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Pau Echaniz, un caballo salvaje que se cuelga el bronce en K-1 slalom

El piragüista, entrenado por su padre, que es también el preparador y pareja de Maialen Chourraut, sube al podio tras pasar a la final con el peor tiempo

Pau Echaniz Juegos Olimpicos
El español Pau Echaniz celebra al finalizar su descenso y colocarse, provisionalmente, primero.Kirsty Wigglesworth (AP)
Lorenzo Calonge

A Pau Echaniz, a veces su padre le tiene que pedir que se haga la cama. El hijo, en un ataque díscolo de joven de 23 años, se resiste solo por fastidiarle. El brillante medallista de bronce en K-1 slalom en el canal de Vaires-sur-Marne tiene dos caras, según contaba su padre hace unos días en Radio Nacional: un espíritu artístico y un alma de tiburón en el canal. Las dos se fundieron este jueves al este de París para bordar un tercer puesto que fue difícil de anticipar si se atienden a los tiempos de la semifinal. El vasco, el número 30 del ranking mundial, pasó con el peor registro de los 12 finalistas y acabó subido al podio. Y a una uña del oro.

Pau es hijo de Xabi Echaniz, olímpico en Barcelona 92 y Atlanta 96, y entrenador y pareja de Maialen Chourraut, la triple medallista olímpica. Desde 2021, además de recordarle las tareas domésticas más básicas, Xabi también dirige a su vástago. Este jueves, nada más confirmarse el metal, empezó a dar palmas a lágrima viva con ese pelo rubio de estilo surfero.

“He ido como un caballo salvaje, muy suelto, muy seguro. En todo momento sabía lo que hacía y me ha salido. Es un sueño que tengo hace mucho tiempo. No sabes cuánto he pensado en esta bajada”, explicaba eufórico Pau. Sobre la meta marcó un tiempo de 88,87 segundos tras golpear con el hombro derecho en la puerta 19 (de las 23 del recorrido), lo que le penalizó con dos segundos. Sin esa infracción hubiera estado en tiempo de oro porque el campeón, el italiano Giovanni de Gennaro, solo empleó 65 décimas menos. Echaniz fue el único de los tres integrantes del podio que aguantó en las posiciones de honor con un obstáculo tocado. Así de bueno fue su descenso entre remolinos y corrientes deslizando el kayak. La plata fue para el francés Titouan Castryck.

“He cosido una manga casi perfecta, salvo ese toque”, analizó el joven haciendo un guiño a su otra vida, su otra cara: la artística, la dibujante. De ocho a dos de la tarde, estudia Moda y Patronaje en San Sebastián. Ha creado ya una marca, Ranger Universal, y ha llegado a confesar que a algunos viajes de piragüismo se lleva la máquina de coser.

Hijo de palista y viendo a diario cómo su padre entrenaba a Maialen Chourraut, la de Pau Echaniz es una de esas vidas predestinadas a las aguas bravas. Nadie lo obligó, pero todo le empujó a una piragua. Desde que tenía un año hasta los 19 vivió en La Seu d’Urgell, la localidad leridana que tiene un canal, pero hace un tiempo se marchó a San Sebastián. Su padre y Maialen Chourraut se marcharon allí, y él los siguió pasados unos meses. El agua helada de La Seu y sus inviernos fríos también se le hacían duros. Ahora, en el País Vasco, entrena el río Urumea, a unos ocho kilómetros de casa, en el San Miguel, en el mar y también en el canal francés de Pau, a una hora y media. Depende del día, del plan de trabajo y las condiciones meteorológicas.

No puede coincidir mucho practicando con Chourraut, porque ella lo hace mientras él va a clase, pero su padre hace lo posible por juntarlos para que se reten. Tampoco son muy parecidos deslizándose en el agua: ella es una máquina incansable a quien hay que desenchufar, mientras que él es un tiburón que también tiene sus momentos de desconexión en los que se le debe picar. “Es muy bravo en el agua, tiene una habilidad impresionante. Yo soy más hormiguita, de cada día aprender e insistir”, contaba Chourraut hace unos días en una entrevista en este periódico.

Nunca había logrado un puesto tan alto en una competición sénior. Un bingo a lo grande. Este ha sido su estreno dorado en una cita olímpica, pero ya había participado en otros desde la cocina. En la preparación de Río 2016, Xabi utilizó a Pau para espolear a Maialen en unas sesiones muy duras de tolerancia láctica en el río a pleno sol de julio. Unas semanas más tarde, ella terminó colgándose el oro. Y en Tokio fue lo que en el mundillo se conoce como abridor, los que hacen la demostración del recorrido antes de que los clasificados empiecen a competir. Lo eligieron como uno de los mejores júnior del año anterior.

En los días previos a abrirse paso en París, Pau Echaniz reconocía que hace tres años no era el favorito para figurar entre los participantes. “Año a año, he ido mejorando mucho con la ayuda de mi aita [padre]”, valoraba. Los técnicos de la federación creían que podía pasar de todo él, incluso que se estrellara, pero lo que tenían claro es que no se iba a asustar ni le iba a poder la presión. Y así ocurrió. Entró en la final con la nota raspada y cosió una bajada a puro fuego, como un toro salvaje, para agarrar un trocito de gloria olímpica. Y a partir de este viernes, también compite en el kayak cross.

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