Domar a Vinicius o trotar a su lado
El reto principal al que se enfrenta Xabi Alonso es convencer al brasileño de que no es más que los demás o convencer al resto de lo contrario


No hay mejor edad para rebelarse contra la autoridad que los 25 años recién cumplidos de Vinicius Júnior, una fase natural del nuevo paradigma de adolescencia prolongada que se puede extender hasta, prácticamente, la jubilación. Ocurre en todos los ámbitos de la vida y el padre suele ser el objeto principal de la sublevación, ya se sabe: búsqueda de una identidad propia, malas influencias de los entornos o una inquietante percepción de la estructura familiar, a menudo entendida como rígida o conflictiva por el aspirante a un nuevo orden. En el caso de un futbolista profesional, esa figura controladora o intransigente podría verse representada por el entrenador de turno, sobre todo cuando este trata de imponer algún tipo de límites a sus estrellas o priorizar la salud del colectivo por encima de las necesidades especiales de un solo individuo.
Tratar con un personaje de la exuberancia de Vinicius Júnior resulta fácil y difícil al mismo tiempo. Por un lado, bastaría con entender sus motivaciones, cuidar su ego, distinguirlo de los demás... Al Johan Cruyff futbolista lo dejaban fumar dentro del vestuario, incluso durante los descansos de los partidos, y cualquier intento de democratizar aquel hábito se estrellaba frente al razonamiento más viejo del mundo del fútbol: cuando usted haga lo que él hace, fume cuanto quiera. Pero los equilibrios actuales no permiten este tipo de exageraciones en la diferencia de trato, máxime en una plantilla como la del Real Madrid, plagada de figurones y aspirantes al trono que, difícilmente, consentirán ser menos que cualquier compañero por el mero hecho de mantener la paz social.
Ese es el reto principal al que se enfrenta Xabi Alonso en todo este asunto: convencer a Vini de que no es más que los demás o convencer al resto de lo contrario. El desplante protagonizado por el brasileño el pasado domingo obligaría a tomar medidas drásticas en un alto porcentaje de situaciones. Si fuese el pequeño en una familia medianamente estructurada, se quedaría sin cenar. Como empleado de cualquier empresa estaría de patitas en la calle, fulminado con efecto inmediato.
Y siendo un futbolista del montón, en un club del montón, acumularía grasas y calorías en la grada a base de pipas durante una buena temporada. Pero hablamos de Vinicius Júnior y del Real Madrid, dos elementos tan extraordinarios en la tabla periódica del fútbol que, combinados, hacen imposible atenerse al manual de instrucciones universal para la resolución de conflictos. El club blanco, al fin y al cabo, no deja de ser una dinastía aristocrática que viste ropa deportiva por disimular su verdadera naturaleza, pero condenada a revivir ciertas crisis generacionales una y otra vez.
Cada cierto tiempo le surge un príncipe empeñado en lucir la corona del escudo y demostrar que el trono no es una herencia colectiva, sino un derecho individual. La leyenda dice que nadie está por encima del Real Madrid, pero su historia está repleta de ejemplos empeñados en reescribirla, a menudo sin demasiado éxito. Vinicius Júnior solo es el último representante de una saga revoltosa que representó como nadie Cristiano Ronaldo y continuó Sergio Ramos hasta el extremo de convertir su lucha en canción, una amenaza que no cesará hasta que todos comprendan que lo más parecido a un trono en el Bernabéu es aquella silla plegable que bendijo, desde el éxtasis, David Alaba.
Todo parece indicar que a Xabi Alonso le tocará ejercer de padre y técnico a la vez, un doble quebradero de cabeza para el que nadie está del todo preparado: a veces, en lugar de domar al potro, basta con trotar a su lado sin caerse del caballo. O al menos fingir que uno lleva las riendas.
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