anexa; ahí, al lado de la 11, una inoportuna ceremonia.

“Han detenido el juego cinco o diez minutos, pero he intentado tomármelo con tranquilidad, y al final me ha salido bien”, prosigue Jódar, apoyado sobre la teoría del “punto a punto, sin mirar más allá”. En el desempate final, sin embargo, aún menos margen: “Tiro a tiro”. Así inscribe su nombre en el historial de Nueva York y en el de los júniors españoles. Nombres ilustres, entre ellos; 14 chicos y tres chicas. Abrió camino Andrés Gimeno (Roland Garros 1955) y abundaron los éxitos en París (10); el último, el de Paula Badosa en 2015. En Wimbledon fueron tres. Ahora llega otro laurel entre la humedad de Flushing Meadows, con acento madrileño y muchos centímetros. Jódar, otro rastro a seguir de la inagotable y envidiada factoría española.

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