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Blogs / Deportes
El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

EE UU extiende su dominio en la ultradistancia a las montañas escarpadas de Canfranc

Jim Walmsley y Katie Schide se proclaman campeones del mundo en uno de los trazados más técnicos y confirman la evolución de un país que necesitaba senderos fáciles para ganar

Luis Javier González

Cuando el trail empezó a florecer, no tardó en dibujarse un abismo entre los ultras europeos, con sus terrenos escarpados y cifras imponentes de desnivel, y las tradicionales pistas de EE UU, amantes de la velocidad, de las pendientes justas, de no salirse un centímetro de los senderos de los parques nacionales para buscar la peor subida. Allí, en Phoenix, emergió Jim Walmsley, el icono de Western States, la primera carrera de cien millas, entre calurosos cañones californianos. Le costó prácticamente un lustro ganar en el otro lado de este abismo, los 171 kilómetros del Ultra Trail del Mont Blanc (UTMB), con casi el doble de desnivel. Hasta tuvo que irse a vivir allí. Dos años después de aquel rubicón, ha completado este sábado su transformación tras domesticar en el Mundial de Canfranc uno de los recorridos más técnicos, un menú con 81 kilómetros y más de 5.400 metros de desnivel positivo, un promedio mayor que la vuelta al techo de los Alpes. Cumplió el pronóstico, como su compatriota Katie Schide, que firmó una actuación arrolladora y se confirmó con la corredora más completa del mundo.

Dos oros para itinerarios muy distintos. Schide renunció a defender su título en UTMB –ganó en 2024 con récord– porque quería ser campeona del mundo. Un verano pautado en el que compartió entrenamientos con Courtney Dauwalter –la compatriota a la que está en vías de derrocar como gigante de la ultradistancia– y una demostración de rapidez con su podio en Sierre-Zinal, la carrera ‘corta’ (31 kilómetros) con más nivel del mundo. Combinar semejantes logros en ámbitos tan distintos es algo al alcance de muy pocos, elegidos como Kilian Jornet. O Walmsley, que no contaba con Canfranc cuando empezó el año, pero una lesión de rodilla le apartó de Western States, su zona de confort. Encontró la alternativa ganando los 60 kilómetros de la OCC –la prueba ‘corta’ del fin de semana de UTMB– y en las escarpadas subidas de Canfranc, un jardín en el que jamás se hubiera metido cuando empezó. “No he podido seguir el plan A, pero ha acabado siendo un buen año”.

Walmsley, muy tranquilo durante la semana, voló en un recorrido para el que vaticinaba en la víspera una hora más. “Los Pirineos me han puesto verdaderamente a prueba. A mí y a todos. Estoy feliz de haber llegado a meta sano”. La reina del Mundial arrancaba a las siete de la mañana desde la vieja estación para subir en apenas hora y media a La Moleta, por encima de los 2.500 metros, solo la primera de muchas dentelladas, incluidos 25 kilómetros en territorio francés. Valles gigantes que facilitaban la señal televisiva a través de los drones, una belleza que él no pudo apreciar. “Desafortunadamente, el terreno es demasiado técnico para mirar demasiado. Solo he disfrutado de un par de vistas”. El sacrificio para su segundo título mundial, seis años después de hacerlo en Short, el eufemismo de la distancia maratón.

Una victoria fiel a su estilo: liderar desde el principio hasta quedarse solo. Tanto le dolía en el orgullo dejar la cabeza que aceleraba mientras se tomaba un gel para evitar el relevo. Fue una larga mañana con los franceses Benjamin Roubiol, que defendía el título de Innsbruck 2023, y el debutante Louison Coiffet. Una lucha paradigmática frente al país pionero, el que lidera el palmarés en su UTMB. Canfranc no solo tiene subidas eternas, sino cambios constantes: de un sendero corredero a una pared por encima del 30% donde hay que usar los bastantes. El difícil equilibrio entre complicar la vida a los atletas sin perder la esencia: correr lo máximo posible. Walmsley aprovechaba los tramos favorables para exprimir el turbo de sus orígenes, esa zancada amplia de las pistas fáciles. Pero los franceses, compañeros de habitación –pueden imaginarse horas de complot para tumbar al yanqui– aprovechaban los tramos técnicos para mantenerse. Hasta se turnaban para ponerse en cabeza y mosquearle. Puro trabajo en equipo.

En el ecuador, entre los restos volcánicos que unen la estación de Formigal con el Ibón de Truchas, –el terreno rojizo, la pizarra cuarteada–, los aspirantes habían claudicado. La caída del estadounidense Caleb Olson, el Walmsley de sus inicios, ganador este año en las pistas de Western States y Transgrancanaria. Los problemas de estómago de Francesco Puppi, el italiano volador que está rompiendo récords en su salto a distancias largas. O la gran historia de la década en UTMB, Vincent Bouillard, el ingeniero que ganó de la nada en 2024. Los tirones constantes de Walmsley acabaron cortando a los franceses, que le perdieron de vista en la fugaz bajada hacia Candanchú: 20 minutos entre pistas amplias de esquí que le dejaron al fin solo. Una ventaja que fue estirando para acabar en 8h35m11s. Con el oro fuera de alcance, los franceses estrecharon su amistad y llegaron juntos a 10m54s; la plata fue para Roubiol. El mejor español fue Manuel Anguita, vigésimo a 1h10m.

Schide es estadounidense, sí, pero de Maine, en la costa este, con un terreno que no desmerece en tecnicidad. A eso se suma una década en los Alpes franceses, entre riscos traicioneros. “Este recorrido es súper duro. La gente que lo ha pasado mal lo ha hecho por una buena razón”. Su fórmula para navegar las trampas fue irse pronto. “Sabía que era mejor jugar a defender que a atacar”. Cero riesgos y una gestión de esfuerzos canónica, aprovechando esos tramos en los que toca andar para reservar fuerzas. Como su fluidez en los descensos: los buenos bajadores no solo ganan tiempo, sino que gastan menos. Así que cuando llegó al punto de asistencia de Formigal, se lo tomó con calma, a diferencia de los dos estadounidenses que llegaron con ella. Justo al salir, metió el tobillo en mal sitio, la única amenaza real de derrota. Pero quedó en un susto. Ganó en 9h57m59s, un tiempo que solo mejoraron 24 hombres. La primera de las mortales fue la nepalí Sunmaya Budha, que vio recompensada su valiente apuesta y aguantó el tipo para ser segunda a 25m04s, esprintando en la estación con la bandera. La italiana Fabiola Conti, que discutió la plata hasta Candanchú, cerró el podio a 37m52s. La mejor española fue Rosa Lara, que rindió muy bien en una distancia más larga de lo habitual y fue quinta a 49m16s.

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Sobre la firma

Luis Javier González
Escribo en EL PAÍS desde 2013. Colaborador especializado en rugby y trail. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de la Escuela UAM / EL PAÍS.

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