Pogacar hace lo que quiere en la Volta Catalunya, gana en Vallter y se pone líder
El ciclista de UAE, que se lo pasa pipa en la etapa con ataques preventivos, da el hachazo en la llegada en alto de la segunda etapa y distancia en 1m 35s al segundo, Mikel Landa
Juguetón o tirano, travieso o zar. Tadej o Pogacar. Da igual la versión que enseñe el esloveno, ciclista muy por encima del resto en casi cualquier competición por etapas con el permiso de Vingegaard, el otro rey león, acaso también de los príncipes Roglic y Evenepoel. Pero ninguno de ellos está en Cataluña y acabada la segunda jornada ya no hay tutía, pues la Volta es suya. Fue en el muro de Vallter, montaña abrigada con nieve de carretera retorcidas y curvas reviradas, rampas empinadas a más no poder, donde dio la estocada, una arrancada sin eco, un triunfo sin remisión. “Ha sido una etapa en condiciones difíciles. La subida ha sido muy dura, quizá por la altitud me ha costado un poco más…”, resolvió Pogacar tras cruzar la meta. Al resto, sin embargo, les costó mucho más.
Riadas de ciclistas ocasionales, colegios que se tomaban una mañana de asueto y un sinfín de aficionados inundaron de color las calles de Mataró, todos deseosos de ver de cerca a los titanes sobre dos ruedas y manillar. Mikel Landa siempre en las oraciones de todos, Sepp Kuss y su sonrisa que no falte, aunque ninguno con más flashes y atención que Tadej Pogacar, que se paró ante los medios con un mensaje diáfano. “Espero que Israel-Premier Tech honre el maillot de líder y controle la carrera”, solicitó en lo que pareció un mensaje que entremezclaba advertencia y socorro, pues sus compañeros del UAE se desgastaron en la etapa anterior y lo acusaron en la línea de meta, pues no pudieron escoltar a Pogacar al triunfo, por más que el esloveno arrancara como un avión. Lo hizo tarde, error de cálculo, segundo puesto, poco para él. No volvería a pasar lo mismo…
Sucedió que Israel sí se tomó el liderato con responsabilidad, tarea compartida en cualquier caso con el UAE, el equipo que se sabe el más fuerte, toda vez que tiró con denuedo cuando vieron que la fuga cuajaba con vigor, generosos siete minutos. Quedaba trabajo de zapa y remo, pero antes pasó lo inesperado, un ataque que sembró el desconcierto y aceleró los pulsos. Resulta que Pogacar arrancó a 160 kilómetros de meta escoltado por su compañero Novak y nadie les puso freno, al punto que llegaron a disfrutar de un minuto de diferencia. 10 kilómetros más tarde, sin embargo, fueron absorbidos por el pelotón y se dispararon las teorías, pues un coche de la organización le vio salir de una cañada antes de volver a subirse a la bici, como si hubiera ido al servicio. Tesis que ganó peso porque su compañero Jay Vine se apeó de la Volta por problemas estomacales. La realidad era otra. Pogacar atacó porque le vino en gana, porque quería remover el avispero. “Ha sido un momento muy divertido”, aclaró después.
Mientras, la idea tan romántica como homérica de los escapados -Janssens (Alpecin), Colleoni (Intermarché), Samuel Fernández (Caja Rural), Sainbayar (Burgos), Xabier Isasa (Euskaltel) y Álex Jaime (Kern Pharma), que quería dar una alegría a su gente ya que pasaba por su casa, en Sarrià del Ter- no quería llegar a su fin, y Janssens y Samuel Fernández trataron de correr al abordaje ya en el Coll De Coubet, puerto de primera categoría. Adiós a la orografía amable y bienvenidas las escarpadas carreteras secundarias entre pueblos de la Girona profunda; recodos de la alta burguesía catalana para estar cerca de las pistas de esquí; paisajes verdes atiborrados de pinos; frescos Pirineos; terreno para excursionistas como los que se veían en la cuneta, incluso uno con la antigualla de un cazamariposas; tierra de buenos embutidos como el fuet y mejores prados. También lugar de lluvia, puesto que cayó de lo lindo y por momentos fue granizo -chubasqueros y lamentos de los ciclistas-; hacienda al fin y al cabo de Pogacar, que volvió a hacer una de sus jugarretas.
En la bajada no sprintó pero inclinó el cuerpo hacia delante, despreocupado por los riesgos o patinazos, por las curvas cerradas. Suficiente para abrir una pequeña brecha. Cuando la moto llegó a su lado, descorchó una sonrisa propia de Daniel el Travieso, de niño pequeño, de esos que se lo pasan pipa con las trastadas. Era un aviso, un aquí estoy yo, Pogacar para todos. “Me sentía a gusto y cómodo; he ido a mi ritmo”, convino ya con el maillot franjiverde de líder. Luego aguardó y, esta vez sí, UAE empezó a tirar por más que la lluvia arreciara, un manto denso de agua que incluso dificultaba ver unos metros más adelante, cortinas de lo más incómodas.
Quedaban 11,4 kilómetros por las rampas a Vallter, hors catégorie [categoría especial con un 7,6% de desnivel medio y tramos de 18%], 1m18s de ventaja para Janssens. Nada para la pedalada del UAE, que a falta de ocho ya le había dado caza. Era momento para la épica, lluvia y niebla pertinaz, ahora Almeida como gregario, señal de la jerarquía de Pogacar, ritmo abrasador porque solo nueve pudieron seguir su estela. Era la hora de Tadej, que a falta de 6,5 kilómetros quemó rueda, arrancada que descolgó hasta su sombra, un mazazo sin igual. Por detrás aguantaba el chaparrón -en este caso doble por lo que caía del cielo- el grupeto de ocho hasta que Landa también dijo la suya, hachazos con sabor a ciclismo clásico, perseguido por Lenny Martínez (FDJ) y Vlasov (Bora), también por Almeida, Harper (Jayco) y Bernal (Ineos), sin noticias de los Visma-Lease, fracaso estrepitoso el suyo. Pero eso poco le importaba a Pogacar que de tan fuerte que iba no le siguieron ni las motos con las cámaras de producción, que llegó a meta con los brazos abiertos, golpes suaves en el pecho, resoplidos entrecortados pero sin grandes aspavientos, como si su exhibición fuera coser y cantar, la vida es bella. Por detrás Landa, gigante de nuevo, único en aguantar el tipo -segundo en la general a 1m35s-, toda vez que los otros candidatos al laurel se inmolaron. Como Kuss, Mas y Bernal, ya a más de dos minutos. Es la tiranía de Pogacar, el travieso, el emperador.
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