Chamba, el ciclista de Mongolia que se deja conquistar por Europa en O Gran Camiño
El corredor de Ulán Bator disputa el sprint de la primera etapa de la carrera gallega en Matosinhos, donde se impone el danés Magnus Cort Nielsen
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La falta de grandes figuras permite que O Gran Camiño se convierta en una oportunidad para recordar que hay muchos ciclismos, que también los proletarios pedalean, y emocionan. Y, tristemente también, para concluir, que la lucha de clases en el ciclismo es una ilusión. Ganó la primera etapa, en la playa de Matosinhos, un arenal vecino al gran puerto de Oporto, Magnus Cort Nielsen, un danés tan famoso por su bigote rubísimo que se tiñe de oscuro en el Tour como por sus victorias importantes, velocísimo, en Vuelta (seis), Tour (dos) y Giro.
Arropándolo, un pelotón variopinto.
La ironía, y la sonrisa de superioridad, es inevitable oyendo a Jambaljamts Sainbayar (“resuma, llámeme Chamba”, pide) dar gracias al destino por permitirle ser no solo ciclista profesional sino serlo, además, en un equipo español, en el Burgos Burpellet, nada menos, Tampoco su cuerpo menudo (1,71m, 60 kilos) y su sonrisa permanente permiten, de todas maneras asociar su figura a la imagen que desde niños las grandes novelas y algunas películas han creado de los mongoles, los feroces guerreros conquistadores a los que Gengis Khan, gran cabeza de Omar Sharif, llevó en el siglo XIV a las puertas de Occidente, y descuartizaban a sus prisioneros atando cada una de sus extremidades, dos brazos, dos piernas, a un caballo y azuzando a las bestias en direcciones opuestas, y con sus cabezas jugaban al polo. “Pero estoy orgulloso de la cultura de Mongolia, y de sus leyendas”, precisa Chamba en magnífico inglés, dulce conquistador en bicicleta que nació hace 28 años en la capital, Ulán Bator (héroe rojo, toponimia que data de la dominación soviética), la capital más fría del mundo: -15 grados centígrados de media de las máximas en febrero. “Desde niño me gustaba montar en bicicleta y empecé en el instituto de deportes, donde teníamos un entrenador de ciclismo que se había formado en Rusia. Y soy el primer ciclista profesional de Mongolia”.
Chamba se convirtió, en cuatro temporadas en uno de los más destacados corredores del circuito asiático. Corrió en equipos ucranios, malasios y taiwaneses, y ganó el Tour de Tailandia, el campeonato nacional mongol (11 ciclistas en el pelotón) y etapas en diferentes pruebas dotadas con valiosos puntos UCI. Una mina de oro para equipos europeos que buscan corredores con una buena bolsa de puntos que les permitan sobrevivir en la clasificación de la liga. Un bombón para el Burgos, que lo fichó para la temporada 2024. “Con el equipo hacemos la campaña asiática y nos dimos cuenta de que Chamba era el corredor más regular y que tenía muchos puntos en Asia, una buena inversión. Y por eso le cogimos, sin más”, dice Julio Andrés Izquierdo, el máximo responsable del equipo español de segunda división. “Por Asia se movía muy bien, pero aquí le cuesta. El primer año le costó un poco adaptarse, y más porque le hicimos debutar en el WorldTour en la Volta a Catalunya… Pero este año ya se está entonando”.
El campeón mongol no es el único ciclista exótico en el equipo de la austera capital castellana. En O gran Camiño también hay un neozelandés (Josh Burnett), el campeón de Uruguay (Eric Fagúndez) y el campeón de Guatemala (Sergio Chumil). A todos ellos, como a Chamba, les aloja el equipo en un hotel de la ciudad.
Chamba se define como corredor completo, escalador para subidas de no más de 10 o 20 minutos y no mal contrarrelojista, y también esprinta. “Soy lo que me ha hecho la geografía de Mongolia, un gran país, aunque la mayoría vivamos en Ulán Bator, la estepa, grandes llanuras a 1.500 metros de altitud, y siempre mucho viento, y mucho frío”, explica. “Toda mi familia vive en Mongolia, pero yo ya empecé a salir del país a los 15 años. Hace tanto frío que apenas puedo entrenar y como mucho paso dos meses al año allí. El resto estoy en España o entrenando por el sur de Asia, en China o en Tailandia, donde hace siempre calor”.
Por la refinería hacia la playa de Leça, y la piscina natural de Siza Vieira, llega a Matonsinhos con el pelotón Chamba. Disputa el sprint y es 14º. Mejor el mongol de morado que Urko Berrade, el favorito del Kern, que pincha y pierde un minuto. “No pararé hasta conseguir mis objetivos”, dice Chamba, una presencia no tan exótica en el pelotón proletario. “Participaré en una gran vuelta”. Un par de minutos después de su victoria fácil ante el colombiano de Porriño Santiago Mesa, detrás de la valla, sobre las rocas del chorro de Sardoal, el ganador danés da un largo trago a una botella de batido recuperador, se dobla por la cintura y vomita. Todos, hasta los campeones, en el fondo, son proletarios del pedal.
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