Hungría despide a Escocia en el minuto 99 tras un pésimo partido
El húngaro Varga tuvo que ser evacuado en camilla tras una caída en la que sufrió un golpe en la cabeza
En el minuto 72, cuando el cúmulo de despropósitos de Escocia y Hungría estaba llegando a límites no vistos desde que comenzó la Eurocopa, se produjo la acción más desgraciada del torneo, cuando en un saque de falta húngaro, dentro del descontrol de todo el partido, Varga cayó en el área en mala postura y tuvo que salir en camilla, con un collarín, y rodeado por una lona que recordaba a la que tapaba a Christian Eriksen cuando sufrió un paro cardíaco en la anterior edición.
El partido estuvo parado varios minutos, se vieron imágenes preocupantes, pero se reanudó para que los dos equipos siguieran en lo mismo, es decir, en nada. El accidente no interrumpió gran cosa. Las dos selecciones necesitaban ganar, y al final lo hizo Hungría cuando acababa el larguísimo descuento. Escocia se queda fuera, los húngaros, casi sin esperanza, aguardan una carambola.
Es indudable que la selección de Escocia es una de las históricas del futbol mundial, pero después de verle jugar en la Eurocopa, cualquier agencia de calificación seria, la rebajaría a prehistórica. No resultaría extraño que se descubriera en alguna cueva inexplorada de Gran Bretaña, junto a dibujos de bisontes y jabalíes, los de algún homo sapiens manchado con tintura azul y una pelota en los pies. O en la cabeza mejor, porque cuando la manejan a ras de césped no saben qué hacer. Así que con un 64% de posesión en la primera parte frente a Hungría, se jugaron 45 minutos de nada.
Está muy bien la emoción del himno, la entrega de una afición entusiasta que viaja en masa donde sea, y el consumo en cantidades industriales de cerveza, pero de fútbol moderno, o al menos histórico, muy poco. Como mucho, prehistórico. Tal vez por eso sea lo de la cerveza, porque los hinchas saben lo que se van a encontrar en el partido y prefieren ir alegres de oficio.
Claro que lo de Hungría es lo mismo, con el agravante de que los magiares sí que cuentan con una historia brillante, aunque ya muy lejana. Llegaron a ser la selección más potente del mundo en los años cincuenta y ahora van hechos unos zorros.
Así que, con dos selecciones paupérrimas, el juego estuvo a la altura de sus futbolistas, y aunque se jugaban estar en la segunda fase, ninguno de los dos hizo prácticamente nada por salir del agujero. Llegar de un área a otra suponía, para Escocia o para Hungría, lo mismo daba, un trabajo superlativo. Nadie combinaba; dar más de tres pases seguidos resultaba imposible. Era un partido de rebotes, de imprecisiones, de pases largos con remitente, pero sin destinatario. Un juego de balones bombeados, ideas erróneas y carreras a destiempo, pero en los descontrolados últimos minutos, tras un par de ocasiones por bando, en un contragolpe tras un córner que sacaron los escoceses, marcó Csoboth, iluminó Hungría y apagó a Escocia.
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