El City jugará la final del Mundial de Clubes contra el Fluminense
El equipo de Guardiola destruye el búnker del Urawa Reds (3-0) con Bernardo Silva en el papel de factótum
El Manchester City jugará la final del Mundial de Clubes el próximo viernes (19:00 horas, FIFA+) contra el Fluminense. Lo que anunciaba el cartel se sustanció este martes en Yeda, en donde el equipo de Guardiola se impuso por 3-0 al Urawa Reds. Dirigidos por el polaco Maciej Skorza, los japoneses copiaron rigurosamente los planos del catenaccio. Con disciplina pero sin demasiada fe. Apenas tuvieron la pelota un 25%. Acabaron goleados en un clima festivo en las gradas árabes sin que se advirtiera la presencia de mujeres. Al final de la noche, Pep Guardiola se rascó la cabeza con aire divertido. “Intentaremos ganar un título que no tenemos para cerrar el círculo”, dijo.
Tres días después de atacar la defensa del Crystal Palace metida en su área con 11 hombres en el Etihad, el Manchester City atacó la defensa del Urawa Reds, metida en su área con 11 hombres en el estadio Rey Abdullah de Yeda. El fútbol, a diferencia de la industria de las mascarillas, sigue siendo un negocio globalizado de productos e ideas que se intercambian sin freno. Así, el plan que Roy Hodgson aplicó en Inglaterra el domingo viajó a Tokio instantáneamente para que Skorza lo aplicara en Arabia Saudí este martes en busca de resultados semejantes. Una vulgaridad reproducida universalmente. Todos atrás y balones para que corra el español José Kanté como corrió el francés Jean-Philippe Mateta para ganar la espalda de los centrales azules. El proceso fue el mismo: ni el Palace ni el Urawa remataron una sola vez en la primera parte. El resultado final, no. Ahí donde el Palace empató 2-2 el Urawa sufrió una paliza.
Sucedió lentamente. Como un partido que se disputa después de un sueño pesado. El vuelo a Yeda, seis horas de viaje desde Inglaterra, debió agotar a la plantilla del City, a juzgar por la puesta en escena del equipo. Solo Rodri y Bernardo Silva parecían pensar con agilidad en el circuito de pases que Kovacic, Nunes, Grealish y Foden ralentizaban por incomparecencia o por exceso de celo en conducciones erráticas.
Guardiola procuró dividir la presión del Urawa sumando muchos hombres en los carriles centrales. A la cabeza de las operaciones se situó Bernardo, que, a decir de los narradores ingleses, completamente rendidos a la importación de la jerga, jugó de “false number nine”. Partiendo de una posición más o menos axial, el portugués se movió por todo el corredor central a lo largo del campo, o por el extremo derecha, según discurrían las jugadas en las que él se encargaba de patrocinar a Matheus Nunes y a Foden, ubicándolos en el campo como buenamente podía. No siempre con éxito. Cuando el City comienza a colgar centros suele ser porque no encuentra las soluciones que más le convienen.
Concentrando en el medio a Rodri, Stones, Walker, Bernardo, Nunes, Foden y Kovacic, Guardiola procuró reunir jugadores que improvisasen ejes de combinación en dos o tres zonas del frente de ataque simultáneamente. La idea fue precisa. Esta es la mejor vía para romper defensas encajonadas. Lo que resultó impreciso fue el criterio de Kovacic, Nunes y Foden cuando se encontraron sin espacios. Que Walker y Stones se ofrecieran más veces que Nunes y Foden en el último tercio puso de manifiesto la clase de dudas que asaltaron al City.
Haaland, aburrido
Sentado en la grada con la barbilla entre las manos, procurando no quedarse dormido, Erling Haaland, contempló los acontecimientos con aire soporífero. El noruego viajó a Arabia en plena recuperación de una dolencia en el pie. El portero japonés, Shusaku Nishikawa, parecía el único hombre feliz en el estadio al cabo de la primera parte: le tiraron 12 veces, tres entre palos y las paró las tres. Antes del descanso se agotó su fortuna. Nunes metió el 1-0 después de una acción que reveló su vocación de llegador. Recibió de Stones de espaldas en el mediocampo y aprovechando un extraño lapso en la defensa, abiertas las líneas, se giró entre Iwao y Koizumi con una facilidad que contrastó con los largos tramos del partido en los que deambuló como si la cosa no fuera con él. Por fin con espacios para correr contra los centrales, buscó la luz y le dio la pelota a Bernardo para que lo iluminara. El pase que le devolvió fue brillante. El tiro del brasileño, no tanto: lo desvió Hoibraten en propia meta. El 1-0 abrió el partido y también abrió para el City la puerta hacia la final.
Rota la moral de los resistentes, el partido cambió de registro. El Urawa alteró su plan pero no consiguió modificar la mentalidad adiestrada para la resistencia. Sus futbolistas, descreídos, fueron sorprendidos a la contra por Kovacic y por Bernardo, autores del 2-0 y el 3-0.
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