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DE ÁREA A ÁREA
Columna
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Lo que esta Liga le debe al Girona

No sé si la ganará, pero de momento la está salvando. Sin él, y con el Madrid distanciado ya del Barça y el Atleti, la habríamos dado ya por decidida

Dovby protege el balón ante Giménez durante el duelo en Montilivi.
Dovby protege el balón ante Giménez durante el duelo en Montilivi.Siu Wu (EFE)

¿Puede ganar LaLiga el Girona? Un viejo apotegma futbolístico proclama que los delanteros ganan partidos y los defensas campeonatos. Malo para el Girona, que para felicidad del espectador ataca mejor que defiende. Su balance de goles es 46-24, frente al 40-11 del Madrid. Otro punto en contra sería el previsible mal de altura. Ni la Real en los 80 ni el Dépor en los 90 lo consiguieron a la primera, aunque sí después. Claro, que ahí está la Premier del Leicester en la 2015-16. Y, ojo, el Girona no tiene Supercopa ni segundo frente europeo que le agote.

Es tonto hacer estas cuentas, lo inteligente es disfrutar de su juego y admirar ese fenómeno. Siempre hemos tenido como natural que los equipos sin dinero para grandes jugadores se agarren a tácticas cautelosas: mucha gente aguerrida atrás, batalladores en la media y un velocista más un cazagoles arriba. En los últimos años se escucha que Guardiola ha hecho mucho daño, porque su modelo fue copiado por clubes sin posibles, lo que les condenaba.

Bueno, pues sin grandes posibles (límite salarial de 52 millones, equivalente al del Cádiz y sólo superior a Getafe, Alavés, Osasuna, Rayo y Las Palmas) el Girona marcha codo a codo con el Madrid (727 de límite salarial) con la fórmula de jugar bien. Sus centrales no son hombres de rompe y rasga, no pintan la raya. Eric García salió del Barça y la selección por ese déficit; el otro, Blind, es un veteranísimo sin fiereza, pero ambos juegan bien. El Girona sale de la presión con pulcritud, con la particularidad de que de golpe puede acelerar lanzando a una banda o a su punta, el ucraniano Dovbyk, que sabe bajarla y retenerla. Los laterales, Couto y Miguel Gutiérrez llegan insistentemente, Couto por fuera, Miguel por el carril del diez, dejando la banda a Savinho, regateador colosal. Los medios tienen recorrido y pie, y el extremo derecho lo ocupa otro ucraniano, Tsygankov, frío y de gran clase. Todo ello servido de buenos reservas.

Su juego hermoso, atrevido, de calidad y nervio le ha dado para terminar la primera vuelta con una sola derrota, ante el Madrid (al que acobardó el primer cuarto de hora) y ganando en siete visitas. Su éxito me alegra por dos razones: confirma que jugar bien es rentable en resultados (¡cuántas veces hay que recordar eso…!) y abre la esperanza a muchos, por no decir a todos. Me explico: lo que tienen el Madrid, el Barça y me atrevo a incluir al Atlético, no lo puede tener cualquiera. Pero una plantilla como la del Girona, sí. Está armada con descartes (Eric García, Miguel Gutiérrez…), hombres perdidos a la deriva por cualquier parte y la inversión récord es Dovbyc, 7,7 millones. Al alcance de cualquiera.

Cierto que el Girona está integrado en el planeta City. El City Football Group, que agrupa en torno al Manchester City de Guardiola a New York City, Melbourne City, Troyes (Francia), Lommel SK (Bélgica), Yokohama Marinos, Montevideo City, Sichun Jiniu (China), Mumbay City, Palermo y Esporte Clube de Bahia, posee el 47% de las acciones del club catalán. El resto se lo reparten un empresario boliviano (35 %) y Pere Guardiola (16 %), hermano del entrenador. Pertenecer a una empresa multiclub permite compartir gastos y mejorar ingresos por patrocinio, además de intercambiar jugadores, según necesidades. Pero no es esa la clave del Girona. Sólo dos de sus piezas pertenecen al City Group: Couto y Savinho, y éste pertenecía al Troyes, que lo tenía cedido al PSV Eindhoven, en la segunda holandesa.

La clave es el grupo de trabajo, con el director deportivo, Quique Cárcel, un Monchi 2.0, y el entrenador Míchel, ese vallecano que habla catalán, en el papel de fogoneros. Míchel llegó al equipo en Segunda, tuvo un inicio desastroso, pero fue ratificado y de ahí llegaron estos éxitos. La parte más visible la completan Delfi Geli, un presidente sin estridencias, y Pere Guardiola, que viene a ser la visión extramuros del club, en el que se percibe un ambiente de sosegado escaso en el fútbol, tan tendente a lo atrabiliario.

No sé si ganará LaLiga el Girona, pero de momento la está salvando. Sin él, y con el Madrid distanciado ya a siete puntos del inestable Barça y a 10 del Atleti (y del meritorio Athletic) la habríamos dado ya por decidida.

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