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Rapinoe y Marta dicen adiós, pero su legado queda para toda una nueva generación de futbolistas

Dos referentes históricas del fútbol femenino y de la lucha por la igualdad cuelgan las botas tras la eliminación precoz de sus selecciones en el Mundial

Women's World Cup 2023
Megan Rapinoe tras fallar el penalti en los octavos contra Suecia.ASANKA BRENDON RATNAYAKE (REUTERS)
Irene Guevara

Nadie quiere despedidas amargas. Nadie quiere fallar un penalti decisivo. Nadie quiere terminar su carrera tras una agridulce derrota. “El fútbol a veces es cruel”, sentenció Megan Rapinoe (38) tras el partido de EEUU contra Suecia que machacó el pase a cuartos y los sueños de las americanas de revalidar su título como campeonas del Mundo por tercera vez consecutiva. Su Balón de Oro en 2019, sus dos títulos mundiales con la selección y su última conquista, la Medalla Presidencial de la Libertad el año pasado, atestiguan a la gran jugadora californiana, que dice adiós al fútbol tras 14 años detrás del balón. Pero hay mucho más detrás del deporte: una lucha incesante por los derechos de las minorías, de las personas LGTBIQ+, de las racializadas, por la igualdad salarial y la visibilización de la salud mental. Ahora, da un paso al lado y se aleja de los terrenos de juego. “Me toca tener otro papel”, completó en el anuncio de su retirada.

El Mundial de Australia y Nueva Zelanda ha recordado que los mitos no son eternos. Pero su legado sí. El abandono temprano de EEUU en la Copa del Mundo, pionera del soccer femenino, no es el único que deja huérfanos a referentes intergeneracionales. Brasil, la perla internacional eliminada en la fase de grupos por Jamaica, se vio forzada a despedirse de Marta Vieira (37), el perpetuo número 10 brasileño y su jugadora más emblemática. Para muchos simplemente era Marta. Sin apellido. Pasó de ser llamada La Pelé con Falda a ponerle nombre y cara al fútbol femenino. Marta simboliza la lucha contra las instituciones, contra la FIFA y su propia federación. Contra la prensa, a quien habló claro en su última aparición en la previa contra Jamaica, sin saber que poco después quedarían eliminadas de la Copa del Mundo. “Cuando comencé a jugar no tenía una ídola del femenino. Vosotros no mostrábais el fútbol femenino”, arremetía entre lágrimas contra los periodistas. “Hoy salimos a la calle y la gente nos para. Nos dicen ‘mi hija te adora, ella quiere ser como tú’. Hemos abierto puertas para la igualdad”, comentaba la brasileña, que jugó por primera vez un Mundial en 2003 y esta era su sexta participación como absoluta internacional.

Rapinoe, más que una pionera en derechos

A Rapinoe es fácil reconocerla por su mítico pelo corto rosa -ahora con tonos verdosos-, y por su elaborado y técnico estilo de juego. Con el número 15 de la selección a su espalda y el brazalete de capitana, es una centrocampista con una obsesión sobre el terreno de juego: marcar goles. Fuera, una pionera en la lucha por la igualdad salarial y la defensa de las minorías. Ninguna causa queda fuera de sus alas. Desafió a Donald Trump, sin tapujos, tras vencer a Francia en el Mundial en 2019 y ganar la Bota de Oro. “No iré a la puta Casa Blanca”, compartió la estadounidense, que tras levantar la copa del Mundo, ofreció un discurso delante de miles de personas que atestiguaba el legado social que estaba construyendo: “es nuestra responsabilidad hacer el mundo un lugar mejor. Sí, hacemos deporte. Sí, somos futbolistas. Pero somos más que todo eso”.

