Así se solidariza el deporte con los afectados por la dana en Valencia: canchas de baloncesto reconvertidas en refugio y Mestalla en un banco de alimentos
El Valencia Basket y el Valencia CF se vuelcan con la ayuda a las personas que quedaron atrapadas por las inundaciones. Más de 300 personas recibieron cobijo, ropa y comida en l’Alqueria del Basket
En Valencia, desgraciadamente, cuesta menos de diez minutos encontrar a alguien que ha pasado la noche en vilo. Algunos de ellos respiran aliviados a la entrada de L’Alqueria del Basket, uno de los grandes viveros del baloncesto en Europa, un centro del Valencia Basket con 13 canchas reconvertido en un refugio por el que han pasado desde la tarde noche del martes hasta 320 personas y en el que se encuentran alojados 170 damnificados por la dana al caer la noche del miércoles. Víctor Luengo, histórico capitán del club, un hombre con su camiseta con el número 15 colgada del techo del pabellón que hay al lado, sale de L’Alqueria vestido con la ropa del equipo y el rostro desencajado. “Muy duro, esto es muy duro”, murmura mientras atiende igual a un concejal que a un familiar que llega y pregunta angustiado si está allí uno de los suyos.
El deporte también es solidario cuando la tragedia golpea cerca. “El Valencia Basket se puso a disposición de las instituciones a primera hora de la noche, en cuanto supo que podía haber gente sin hogar. No ha dejado de venir gente durante todo el día y los trabajadores están ayudando para que estén lo más cómodos posible. Y aquí estaremos hasta que haga falta”, explica Alberto Chilet, portavoz del club.
𝙂𝙍𝘼𝘾𝙄𝘼𝙎 🧡
— Valencia Basket Club (@valenciabasket) October 30, 2024
Estamos enormemente agradecidos a todos los que voluntariamente habéis traido cosas a @lalqueriavbc para la gente a la que estamos ayudando. Agradecimiento especial a @Maxcolchon, @Caixabank, Casa de los Aromas, sensogreen, @bthetravelbrand y jysk por todos los… pic.twitter.com/lX24AdnD7j
Muy cerca, apurando las últimas caladas de un cigarrillo, un hombre de mediana edad esboza una sonrisa de escayola para explicar su drama. Sergio Margalef salió de trabajar a las siete y media de la tarde. Se fue a la Estación del Norte a coger el tren para ir a Cullera y, al ver que no había servicio ferroviario, decidió subirse a un taxi. “A los 10 minutos sonó la alarma en el móvil y el taxista y yo nos dimos cuenta de que era algo serio. Diez minutos más tarde nos vino esa especie de un mini tsunami por un lateral y empezó a subir el agua. Salí, pasé a la vía contraria y unos pocos empezamos a subir hasta un puente y nos quedamos allí toda la noche. Vinieron tres guardias civiles y al final los tuvimos que rescatar también y acabaron en el puente con nosotros. Lo bueno es que nos dieron mucha tranquilidad en una noche larga y fría, hasta las cinco y media que nos rescataron otros guardias civiles”.
A Sergio le han dado de comer un arroz “más que decente” y ensaladilla rusa. Pasea con unas pantuflas, un pantalón largo del Valencia Basket y un polo y una chaqueta del Medio Maratón de Valencia, que se celebró el domingo. Los organizadores de la carrera, tanto la Fundación Trinidad Alfonso como la Sociedad Deportiva Correcaminos, acudieron por la mañana a L’Alqueria para colaborar y llevar todo lo que encontraron en el almacén: camisetas, sudaderas… Diferentes empresas completaron lo demás: alimentos, mantas, colchones... Y algo que era muy necesario: zapatillas y calcetines para víctimas que llevaban horas descalzas.
Sergio, aparentemente recuperado del susto, daba las gracias por cómo le habían recibido. “Nos han tratado de 10. Nada más llegar ves médicos y te ofrecen comida, café, ropa para cambiarse entero, productos de higiene. Esto se agradece después de haber visto y oído cosas horribles. Solo me molesta que me obligan a quedarme un día más”.
El Valencia CF también se solidarizó con los damnificados. El club se alió con el Banco de Alimentos de Valencia y convirtió Mestalla en un punto para ir a depositar comida y productos de primera necesidad.
No para de entrar y salir gente de L’Alqueria. De un taxi asoma Argimiro, un conocido joyero de la ciudad que cuenta que ha escuchado que hacían falta toallas y ha llenado un coche entero con bolsas repletas. Sentado en unas sillas altas de la cafetería, un par de extranjeros lo observan todo con la mirada perdida. La película de una noche espantosa no para de pasar en sus cabezas. Roman es polaco y cuenta que en 1995 y 1997 ya vivió unas inundaciones en Polonia. La dana le sorprendió en Alfafar, un pueblo que está a siete kilómetros de Valencia y donde quedó destrozado un paso a nivel. Cuando el agua le llegaba ya por la rodilla se refugió en la escalera de un edificio.
A su lado está Berangere, una francesa que el sábado se vio en medio de otra inundación al sur de su país y por este motivo tuvo que retrasar su viaje en coche hasta Lluxent, cerca de Gandia, y por eso se quedó atrapada en el coche cuando conducía por la V-30. “Fue un desastre porque nadie vino a socorrernos. Nadie. Nos tuvimos que jugar la vida en mitad de la noche con una corriente de agua muy fuerte. Al menos hemos tenido suerte en que aquí nos han tratado fenomenal”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.