Un regalo de cumpleaños para el papa Francisco
La Copa pasará a la historia como el trofeo futbolístico aplaudido y seguramente bendecido por primera vez por un sucesor del apóstol Pedro
El papa Francisco, el primer pontífice argentino de la Iglesia, cumplió 86 años la víspera de la final del Mundial y nadie hoy que conoce su pasión por el fútbol duda que pidió de regalo al cielo la victoria.
Jorge Mario Bergoglio se caracteriza por ser el primer Papa único en tantas facetas: el primero de la periferia del mundo, el primero que tuvo novia, el primero que dejó de llamarse Papa, el primero que no quiso vivir en los lujosos Palacios Vaticanos, sino en un pequeño hotel, el primero empeñado en que la mujer pueda llegar a la jerarquía de la Iglesia. Y el primero a quien le gusta el fútbol de verdad.
Los próximos días sabremos con certeza que Francisco vivió el Mundial con la pasión de un argentino más, con los nervios a flor de piel rezando a su buen Dios para que le hiciera el milagro como regalo de su cumpleaños. Y no cabe duda de que ha sido uno de los millones de argentinos que habrá agradecido al cielo el milagro. Y gritó con ellos.
Sabremos pronto su reacción y felicidad convertido en un aficionado más entre millones de argentinos, porque el papado no le ha robado su espontaneidad y el gusto por la alegría y las emociones. Es un papa que se identifica con la gente sobretodo con la que más sufre y con la que más disfruta.
Ama la vida y sus pequeñas felicidades y es de los que saben que para millones de personas en el mundo, sencillas o intelectuales, trabajadores o pensadores, el fútbol es más que un deporte. Por ello despierta tantas emociones. Y el papa Francisco ni un solo día ha dejado de sentirse uno más entre los que disfrutan entre oración y oración de verse un partido de fútbol.
Sí, Francisco es el único Papa al que le ha coincidido que su país gane un Mundial de fútbol durante su Pontificado. Y como me escribe un amigo muy futbolero y muy del Papa argentino, algo habrán podido servir sus oraciones secretas, sin que las oyeran los franceses, pidiendo a su Dios que ganara su Argentina.
El papa Francisco refleja una rara solidariedad no sólo con los que sufren, con los excluidos de la vida, con los que esta Navidad sufrirán el hambre, sino que tiene esa rara cualidad de alegrarse con la felicidad de los demás. He conocido a siete papas, desde Pio XII a hoy y nunca vi a un pontífice reir y divertirse tanto hasta con las cosas más pequeñas. De él sabemos hasta lo que le gusta comer y que se divierte cocinando.
Sí, esa Copa argentina ganada entre calambres de estrés y de emoción hasta el último penalti pasará a la historia como el trofeo futbolístico aplaudido y seguramente bendecido por primera vez por un sucesor del apóstol Pedro.
Y sí, ha sido una Copa también papal y que no se me enfaden los ateos profesionales, porque además, Francisco es también el primer Papa que hizo siempre buenas migas con los que no creen como él. Siempre dijo que los verdaderos creyentes más que los que creen en Dios son los que creen, ayudan y aman a su prójimo. “Cuando encuentro a alguien no le pregunto en qué Dios cree, sino si se preocupa y ayuda a los demás”, escribió antes de ser Papa.
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