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El juego infinito
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El fútbol, seriedad y risa

Hay tanta exageración en la interpretación de cualquier episodio que, en ocasiones, pisamos el límite (por el lado de afuera) del sentido común

Momento del golpeo de Julián Alvarez en la tanda de penaltis ante el Madrid en los octavos de la Champions.
Jorge Valdano

La Fundación Athletic, que organiza el festival “Letras y Fútbol”, invitó a mi hijo a participar en una charla sobre fútbol y humor. En ese ámbito le oí decir: “Yo podría haber reaccionado al exceso de fútbol que hubo en casa, pero reaccioné al exceso de seriedad”. Como tiendo a culparme, me dejó pensando: ¿será que el fútbol es una cosa demasiado seria o seré yo el agrio? En su momento le presenté a dos genios del humor, Quino, que le enseñó a reír desde la infancia, y el Negro Fontanarrosa, que hizo del fútbol un territorio descojonante. Una viñeta suya te alegra el día, como la de ese jugador que dice “¡No le hagas caso! ¡Te quiere hacer engranar!” a un compañero al que un rival lo está marcando y, aprovechando la ocasión, le orina las piernas. Solo por haberle dado a mi hijo acceso a ese universo literario y humorístico merecería ser absuelto.

Hoy el fútbol tiene otro estatus social, pero desarrollé mi carrera en una época en que era un rito dominguero, como ir a misa. Tenía la consideración de juego chabacano, quizás porque servía al ocio de la clase trabajadora. En cuanto a los intelectuales, ninguneaban el fenómeno por considerarlo algo menor. Poco a poco las cosas fueron cambiando. La cultura ensanchó sus fronteras y acogió en su ámbito a las emociones, y por ahí el fútbol encontró un resquicio que ayudó a desacomplejar a muchos intelectuales. Vázquez Montalbán, Eduardo Galeano o Javier Marías formaron parte de esa primera ola que nos alargaron la mirada con respecto al fútbol. En ese tiempo me cayó el apodo de “filósofo” y es muy probable que me haya pasado de frenada pensando mi pasión favorita con demasiada gravedad.

Hoy todo el mundo habla de fútbol para interpretar todas sus vertientes, incluida su dimensión ética. Hay tanta exageración en la interpretación de cualquier episodio que, en ocasiones, pisamos el límite (por el lado de afuera) del sentido común. No hace tanto el Madrid hizo un comunicado contra los árbitros que parecía dirigido a una organización terrorista. Semanas después, me encuentro con el agravio ético que aún sufre el Atlético por el doble toque de Julián en el inolvidable penal. Interpretar que la decisión está influida por el poder histórico del Real Madrid pone en olvido dos aspectos ineludibles: que Florentino es el enemigo número 1 de la UEFA y que la relación de Miguel Ángel Gil con Aleksander Ceferin es de estrecha complicidad. ¿Por qué entonces atribuir mala intención donde solo hubo incompetencia o interpretación fidedigna de un reglamento estúpido? Sin duda, porque los prejuicios agrandan los escrúpulos. Aprovechando que aquel penalti fue cosa juzgada a favor del Madrid, desde Barcelona sacaron el arsenal histórico de aprensiones. “El Madrid, como siempre, favorecido”, dicen no pocos barcelonistas. Pero estarán conmigo en que mantener lo del privilegio arbitral en un momento en el que aún colea el “caso Negreira”, da un poco de risa. ¿Cómo es la cosa? ¿El Barcelona les paga a los árbitros para que ayuden al Real Madrid? No fue durante unos años sino durante 17, no fue un presidente sino cuatro, no fue por unos pocos miles de euros sino por millones. Si eso no rompe el prejuicio y nos hace reír es que el fútbol está, ciertamente, enfermo de seriedad.

Lo mejor será volver al Negro Fontanarrosa, profeta siempre actual. En otra viñeta, un periodista está entrevistando a un jugador con cara de poco espabilado que dice: “Ellos son un equipo horrible, espantoso, un verdadero desastre… Pese a todo… Nosotros les jugamos de igual a igual”.

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Sobre la firma

Jorge Valdano
Jorge Valdano es columnista de EL PAÍS y comentarista de Mediapro para Movistar. Exjugador de fútbol, campeón del mundo con Argentina en 1986, también fue entrenador. Ocupó la dirección deportiva y la dirección general del Real Madrid en dos etapas en el club blanco, donde fue además futbolista y técnico. Ha escrito varios libros.
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