Rapinoe marcó un antes y después para las mujeres LGTBIQ+ en el fútbol. Fue en 2012, en la previa de los Juegos Olímpicos, cuando explicó abiertamente que era homosexual en la revista Out al dar a conocer su relación con la australiana Sarah Walsh. Años más tarde, en 2020, se comprometió y casó con la jugadora de baloncesto Sue Bird (42). Desde entonces, ha liderado una larga lucha ascendente con diversas campañas contra la homofobia y la transfobia y, sobre todo, en defensa de los menores. Es por ello que 2022 saltaba al campo de Texas con un potente mensaje: Protect Trans Kids. En el campo, sus gestos eran observados con lupa. En 2016 apoyó al jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, que se arrodillaba al sonar el himno de Estados Unidos como protesta contra la violencia policial. Al igual que Kaepernick, Rapinoe se arrodilló en distintos partidos de liga. Las críticas no tardaron en llegar. “Los comentaristas conservadores en los medios inmediatamente comenzaron a gritar que arrodillarse durante el himno era una falta de respeto a los militares”, explica Rapinoe en su libro.

En 2020 su campaña por la igualdad tomó otra dimensión con el Equal Pay for Equal Play. Su activismo militante -se nombró a sí misma una “protesta andante”- contra la desigualdad salarial logró que en febrero del año pasado se alcanzase un acuerdo con la Federación de Fútbol para compensar a las jugadoras de la selección de EEUU. Históricamente los hombres percibían 5.000 dólares por partido, mientras que ellas tan solo recibían un pago si derrotaban a equipos clasificados entre los 10 mejores de la FIFA. Los directivos, después de que el caso se llevara a un organismo federal, aprobó un pago de 24 millones de dólares: 22 millones se repartirían a las futbolistas en activo, y los otros dos cuando se retiraran. Con Rapinoe como líder de la selección estadounidense no solo lograron la imbatibilidad, sinó también avances sociales y una primera piedra para muchas selecciones y equipos que compiten a alto nivel.

Marta, de la ilusión brasileña en los noventa a los récords mundiales

A Marta le enseñaron que no era normal que una niña jugara al fútbol. Pero ella nunca lo quiso aprender. Delantera rápida, del fútbol brasileño de regate y caño. La leyenda brasileña marchó, de manera precoz con 14 años, tres días en bus a Río de Janeiro para jugar en el Vasco de Gama, en persecución de sus sueños. Cuatro años más tarde dio el salto a Europa, y desde 2017 milita para Orlando Prisa. Tras una carrera de más de dos décadas, ha logrado ser la máxima artillera de Brasil -alrededor de 120 goles, más que los 77 tantos de Pelé y Neymar- y la jugadora que más tantos ha anotado en un Mundial, femenino o masculino, con 17 dianas en 20 encuentros. Balón de oro en 2010, la máxima goleadora de los mundiales asistió a cinco Juegos Olímpicos, tres Copa América y una Champions League Femenina.

Marta Vieira durante un partido de las selección de fútbol de Brasil.
Marta Vieira durante un partido de las selección de fútbol de Brasil. © GETTYIMAGES

Cambió las normas para toda una generación. Y las que han seguido. Revolucionaria delante de los micros y en el campo. En su lucha para lograr la igualdad, desde 2019 se negó a utilizar botas con patrocinio de marcas deportivas con el objetivo de concienciar sobre el desnivel que ofrecen a hombres y mujeres. “No vais a tener una Marta para siempre. El fútbol femenino depende de vosotras para sobrevivir. Tienes que llorar al principio para sonreír”, dijo tras la eliminación en octavos de final ante la anfitriona Francia en el Mundial de 2019.

Marta se dirigía a las niñas, al futuro del femenino. Mientras las dos históricas dan por finalizada su carrera sobre el césped, otras jóvenes perlas dan sus primeros pasos internacionales. Casey Phair (16, República de Corea) es la futbolista más joven convocada para el Mundial de Australia y Nueva Zelanda. Le siguen jugadoras como Giulia Dragoni (16) que debutó con la selección italiana y se convirtió en la nueva estrella al dirigir su equipo desde la mediapunta. Linda Caicedo, Salma Paralluelo, Alyssa Thompson. Nombres jóvenes que resuenan en el Mundial. Rapinoe y Marta siempre fueron mucho más que futbolistas. Ellas, como jugadoras, terminan aquí, pero el fútbol femenino continúa creciendo. Marta lo tiene claro: “Para ellas es solo el comienzo, para mí es el final”.

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