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Mundial Fútbol femenino
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De cuando no éramos soldados en Sudáfrica

Del Bosque intentó quitarle hierro al asunto diciéndonos que no estábamos allí para defender un país, que aquello no era o todo o nada, era solo fútbol

David Villa celebra junto a Xavi un gol de España en la fase final del Mundial de Sudáfrica 2010.
David Villa celebra junto a Xavi un gol de España en la fase final del Mundial de Sudáfrica 2010.Alejandro Ruesga
David Villa

Sentarse a ver la tele a las nueve o las diez de la mañana no es lo más habitual. Pero, como muchos estos días, estoy siguiendo el Mundial de Australia y Nueva Zelanda. Y no solo los partidos de España, que está haciendo un gran papel. Me ha llamado especialmente la atención la competitividad de algunas selecciones, las sorpresas que ha habido. Y cómo algunas de las favoritas se han ido quedando por el camino, como Estados Unidos.

El fútbol es un deporte pasional, de muchos sentimientos, en el que se pone mucho entusiasmo y corazón, más todavía en una competición como un Mundial. Me vienen muchos recuerdos a la cabeza. Por ejemplo, de cómo pasada la fase de grupos, vives con una sensación extraña. Sabes que después de cada partido te puedes ir a casa. O seguir. Pero tienes la maleta preparada para poder irte. Recuerdo perfectamente esa incertidumbre en cada eliminatoria. Aunque, lógicamente, los que perviven son los mejores recuerdos, en nuestro caso recuerdos muy bonitos que nos llevan a Sudáfrica. A aquel verano (invierno por allá abajo) en que fuimos tan felices. Porque no tuvimos que cerrar la maleta hasta después de la final.

Recuerdo los nervios de aquellos días previos al partido de la final contra Holanda. No teníamos muchos inputs del exterior, estábamos aislados, sin poder estar casi apenas con la familia. Pero por el móvil nos llegaban muchos mensajes, nos contaban cómo se estaba viviendo en España... Por eso sentía nervios. Y, sobre todo, tenía muchas ganas de que llegara la final. En esos momentos, solo quieres que pasen las horas rápido para jugar.

El ambiente en la concentración era muy bueno. Estábamos convencidos de que podíamos ganar y teníamos mejor equipo que Holanda. Intentas normalizar la situación, pero lo consigues hasta cierto punto. Es imposible no pensar que tienes a todo un país detrás de ti. Esos nervios, esa incertidumbre, te hace más difícil conciliar el sueño. E incluso se te cierra el estómago y te cuesta un poco más comer. Estás todo el tiempo pensando en el partido. Sé que hay compañeros que apenas pegaron ojo la noche de antes a la final. Yo sí que pude dormir la noche previa, pero, habitualmente dormía la siesta el día del partido y ese día estuve tumbado escuchando música porque no pude hacerlo.

Cada uno intenta manejar esa presión de la mejor manera posible. Son muchas horas e intentas evadirte. En Sudáfrica dormíamos en habitaciones individuales, pero pasábamos mucho tiempo juntos; nos encontrábamos en la habitación de alguno, jugábamos a las cartas, charlábamos y pasábamos el rato, intentando no pensar mucho. Porque ni siquiera tienes la certeza de si serás titular. No lo sabes hasta la charla previa, aunque yo lo podía intuir porque había sido titular todos los partidos anteriores.

Recuerdo bien la charla del míster. Del Bosque intentó quitarle hierro al asunto diciéndonos que no éramos soldados que estuviéramos allí para defender un país. Aquello no era o todo o nada. Solo teníamos que intentar disfrutar del partido. Claro que iba a ser importante para el país ganar, pero al final aquello era un juego, era solo fútbol. Nos intentó quitar presión.

Solo cuando suena el pitido final te das cuenta de lo que has conseguido. No eres consciente hasta entonces porque has ido pasando entrenamientos, rondas previas, nervios… pero cuando se pita el final piensas: “Ya está, no hay nada más, somos campeones, se acabó la tensión”.

Alguna vez llegarán la segunda, la tercera estrella, ojalá sea pronto, pero la primera siempre será esa. Y la felicidad fue total.

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