Marc Márquez pone fin al calvario: “He renunciado a cosas que pesan mucho en mi corazón”
El piloto español se emociona después de ganar tan cerca de casa, y con todo su núcleo duro presente en Motorland para una ocasión única y especial
Resopla en el podio, apenas contiene las lágrimas mientras suena el himno, una sensación que apenas recordaba. Casi tres años han pasado, pero Marc Márquez vuelve a ser él mismo, a celebrar más y mejor que nadie una victoria, la número 60 de su trayectoria en MotoGP. Sonriente, extasiado, difícil describir las sensaciones. “Una mezcla de adrenalina y emoción”, dice él. Quiere bailar y le pide al DJ que suba el volumen, se lo pasa bomba con la afición, entregada en la invasión de pista. “Hacía mucho que no me sentía así”, reconoce.
Por esto ha peleado tanto, por esto abandonó Honda y apostó por un equipo satélite y una Ducati del año pasado. Era la mejor vía, la única, de hecho, para demostrarse a sí mismo que todavía podía ser el mejor Marc Márquez. “La venía persiguiendo, y se me ha hecho muy largo. En el segundo tramo de la carrera me ha costado concentrarme, todo lo que he pasado me venía a la cabeza, no podía parar de acordarme de todos los que me han ayudado todo este tiempo”, decía. El catalán coloca este triunfo a la altura del primero logrado en la categoría reina, en Austin 2013, y el primero después de su accidente en julio de 2020 en Jerez, donde empezó su calvario, en Sachsenring en 2021.
Cuatro operaciones en dos años para solventar sus dolores persistentes en el brazo derecho, que arrastró desde entonces hasta el año pasado. Por medio, otro episodio de diplopía (visión doble), un mal que amenazó hasta tres veces con liquidar su trayectoria. Cuando amanecía por fin físicamente, en 2023 firmó su récord de caídas, un total de 29, en el que a la postre fue su último curso con Honda. Tuvo que volver a pasar por quirófano nada más empezar la temporada pasada al fracturarse el pulgar derecho. De nuevo nubarrones en el horizonte. “La mochila pesaba mucho, y al cruzar la meta me he sentido tres o cuatro kilos más ligero”, comentaba. “Tiene un valor diferente. He renunciado a muchas cosas que pesan mucho en mi corazón: al equipo de mi vida, a mis amigos aquí dentro del paddock, lo he luchado mucho, todo para disfrutar el máximo tiempo posible de mi gran pasión”.
Su familia, la de casa y la de las carreras, han sido su principal punto de apoyo cuando todos los males arreciaban. “Aunque un deportista esté solo en pista, no está solo en casa”, esgrimía, acordándose de todas y cada una de las personas que siempre han estado allí, a su lado. El primero, su hermano Álex, ambos inseparables. “Estoy muy feliz por él. Se lo merece, ha trabajado más que nadie para conseguirlo”, celebraba a pesar de no estar para muchas celebraciones tras su accidente con Pecco Bagnaia. En su antiguo garaje, el del equipo oficial de Honda, también hubo aplausos y vítores. “Nos alegramos, y mucho. Nos encanta que le esté yendo tan bien. Él ha hecho mucho por la fábrica, nos ha dado muchos títulos, y hemos vivido muchos momentos, buenos y malos”, comentaba Alberto Puig a EL PAÍS. “Nuestra relación va más allá de lo laboral, y los momentos duros fueron los que más nos unieron. En el éxito nadie se acuerda, pero en el precipicio es cuando todo el mundo suspira por esa palmadita en la espalda”, añadía el director deportivo de la marca japonesa.
Con ellos, en el citado GP de Alemania de 2021, casi 600 días sin ganar entonces, Márquez también derramó lágrimas. Pensaba que ya había pasado lo peor de su tortura, pero no, quedaba más todavía, más de 1.000 días. En Aragón, por fin, se libró de sus fantasmas de una vez por todas. “Allí venía de un momento muy difícil, la lesión estaba muy reciente, y todavía quedaban operaciones en el brazo, aunque en ese momento no lo sabíamos”, recordaba José Luís Martínez, su mano derecha dentro y fuera de los circuitos, a este periódico.
El año pasado, entre las pruebas en Alemania y los Países Bajos en verano, Marc dejó de ser Márquez. “Ha habido baches, y ya reconocí que hubo momentos en que me planteé parar y dejarlo todo, hace cosa de un año no sabía si se me había pasado el arroz”. Decidió no participar en esas dos carreras, retirarse preventivamente, dolorido físicamente, pero sobre todo roto mentalmente. “No se divertía, y si no se divierte, él para. Necesita pasarlo bien en el circuito, pero también en el gimnasio, sobre la bici, nadando...”, constataba su amigo. “Estaba triste sobre la moto, y esto nos dolía a todos. Verle feliz, estar a gusto, tranquilo y relajado, es lo que ahora nos calma a todos aquellos que le conocemos bien y le queremos”, agregaba.
A pesar de ese hartazgo, despedirse de su familia en las carreras le costó todavía muchísimo. No fue hasta octubre que comunicó su salida de Honda y su desembarco en Gresini, su catapulta dentro del ecosistema de Ducati, la moto a la que todos los pilotos querrían subirse. “Él no estaba a gusto, no lo veía. Y tuvo suerte de que Honda respetó su deseo de marchar, algo que no pasa en cualquier sitio”, reflexionaba Puig. “Jordi, Carlos, Santi, Gino… Todavía nos vemos en el paddock, y Marc va a tomarse un café con ellos de vez en cuando. Son muchos años, y es muy bonito e importante mantener ese vínculo. Ellos son los primeros que se alegran de ver a Marc en esta situación de felicidad”, celebraba Martínez.
“Ya era hora”, le espetó Roser, su madre, nada más verle. Se fundieron en un abrazo y lloraron desatados. Poder estar tan cerca de casa, con todo su núcleo duro presente, desde el padre, Julià, a su pareja, Gemma, una más de la familia y otro pilar fundamental que llegó precisamente para apoyarle en su peor momento deportivo. “Esto solo acaba de empezar”, avisaba en el parque cerrado, sus primeras palabras. Ya más relajado, no apuntaba al Mundial todavía. Prudencia, sigue lejos. Sí reconoció que solo le queda seguir empujando hacia adelante. “Soy ambicioso, quiero más podios y por qué no, más victorias, encontrar esa consistencia que necesitamos para pensar en ganar campeonatos. Lo más importante para mí es seguir divirtiéndome”, concluía.
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