La reconstrucción de Haaland
El delantero del City, que pasa de anotar un gol cada 96 minutos a uno cada 128, atraviesa una crisis de adaptación a la reacción defensiva de los rivales
Erling Haaland es víctima del éxito abrumador del Manchester City en la temporada 2022-23. El triplete del equipo que dirige Guardiola desencadenó una reacción en sus rivales. Una compresión de los espacios sin precedentes en la historia del fútbol. Un repliegue en las profundidades del bloque bajo hacia el que transitan equipos como el Madrid, el Bayern, el Chelsea o el United, que por su pedigrí antes intentaban demostrar su afán de dominio y ahora cuando se miden al City se concentran en protegerse. Las trincheras son cada vez más profundas. Lo sufre Haaland, que se pasa los partidos desmarcándose en una topografía imposible a la búsqueda de pases que no llegan. Un bucle de desánimo amenaza con inducirle a pensar que no es capaz de ayudar a su equipo. Su lenguaje gestual expresa impaciencia.
Haaland pasó de meter 29 goles de jugada en 35 partidos en la Premier 2022-23, una frecuencia inaudita de un tanto cada 96 minutos excluyendo penaltis, a meter un gol cada 128 minutos en este curso en liga, excluyendo penaltis. Hoy el noruego suma 29 goles en 34 partidos en todas las competiciones. Sus estadísticas siguen siendo estupendas. Pero ya no son los ratios que le convirtieron en el cañonero más acertado de la historia en una temporada de Premier —35 goles— ni en el jugador que más goles ha anotado en menos partidos de Champions —41 goles en 37 partidos—. Hoy sus registros en liga excluyendo penaltis le alejan de Harry Kane, el delantero más concluyente de Europa (un gol cada 82 minutos en la Bundesliga) y le aproximan a Sorloth y Vinicius (un gol cada 128 minutos cada uno en la desigual Liga española) o a Bellingham, goleador del Madrid, su próximo rival en Champions, que suma un gol cada 125 minutos. Haaland se mueve en un ecosistema nuevo. Al límite de la ansiedad.
“Se puede pensar de dos maneras”, dice Haaland, cuando le preguntan por el estado de su ambición; “una es que vine aquí con 22 años y lo gané todo. La otra es que tengo 23 y ya sé lo que significa ganarlo todo. Lo he saboreado. Ese sentimiento hace que quieras repetirlo. Quiero ganar otra vez”.
Una lesión ósea en un pie le mantuvo dos meses de baja entre noviembre y enero. En su última temporada en Dortmund, en el invierno de 2021-22, permaneció varios meses ausente por problemas de cadera. Su peso, en torno a los 90 kilos, y su porte de jugador de baloncesto, 194 centímetros de altura, le proporcionan potencia y palancas para desplazarse en el campo, al tiempo que se convierten en un hándicap. Necesita más descanso, más tiempo de recuperación, y una puesta a punto más larga que futbolistas más compactos. “Llegó la temporada pasada y su impacto fue increíble”, recordó Guardiola hace una semana. “Esta temporada empezó muy bien pero ha estado dos meses lesionado”.
Desquiciado ante Van Dijk, hace una semana en Anfield se mostró tan frustrado que por momentos pareció acomodarse lejos de la cadena de pases. Este sábado en los cuartos de la Copa ante el Newcastle alternó sus fatigas entre el meollo defensivo del área rival y el acoso de Schär y Botman cada vez que bajaba al mediocampo a ofrecer su apoyo en el origen de las jugadas del City. Dos partidos sin meter un gol son demasiados cuando se contrastan con el recorrido del delantero más resolutivo del mundo el año pasado.
La permisividad de los árbitros, que no siempre señalan falta cuando le golpean —Schär le pisó el pie, uno de sus puntos débiles— es motivo de alarma entre los medios de comunicación noruegos. “Siempre es así”, reflexionó Guardiola. “Le pitan más faltas a él contra los defensas centrales que a los defensas centrales contra él. Es lo que hay. Lo sabemos desde hace mucho tiempo”.
El desafío de Guardiola es hacerle sentir útil
Pero el mayor obstáculo interpuesto entre Haaland y el gol es la redoblada vocación defensiva de sus rivales, prevenidos ante el célebre ataque del City. “Las secretarías técnicas de los grandes equipos de Europa han invertido muchísimos recursos y dinero en estudiar fórmulas para frenar al City”, señala un asesor al servicio de un club de la Premier que prefiere el anonimato. Donde equipos medianos y grandes ponían la línea de zagueros en la frontal del área y se defendían con otra línea de cuatro centrocampistas, ahora retrasan los centrales al punto de penalti y añaden un quinto hombre a la segunda línea de contención. Más hombres alertas, mejores ajustes y con más continuidad. Gracias a la evolución táctica y física, entrenadores y jugadores se han especializado en la presión. Los espacios se han comprimido como nunca en la historia del fútbol y el estándar de dificultad máxima aparece representado por el City y, en el vértice de su avanzada, por su nueve rubio.
La reducción de espacios a niveles desconocidos ha coincidido con los problemas físicos de Kevin De Bruyne y Jack Grealish, los dos principales asistentes de Haaland durante la temporada pasada. De Bruyne, que le dio 13 de los 30 pases de gol que hizo el curso pasado, permaneció lesionado hasta finales de diciembre. Grealish no ha conseguido jugar con continuidad desde el verano pasado. “Doku dribla y corre, y puede jugar por fuera y por dentro”, explicó Guardiola sobre su nuevo extremo izquierdo. “Solo le falta aprender a dar el último pase a Erling”.
“Estoy feliz aquí”, repite Haaland, “pero en el futuro nunca se sabe”. El desafío de Guardiola es idear funciones que permitan a Haaland aprovechar la velocidad de su pensamiento y la finura de su pie izquierdo para escapar del laberinto sin desnaturalizarse ni perder su vocación de desmarque y gol. El desafío de Haaland, cuyo contrato acaba en 2027, es adaptarse a vivir en la dificultad máxima del espacio mínimo.
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