Roglic acaricia su cuarta Vuelta a España a falta de la contrarreloj
Dunbar gana la etapa y el esloveno, presumiblemente, se coronará otra vez este domingo en un terreno en el que destaca sobre el resto de aspirantes. Si lo logra, empatará con Heras como el ciclista con más galardones
Érase una vez un ciclista que llegó a la Vuelta con una fractura en una vértebra, dolor contenido pero constante, sudores fríos cuando la carretera se empinaba. Era Primoz Roglic, triple ganador de la carrera, a pesar de los pesares el favorito. Eso siseaban con la boca pequeña todos los directores deportivos, que le veían como al ogro del certamen, al tiempo que desde el Bora, su equipo, lo admiraban como el príncipe que podía con los dragones. Al final, todos tuvieron razón, pues el esloveno, tras superar el Picón Blanco —el irlandés Dunbar se llevó el triunfo y Roglic acabó el tercero—, tiene hecho el cuarto laurel (galardón compartido con Roberto Heras, más que ningún otro), ahora que solo queda una contrarreloj y es el mejor, de lejos, de todos los aspirantes en esa suerte.
El cuento de Roglic comenzó torcido, ya que en el prólogo, allá en el Tour, se pegó un topetazo y se rompió la tercera vértebra lumbar. “A la Vuelta llegó sin recuperarse del todo”, confirmaba Patxi Vila, director deportivo del Bora, tras los primeros días de carrera; “la lesión está ahí y en los esfuerzos extremos lo nota. Pero le deja vivir. No es algo que le limite mucho, pero es muy doloroso. Sobre todo en los puertos duros, donde el ángulo de la espalda se cierra y hay que ir más fuerte”. Lo sufrió, más que nada, al principio, en esa etapa seis en la que Ben O’Connor puso la Vuelta patas arriba, casi cinco minutos de ventaja sobre el esloveno. Algo que, sin embargo, no puso nervioso a Roglic. “Nuestro planteamiento no cambió y Primoz nunca nos dijo que no quisiera seguir esa hoja de ruta”, cuenta Vila; “el plan era atacar donde sabíamos que podíamos hacer daño, en las etapas duras y con llegada en alto. Moviendo los peones bien e intentando hacer daño desde abajo”.
A pesar de las molestias, de que había días en que la espalda le explicaba que la carrera sería angustiosa, Roglic no perdió la compostura. Muchos masajes y tratamientos, aunque desde el Bora imperase la ley del silencio. “No podemos comentar los tratamientos individuales de nuestros ciclistas en el proceso de recuperación. Y más en un caso de larga duración como este”, resolvían desde el área de comunicación del equipo. Pero lo que sí descifraban era que el esloveno tiene una capacidad de recargar la energía como pocos. Y así lo demostró en la carretera. Subida a subida, Roglic fue argumentando su historia, ora un mordisco, ora un arañazo. “Aunque O’Connor se defendió mejor de lo que esperábamos”, concede Vila. Hasta que llegó el Alto de Moncalvillo, etapa 19, y el esloveno se puso el maillot rojo. “Un día en el que salió todo redondo”, apunta el director. Una estocada al dragón. Pero quedaba el Picón Blanco. Y, de nuevo, pasó el examen con nota.
Era la de este sábado una etapa de siete puertos. Perfil para que una escapada pudiera tener también su final feliz, más aún con guerrilleros como Castrillo, Soler, Vine o Tejada, cuatro de los 10 jinetes solitarios en la jornada. Aunque tras cinco riscos, quedaba lo más fuerte, el Puerto de Los Tornos, de primera categoría, y, por supuesto, el Picón Blanco, 7,9 kilómetros con una pendiente media de 9,1% y rampas escalofriantes del 18%.
El Bora sufrió como nunca —se rumoreó que habían cogido salmonelosis y desde el entorno del equipo confirmaron que algo había, que no estaban todos bien—, y nada más empezar la etapa perdió a dos corredores (Denz y Gamper), incapaces de seguir el ritmo habitual. Después fue Daniel Felipe, el mejor gregario, descolgado en el segundo puerto. Y, para hacer tiritar a Roglic, en el tercero se deshizo Vlasov. Hora de tirar para el resto de equipos, de hurgar en la herida, como el Soudal, que quería volver a poner a Landa en el mapa; o el Ineos, preocupado por que Carlos Rodríguez recuperara el maillot blanco —el mejor joven— que le sisó Skjelmose a última hora. No pudo ser.
El fuerte ritmo del pelotón era muy mala noticia para los fugados, por más que Vine, Soler, Castrillo, Frigo y Berthet retorcían al resto de escapados. Aunque Soler, quién si no, atacaba y atacaba, ocupado en mantener su maillot a lunares, momentos para recordar como en el Portillo de la Sía, donde un pasillo humano le alentaba y se abría a su paso. Tampoco pudo ser para él porque el premio se lo llevó su compañero Vine.
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Entre unos puertos preciosos, un auténtico delirio de belleza, lienzo verde, carreteras reviradas, el pelotón absorbió a los fugados durante la ascensión al Puerto de Los Tornos, momento en el que Landa trató de dinamitar la carrera con un ataque que solo pudieron seguir los más fuertes. Otra vez la historia ya contada, los mejores de los mejores. Y de eso no quería saber nada el landismo, ya que volvió al abordaje; ofensiva de fogueo, en cualquier caso. Todo se decidiría en el Picón Blanco, la última vez que el camino se empinaría en esta Vuelta.
A las faldas de la montaña, Sivakov estaba por delante con un minuto de ventaja. Insuficiente porque ahí fue el momento donde nuestro protagonista debía aguantar los arreones. Lo hizo Dunbar y nadie le siguió, héroe este sábado al cruzar primero la meta. Lo hizo Gaudu, que acabó por descomponerse en las rampas finales. Y lo hizo, valiente como nunca, Mas en un par de ocasiones. Pero Roglic aguantó el tipo, como también Carapaz, con más problemas O’Connor, que, en cualquier caso, sigue segundo en el cajón con nueve segundos de ventaja sobre Mas. Esa será la batalla de los actores de reparto.
Porque el principal, el príncipe o el ogro, el mejor de nuevo, el que no tiene rival en la contrarreloj, es el esloveno. Y en Madrid, Roglic y Bora serán felices y comerán perdices.
Una contrarreloj para acaba y decidir el podio
Desde el Distrito Telefónica a la Gran Vía, 24,6 kilómetros, se resolverá la Vuelta. Descontado el triunfo de Roglic, O’Connor, Mas y Carapaz lucharán por completar el podio.
Pelea Mas por el segundo cajón, ahora a 9s del australiano, confiado en repetir lo que hizo en la apertura del certamen, cuando en la crono en tierras portuguesas –entonces 12 kilómetros– se quedó a 39s del vencedor McNulty. Y tiene fe porque O’Connor se quedó a 52s, una brecha que le enviaría a la tercera plaza.
Más complicado lo tiene Carapaz, que se quedó a 40s en esa contrarreloj, pero que está a 49s de Mas y a 1m 2s de O’Connor en la general.
Batallas en la que no entrarán los otros vencedores de la Vuelta, pues Groves será el maillot verde tras imponerse en tres etapas (y tras el adiós de Van Aert por caída); Vine será el de lunares al vencer por dos puntos a su compañero Soler; Skjelmose será el blanco, el mejor joven; y el UAE se coronará como el mejor equipo.
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