“Si Lewandowski fuera argentino, igual mete cinco”
El ultradefensivo técnico polaco, Czeslaw Michniewicz, se entrega al meta Szczesny, que le detiene un penalti a Lionel Messi
Después del costalazo contra Arabia Saudí, en los chat de aficionados argentinos la gente no solo estaba indignada por el resultado. “¿Quiénes son esos que han viajado hasta Qatar y no animan?”, se preguntaban muchos cabreados. Cuatro días después, la victoria ante México tuvo efectos tranquilizadores para la masa. Por el resultado y porque en primera línea de la grada se había adivinado la presencia de barras bravas que sí habían alentado al equipo como un sector nada despreciable de la gente esperaba desde sus casas. “En realidad, son barras de segunda línea. Aquí no está [Rafa] Di Zeo [histórico líder de La 12 de Boca]”, puntualizaban algunas personas con conocimiento de causa en los corrillos de los estadios. Este miércoles, frente a Polonia, todos volvieron a quedar en paz, por el pase y por la grada del estadio 974, el de los contenedores y el único para el que apenas se excavó en el suelo. Una pequeña guarida albiceleste.
Finalmente, Argentina acabó primera de grupo tras un arranque muy frustrante y desconcertante contra Arabia Saudí y el sábado (20.00) le espera la sorprendente Australia. Desde su fracaso en Corea y Japón 2002, no falla a la hora de sacar la nota minimísima de pasar el primer corte.
Polonia no lo hacía desde 1986 y lo consiguió en diferido, con el partido ya acabado y preguntando a la grada y a todo el que pasaba por el césped qué estaba ocurriendo en el México-Arabia Saudí. Su pase se confirmó por un gol de diferencia respecto a los aztecas, el que le metió Arabia al equipo de Tata Martino en el 95, aunque durante un tramo de ese desenlace de tabletas y móviles todos se pusieron a hacer cuentas con el número de tarjetas recibidas por ambos conjuntos. Ese era el factor clave cuando los dos choques iban 2-0, y ahí también salían ganando momentáneamente los europeos.
“Teníamos gente controlando el otro partido y sabíamos que las tarjetas podrían decidir. A los jugadores no les queríamos informar, pero en algunos momentos he tenido que hablar con Robert [Lewandowski]. Mi staff me había comentado que solo había dos o tres de diferencia. Los que entraban desde el banquillo recibían la consigna de evitar amarillas. No podían protestar al árbitro ni cometer agarrones”, explicó el técnico polaco, Czeslaw Michniewicz. “También hemos metido un delantero [Piatek] para intentar marcar un gol, pero Argentina nos empujó para atrás”, justificó. En realidad, a Polonia la portería rival le quedó a tres lunas desde el pitido inicial. No remató a puerta ni una vez (los albicelestes, 12).
Michniewicz, un personaje singular que no dejó de reclamar a los periodistas locales que estuvieran felices por la clasificación sin importarles el estilo de juego de la selección ni la carambola final, contó en la previa que él de pequeño simpatizaba con Argentina, que recordaba mucho a Kempes en el Mundial del 78, y que en la última década ha viajado varias veces a Barcelona a ver a Messi. Le dio, incluso, por establecer una curiosa comparación entre La Pulga y Alberto Tomba, el legendario campeón de esquí, porque las conducciones del albiceleste, explicó, le llevaban mentalmente al eslalon sobre nieve del italiano. Al final, una buena excusa para agarrarse a su espíritu defensivo y, de paso, hacer un sincero homenaje a Qatar: colocar vallas en todos los rincones del área propia para rascar el empate que, en principio, le valía. No lo logró, pero también terminó feliz.
Ninguna valla más eficaz que su portero, Wojciech Szczesny, un verdadero valladar con nueve paradas (cero su colega Dibu Martínez), incluida un penalti a Messi, que sumó otro momento amargo desde los 11 metros. Es el jugador que ha fallado más desde esa distancia en los mundiales (dos, igual que el ghanés Asamoah Gyan) y en la Champions (cinco, como Thierry Henry).
En la otra orilla, Lewandowski pasó la noche en la más absoluta de las soledades. “Necesitaba recibir balones, no se los hemos llevado”, admitió su técnico. “Si Robert jugara en Argentina, igual habría metido cinco. ¿Messi no ha marcado, no?”, remató el entrenador polaco, muy cómodo en el cuerpo a cuerpo. La cita se había presentado como un inevitable Messi-Lewandowski, que se saludaron de forma protocolaria y nada más, pero la trama derivó en un Szczesny-Messi. Hasta que al décimo intento albiceleste Mac Allister acertó.
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