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O Gran Camiño da a luz a O Gran Jonas Vingegaard

Como el año pasado, y en unas condiciones meteorológicas también horrendas para el ciclismo, el corredor danés gana todas las etapas de la carrera gallega

Carlos Arribas
Jonas Vingegaard
Vingegaard ataca en el Monte Aloia bajo el diluvio seguido por Lenny Martínez.Luis Angel Gomez / SprintCycling (EFE/ SprintCycling)

Viento que arranca antenas y derriba árboles; lluvia que cae en trombas y Jonas Vingegaard, que en la Galicia caníbal devora todo y gana todas las etapas que contaban para la general, las tres últimas, como el año pasado cuando el frío helador y la nieve, y hace que O Gran Camiño se transforme again en O Gran Jonas Vingegaard, como si entre la Galicia mágica de montes oscuros y romerías tan religiosas que parecen paganas y el danés que gana todo lo que corre, incluidos los dos últimos, se hubiera trabado una complicidad místico-meteorológica más fuerte que cualquier vínculo. Amor le dicen a la relación los periodistas, amor de Vingegaard con una carrera que aviva como ninguna las raíces legendarias del ciclismo.

También amor del ciclista a su oficio de campeón que le obliga a intentar ganar siempre, como obliga a todos los mejores de esta década extraordinaria. Los mejores de antes, de hasta hace 20 años solamente, los que se fijaban un solo objetivo al año, decían que las primeras carreras del año solo servían para entrenar con dorsal. Los de ahora se entrenan como si disputaran una carrera y disputan cada carrera como si fuera la última de su vida, a muerte. “Me gusta ganar”, dice sencillamente Vingegaard, tres días de competición en 2024, tres victorias (la contrarreloj del primer día no cuenta, ya que por el viento se disputó sin cabras, como un paseo), y hace eco a otro de los campeones de la década, Remco Evenepoel, que ganó la primera carrera del año, la clásica de Figueira en Portugal y la general de la Volta al Algarve a continuación, guiado por Mikel Landa en su Soudal, magnífico sherpa en las montañas a sus años. O Wout van Aert, quien tras ganar una etapa en el Algarve quedó segundo en la primera gran clásica, el sábado, la Het Volk, y primero ayer en la Kuurne. Y o mismo dirán cuando debuten los otros tres jinetes de la apoteosis, como decían de una collera de rejoneadores antaño: Tadej Pogacar lo hará el próximo sábado en las Strade Bianche; Primoz Roglic, el domingo en la París-Niza, y Mathieu van der Poel lo hará el sábado 16 directamente en la Milán-San Remo. Para entonces Vingegaard ya habrá disputado la Tirreno-Adriático, su segunda estación camino del Tour.

Algunos hablan de ciclistas sin alma ni estados de ánimo, verdaderas máquinas de guerra programadas para ganar sin compasión, y así lo parece Vingegaard, que las tres etapas que ganó, las que seguían los caminos de Lugo, Ourense y Pontevedra, las disputó como si fueran clásicas, él, un hombre de carreras por etapas que lleva dos años sin correr una clásica de un día. Las tres las ganó atacando lejos, cuando la carretera se empinaba, y cuando se iba, nadie le podía seguir, ni siquiera grandísimos escaladores, ni Egan Bernal redivivo, ni Richard Carapaz, que disputó el Tour de 2021 de tú a tú con el danés, ni el brillante Lenny Martínez. El prometedor jacetano Pablo Castrillo iba en fuga camino de Ribadavia el sábado y cuando vio acercarse por detrás al danés esprintó para coger su rueda cuando le adelantó, y fue feliz porque pudo aguantar su vatios desmesurados unos cuantos kilómetros.

“Ha sido tremendo”, dijo Vingegaard después de ganar el domingo una etapa acortada por el temporal en la cima del monte Aloia, donde la romería de San Xulián, y si no hubiera nubes desde allí habrían visto las islas Cíes, el monte de Santa Tecla en Guarda, ya en Portugal, y el Miño haciendo frontera ahí abajo. Pero lo que vieron fue la fuerza de la naturaleza incontrolable. “Los árboles se doblaban sobre la carretera, parecía que se podían caer en el asfalto en cualquier momento, tan fuerte era el viento”, dijo Vingegaard, uno que sabe bien lo que es el viento, y lo goza, y en las carreteras de su Jutlandia abiertas a todos los temporales peleaba a diario contra el viento, y así se hizo escalador y contrarrelojista a la vez, porque pedalear en llano con el viento en contra es más duro que subir el Tourmalet.

“¿Volverás en 2025?”, le preguntan a los periodistas a Vingegaard, que desde que llegó a Galicia, el miércoles, no para de repetir lo mucho que le gustan la tierra, la gente, el ambiente, la carrera tan moderna. Y Vingegaard sonríe casi con dulzura, como nunca lo podría hacer una máquina, y responde con buen humor. “Podría volver, claro, lo tendremos que estudiar. Pero antes estudiaré bien las previsiones meteorológicas…”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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