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Jonas Vingegaard y el gran salto adelante de O Gran Camiño ciclista

Como en 2023 Jonas Vingegaard arranca el año en la carrera gallega, en la que le desafiarán hasta el domingo Gaudu, Carapaz y Carlos Rodríguez

Jonas Vingegaard
Jonas Vingegaard, ayer, el A Coruña, ante un póster de la Torre de Hércules.Iraia Calvo
Carlos Arribas

Todos los caminos conducen a Roma, dice el dicho, y Ezequiel Mosquera, que es gallego y organiza O Gran Camiño, una carrera ciclista que gira siempre en torno a Santiago, lo corrige. “Todos los caminos vienen de París, como los niños y sus cigüeñas”, dice. “O de Roma, incluso”. Más aún, podrían añadir, hasta vienen de Copenhague, y luego hablar de Jonas Vingegaard, el danés que ganó los dos últimos Tours, y también el último O Gran Camiño, heladas, nieve, lluvia y viento en Galicia en febrero de 2023, y le gustó tanto la experiencia, la gozó realmente, que el domingo, después de ganar la última etapa, una contrarreloj, en la plaza del Obradoiro prometió: “El año que viene volveré”.

Hombre de palabra, Vingegaard volvió, y no volvió solo. Siguiendo su rastro, y la idea de que para llegar a París de amarillo hay que desviarse por Santiago, y su palabra seria, otros grandes ciclistas se inscribieron en la carrera gallega, cuatro etapas, una en cada provincia, y se medirán con él a partir de hoy, en la contrarreloj que pasando por la Torre de Hércules, y ascendiendo hasta el faro, recorre durante 14,8 kilómetros A Coruña. A su espalda el monte de San Pedro en Visma, y el nombre, que no tiene nada que ver, coincide con el del patrocinador que ha sustituido a Jumbo en el maillot del danés. Otro guiño gallego, por si hacía falta, para el ganador del Tour.

Contra Vingegaard ya en febrero algunos de sus enemigos más duros en el Tour de julio: los Ineos, con Carlos Rodríguez, el español del que tanto se espera en el Tour, y Egan Bernal; los EF de Richard Carapaz, tan en forma ya en el Tour Colombia, y Rigo Urán, en su gira de despedida, y los Groupama de David Gaudu, la última gran esperanza francesa, y el bullicioso escalador Lenny Martínez.

“He pasado un invierno muy bueno”, dice Vingegaard en A Coruña, quien ha cambiado su ficha en los registros federativos, y es ahora Vingegaard Hansen, para añadir al suyo el apellido de Trine, su esposa y madre de su hija, Frida, y, extrañamente en él, sonríe. “He estado tres semanas concentrado en altura, en el Teide, vengo en plena forma y estoy feliz de volver aquí, mi primera carrera del año. Me lo pasé muy bien el año pasado, todos los recuerdos son buenos [ganó todas las etapas: la competencia no era tan fuerte], pese a la nieve y el frío, y espero terminar la carrera lleno de buenos momentos otra vez. Anuncian viento, y es mi elemento. Y está tan bien organizada…”

Para la afición, 2024 será un año rácano en cuanto a cruces de los mejores en las carreras se refiere. Antes del Tour Vingegaard y Tadej Pogacar, ganador también de dos Tours, y segundo tras el danés los dos últimos años, no se encontrarán en ninguna carrera. El esloveno, que correrá el Giro por primera vez, no se encontrará con nadie, mientras Vingegaard sí que se cruzará con Primoz Roglic y Remco Evenepoel solo en la Vuelta al País Vasco, en abril, y en la Dauphiné, en junio. “Será curioso tener a Roglic de rival”, dice Vingegaard, cuya última carrera en 2023 fue una Vuelta en la que dominaron totalmente sus Jumbo, él, Kuss y Roglic. “Hemos estado cinco años en el mismo equipo, y siempre muy unidos. Ahora nos tocará pelear entre nosotros por la victoria”.

Con Vingegaard como locomotora, la carrera, que cumple solo tres años, ha dado un gran salto, tal como quería Mosquera, que como organizador es tan ambicioso, imaginativo y audaz como lo era cuando ciclista, y le mueve un cierto sentido y necesidad de trascendencia, y le preocupa tanto encontrar recorridos atractivos y con peso en las tradiciones y la cultura gallegas –este año, la última etapa termina en el monte Aloia, junto a Tui, y el Miño abajo, y Portugal, y la memoria de la antigua Volta a Galiza, Pino, Marcos Serrano y otros héroes—, como en nuevas formas de transmisión televisiva, con drones y con información de temperaturas, vientos y demás al segundo y realidad virtual para las ascensiones a los puertos.

El primer año, recordaba Mosquera, más feliz aún que Vingegaard, fue el de Alejandro Valverde e Igor Arrieta, casi una prueba de andar por casa; el segundo, el del festival del Jumbo y el comienzo del atractivo internacional. “Este año hemos subido tres escalones de golpe en el camino del gran evento que queremos ser”, dice. “La sociología y la cultura del ciclismo han cambiado. Ya no es solo el deporte de los que querían dejar de ser pobres, ahora es de las clases acomodadas también. Su magia y su historia les han conquistado. Y nosotros tenemos la ambición de seguir creciendo, de ganar días, de ganar importancia”. Habla tan animado Mosquera, organizador independiente, ajeno a los emporios de ASO (Tour y Vuelta, y varias carreras más) y RCS (Giro y sus clásicas), que hasta se agobia un poco, vértigo, pensando en el crecimiento de su invento, que, aparte de la fidelidad del mejor ciclista del momento ha conseguido otro imposible, el patrocinio de Zara, que confeccionará los maillots de los mejores: es la primera incursión deportiva, más allá del gran premio de hípica, de la mayor textil del mundo, y gallega, que apoya la trayectoria de crecimiento trazada por Mosquera, “Habrá que estar a la altura: zona VIP, elementos publicitarios… Ufff”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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