Fundado optimismo
La lógica y los números apuntan hacia el favoritismo del Real Madrid, pero la Euroliga es muy puñetera
En un estado de felicidad como el que vive el universo madridista, cuesta trabajo imaginar el final de la fiesta. El equipo futbolero vive un presente luminoso y un futuro que se intuye deslumbrante. El baloncesto, por su parte, también goza de una excelente salud. Actuales campeones de la Euroliga, han dominado la temporada regular hasta batir el récord de victorias, laminaron al Baskonia en el playoff de cuartos de final y llegan a Berlín en perfecto estado de revista y con la baja de Gaby Deck como única sombra. Incluso en esta mala noticia, los más supersticiosos podrán ver una nota positiva, pues hace un año también cayó lesionado por estas fechas y el Real Madrid terminó levantando la copa tras un lanzamiento histórico (otro más) de Sergio Llull. Será la novena presencia en las últimas 11 ediciones, lo que habla de un excelente trabajo realizado en la pista y los despachos, y que ha permitido mantener durante más de una década la máxima competitividad.
En comparación con el camino recorrido la temporada pasada, muy convulso con el inicio de la era pos-Pablo Laso, las dudas tras la derrota en la Copa, la multitudinaria pelea en el Palacio frente al Partizán y la posterior hazaña al remontar un 0-2 para terminar tirando de épica hasta alzarse con el título, este curso ha sido una balsa de aceite. Finiquitado el debate sobre la idoneidad de Chus Mateo, la vuelta de Campazzo ha terminado de apuntalar un equipo que ya era tremendamente sólido, haciendo desaparecer la indefinición de minutos y roles en el puesto de base, por donde circulaban Williams Goss, Hanga y los dos Sergios y que era una de las pocas debilidades que sufría. Con el MVP de la Liga al mando y el Chacho para cualquier contingencia, por extrema que sea, el Madrid está siempre bien dirigido en pista, lo que tiene un valor incalculable, sobre todo en el territorio de definición.
Si la pareja de bases resulta excelente, qué decir del tándem que forman Tavares, el coco del baloncesto europeo, y Poirier, que se encuentra en el mejor momento de su carrera. Entre bajitos y pívots, percuten el trío la la la formado por Musa, Yabusele y Hezonja, tan poderosos como complementarios. Y para mantener la cuota hispánica y las esencias de la marca Real Madrid, ahí están Rudy Fernández y el mejor Sergio Llull de los últimos tiempos, veterana pareja de incuestionable ascendencia sobre el colectivo. Todo un arsenal de talento, físico y experiencia que llega a esta señalada cita fino, fresco y confiado.
No es de extrañar, por tanto, que la lógica y los números apunten hacia su favoritismo, pero esta competición es muy puñetera ya que toca todos los palos (Liga regular, playoff y final a cuatro) y obliga a ratificar lo realizado durante ocho meses en un fin de semana imprevisible y lleno de trampas. La primera, la que va a ofrecer Olympiacos, reciente verdugo del Barcelona y molesto como un dolor de muelas. En el posible futuro, Fenerbahce o Panathinaikos. Adversarios clásicos de un baloncesto europeo que hoy en día tiene al Madrid como su primer referente. Ha llegado el momento de corroborar este fundado optimismo.
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