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Blogs / Deportes
El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza
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Maria Cranor, la mujer que condujo la escalada a la era moderna

Escaladora pionera en los años 70, después una empresaria visionaria a finales de los 80, acabó sus días injustamente olvidada, enseñando física en la Universidad de Utah

Maria Cranor, en su época de escaladora.
Maria Cranor, en su época de escaladora.Kevin Powell

La primera vez que Lynn Hill salió de casa para escalar en roca acababa de cumplir 14 años y no tenía ni idea de lo que iba a hacer. Tampoco sabía que aquel día determinaría el resto de su existencia. Y, ni mucho menos, pudo llegar a imaginar que se convertiría en la escaladora más respetada de la historia. Aquella mañana en Big Rock, en el sur de California, otra mujer escaladora se acercó hasta Lynn Hill y la felicitó, sumamente impresionada por lo que acababa de ver: una niña sin experiencia alguna escalando con una valentía, elegancia y determinación asombrosa. Aquella mujer, de nombre Maria y de apellido Cranor, falleció el 15 de enero de 2022 a los 76 años de edad, víctima de un cáncer. Lo que hizo en vida es digno de una gran película, pero apenas ha quedado parcialmente recogido en un pequeño documental titulado The Mentor y dirigido por Mike Call. Maria Cranor tuvo al menos tres vidas: escaladora pionera, empresaria visionaria y profesora de física en la Universidad de Utah. Sencillamente, todo lo que se propuso hacer lo hizo bien. Por eso cuesta entender que su vida haya pasado desapercibida más allá del diminuto círculo de los que la trataron.

Con la llegada de los años 70 del siglo pasado, las paredes de California y especialmente las del valle de Yosemite conocieron una revolución: llegaron aires nuevos, contestatarios, personas enfrentadas a la sociedad, a sus leyes, a sus ataduras y convencionalismos… gente que no quería poseer nada salvo su destino. Muchos eran escaladores y rápidamente se hicieron llamar los stonemasters (juego de palabras que indica que conjugaban dos maestrías: la roca… y colocarse a base de marihuana). Escalaban igual que vivían: al límite, forzando en libre los pasos más exigentes y abrazando en la roca un serio y peligroso compromiso. La primera mujer que tuvo sitio entre los stonemasters fue Maria Cranor: su billete de acceso fue escalar la ruta Valhalla, en Tahquitz, en 1976. Ninguna mujer lo había logrado, y ella, que contaba 22 años y que apenas llevaba dos escalando impresionó tanto a los hombres que enseguida la acogieron en un reducidísimo grupo que contaba con leyendas como Jim Bridwell, John Bachar, John Long o Ron Kauk. Aquel día demostró que las mujeres podían hacer cualquier cosa que hiciesen los hombres. El resto de su vida demostró, además, que las mujeres podían hacerlo mucho mejor que los hombres. El documental arranca con dos escaladoras de élite del presente enfrentándose sin gran éxito a Valhalla, lo que pone en perspectiva, medio siglo después, la dificultad que venció Maria Cranor.

Imagen de grupo de los 'Stonemasters' a mediados de los años 70. Maria Cranor, con camiseta blanca, figura a la izquierda de la imagen.
Imagen de grupo de los 'Stonemasters' a mediados de los años 70. Maria Cranor, con camiseta blanca, figura a la izquierda de la imagen.Maria Cranor Collection

Si los 70 fueron años de escalada salvaje en el sur de California, los 80 trajeron una revolución importada desde Europa: la escalada deportiva buscaba su hueco. Frente a la escalada que defendían los stonemasters, todo aventura, autoprotección y osadía, la deportiva proponía nuevas reglas: seguridad, destreza y fuerza para buscar nuevos límites en la dificultad… sin hacerse daño. Ya no se trataba de escalar grandes paredes, sino pequeños muros que obligasen a hombres y mujeres a dar lo mejor de sí. Y así, dos mundos entraron en colisión. En 1984, la pasión por escalar condujo a Maria Cranor hasta la sede de la empresa Chouinard Equipment, cuyo dueño, Yvon Chouinard, había creado también la firma Patagonia. La rentabilidad de esta última superaba con creces la de su marca de material duro de montaña (piolets, crampones, mosquetones, etc), así que en 1989 Chouinard se deshizo de Chouinard Equipment, que pasó a llamarse Black Diamond. Sin experiencia ni estudios en mercadotecnia, Maria Cranor pidió ser la responsable del contenido de los catálogos y de todo lo relacionado con el marketing. Supo ver que no había por qué escoger entre la escalada tradicional y la deportiva, decidiendo que ambos universos podían convivir y complementarse. El tiempo le ha dado la razón: la escalada deportiva es hoy en día un fenómeno mundial en plena expansión y Black Diamond sigue siendo la marca fetiche para los alpinistas y los amantes de la escalada en pared. Cranor inició un tipo de relación con sus escaladores patrocinados que fue mucho más allá del mero intercambio de imagen por material: fue una verdadera mentora para figuras como Lynn Hill o Mark Twight, que la recuerdan como una gran consejera y guía espiritual. El cineasta y autor del documental, Mike Call, la recuerda “como una piedra que una vez lanzada al estanque desencadena ondas que inspiraron innumerables vidas y generaciones de escaladores. Creo que no exagero cuando digo que Maria tuvo más que ver con el impulso de la escalada hacia la era moderna que cualquier otra persona que haya conocido. Sin embargo, lo que la convirtió en una de las personas más importantes que he tratado fue su capacidad para mirarte a los ojos, decir una sola cosa simple y poderosa, y cambiar tu vida”. Como nunca buscaba ser el centro de atención, a Mike Call le costó un mundo que Maria accediese a participar en el documental.

Maria Cranor escalando en California.
Maria Cranor escalando en California.Randy Vogel

Al cumplir los 50, Maria Cranor decidió estudiar la carrera de física. No sabía nada de matemáticas ni de álgebra, carencia que suplió estudiando 16 horas al día, según su propio testimonio. Sus últimos años de vida laboral los desempeñó dando clases en la facultad de física de la Universidad de Utah. Pero nunca se desentendió de la escena de la escalada, y cuando hablaba de Black Diamond siempre lo hacía en plural, como si no fuese capaz de quitarse el traje de escaladora y empresaria con el que demostró a los hombres que no tenía sentido que se diesen tanta importancia.

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