La paradoja galesa de Gareth Bale
El zurdo no marca con su selección desde hace un año y medio, pero arenga como líder y acerca a su equipo a los octavos
Después del empate inaugural contra Suiza (1-1) y antes de encarar a Turquía en la segunda jornada, Gareth Bale trató de aligerar el peso de su mochila. “No se trata de que yo dé un paso adelante, sino de mejorar como equipo”, afirmó el atacante de 31 años mirando al empedrado. El caso es que luego, sobre el césped, sí dio un pase al frente. Toda la victoria frente a los otomanos (2-0) pasó por sus botas: las dos asistencias y un penalti provocado que después él mismo mandó a la grada de Bakú. Aunque quizás la postal más llamativa la dejó al terminar el encuentro. Todavía sobre el campo, el zurdo reunió a sus compañeros en un círculo, se puso en el centro, solo, y les lanzó una arenga sacando el puño que terminó con el rugido de la multitud. El Bale de Gales, capitán de los ejércitos.
Quienes han trabajado con él lo describen como “un tipo especial, un jugador de emociones”. “En Gales encuentra las condiciones perfectas para rendir. Por idioma, cultura, posición y protagonismo, se siente muy cómodo y motivado. Con Ramsey genera una sociedad muy interesante”, reflexiona una persona cercana al futbolista.
Curiosamente, con su selección lleva un año y medio sin meter un gol, desde octubre de 2019, cuando se lo marcó a Croacia en la fase de clasificación para esta Eurocopa. Trece duelos desde entonces. Toda una paradoja en un futbolista que, al margen de ese evidente liderazgo, si se distingue por algo es por su facilidad para producir al margen de cuál haya sido su huella hasta ese momento y de lo que venga después (con su país suma 33 emboques en 94 citas). No pocas veces el partido y su juego van por un lado y sus goles, por otro. Este domingo contra Italia (18.00, Cuatro) tiene otra oportunidad para romper esa mala racha ante el equipo más guapo de lo que va de torneo, la bella y renacida Azzurra, que con seis puntos ya está clasificada. A Gales, con cuatro, le falta uno, aunque incluso perdiendo también podría pasar de fase. Un empate, en realidad, colmaría las aspiraciones de ambos, lo que abre la sospecha a un biscotto, un pacto de no agresión que tendría a Suiza y Turquía como posibles víctimas.
Su mejor media goleadora
Con Gareth Bale, más que sospechas hay paradojas y misterios. Le ha pasado, por ejemplo, esta campaña en el Tottenham, adonde se marchó cedido porque su relación con Zinedine Zidane ya no tenía más vidas extra y de donde viaja de vuelta a Valdebebas con la sensación general de experiencia fallida. Apenas fue titular en 10 choques de la Premier entre suplencias y alguna lesión. Sin embargo, la estadística destapa una sorpresa: sus 16 dianas con los Spurs (11 en Liga) en 1.667 minutos dejan el mejor promedio de su carrera: un gol cada 104 minutos. En su adiós, un doblete sobre la bocina al Leicester le dio al Tottenham el pase a la Conference Cup, el furgón de cola de las competiciones europeas, un consuelo al fin y al cabo que ni siquiera tuvo el Arsenal.
Su buena actuación contra Turquía fue celebrada por las cuentas oficiales del Real Madrid que, aunque sea de forma temporal, lo considera de nuevo uno de los suyos. Le queda un año de contrato y un considerable sueldo de unos 15 millones. Por sentido político o convencimiento, Carlo Ancelotti le lanzó un guiño en su presentación. “No ha tenido mucho tiempo en la Premier, pero marcó muchos goles cuando jugó con continuidad. Lo conozco. Si tiene motivación, puede hacer una gran temporada, no tengo dudas”, comentó el italiano. “Cuando acabe la Eurocopa, tendré una conversación y veremos. Me llevo muy bien con él”, respondió el galés. El Madrid y Bale parecían un matrimonio roto, únicamente pendientes de un largo proceso de disolución, pero la volatilidad del fútbol todavía es capaz de obrar giros tan imprevistos como este.
Ese es un misterio, otro con el zurdo de Cardiff, que se desvelará en semanas. Lo inmediato es la Eurocopa, donde el galés, lo asuma en público o no, es otro y la dependencia de la selección de él es máxima.
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