La magia de Ricky Rubio: una huella especial en la NBA
Sergio Scariolo y José Manuel Calderón destacan el recuerdo que deja el base español en EEUU, como jugador y como persona, por su generosidad y su lectura del juego
El largo camino de Ricky Rubio en la NBA ha funcionado como un perfecto espejo de su carrera. Con sus luces y sus sombras. El anuncio el pasado jueves de la rescisión de su contrato con los Cleveland Cavaliers y el fin definitivo de una trayectoria de más de 12 años en la liga estadounidense permiten revivir una etapa de buenos y malos momentos. Ricky dice adiós a la NBA a los 33 años después de competir en cuatro equipos (Minnesota, Utah, Phoenix y Cleveland) y como el quinto español con más encuentros en la meca del baloncesto: 712 entre la temporada regular y las eliminatorias por el título, aunque solo 14 de ellos en los playoffs (11 con Utah y tres con Cleveland). Pau Gasol con 1.362 partidos, Serge Ibaka con 1.071, Marc Gasol con 990 y José Manuel Calderón con 935 superan al base de El Masnou (Barcelona) en este ilustre listado. Ricky luce también como el autor de 5.248 asistencias, un apartado en el que figuró siete temporadas entre los 20 mejores de la competición, y se coronó como el jugador con más robos de balón por encuentro en tres campañas: 2012-13, 13-14 y 15-16.
Tras el brillo de estas estadística aparece un jugador visionario para el pase, solidario en el juego, el perfecto representante del baloncesto colectivo que ha encumbrado a la selección española, explosivo en su plenitud física y mejorado en el tiro, uno de los aspectos en los que más ha trabajado en su carrera para alcanzar la condición de jugador completo. José Manuel Calderón, otro referente en el combinado nacional y también protagonista de una larga carrera en la NBA, destaca para EL PAÍS las virtudes de Rubio desde la posición compartida del director de juego: “Ricky deja una muy buena huella en la NBA, como jugador y como persona. En la liga estadounidense ha destacado como un jugador con una magia especial para hacer mejor a sus compañeros. Ricky leía el juego como pocos”, cuenta Calderón desde Cleveland, donde ejerce de asesor de los Cavaliers, cargo desde el que fue una pieza importante para el fichaje de Rubio por la franquicia.
En el banquillo, pocos como Sergio Scariolo conocen al base catalán. El preparador italiano, ganador del anillo de la NBA en 2019 como asistente en los Toronto Raptors, palpó desde cerca el valor de Rubio en Estados Unidos y le ha tutelado como seleccionador en la etapa más gloriosa del equipo español. “Ricky ha sido un jugador extremadamente respetado en la NBA. Se le apreciaba el conocimiento del juego, el instinto. En esto era especial, diferente, a nivel de baloncesto FIBA e incluso más en la NBA, con esa capacidad de ver el juego, la toma de decisiones, el altruismo extremo en una liga egoísta”, analiza Scariolo para este periódico. “Era especial por eso y luego por su ser como persona, su positividad, su preocupación constante por los demás que puede ser una de las razones que le hayan pasado factura, el preocuparse tanto por los otros. Ricky, además, nunca ha sido un gran anotador en la NBA y en una liga donde se magnifica al anotador puro, que él tenga ese aprecio general tiene mucho mérito”, añade el entrenador.
Ricky fue elegido en quinta posición por Minnesota en el draft de 2009, tras Blake Griffin (Clippers), Hasheem Thabeet (Memphis), James Harden (Oklahoma) y Tyreke Evans (Sacramento Kings), aunque cambió el Joventut por el Barcelona y fue campeón de la Euroliga en 2010 antes de cruzar el charco el verano siguiente. Pronto empezó a sufrir la otra cara del deporte, una rotura del ligamento cruzado de la rodilla izquierda en un choque con Kobe Bryant en 2012. Luego llegaría una operación de tobillo, y esa espiral de incertidumbre que padecen los jugadores en la NBA al ser usados a menudo como monedas de cambio sin ser apenas dueños de su destino. Ricky lo vivió en sus carnes cuando en 2020 fue enviado fugazmente de Phoenix a Oklahoma antes de recalar de nuevo en Minnesota. Todo en un visto y no visto por el que levantó la voz. “Al firmar un contrato aceptas las condiciones, pero hay formas y formas. Los jugadores somos unos privilegiados, pero los que se encargan de estas cosas tienen que entender que, además de jugadores, somos también personas. Ha sido una sorpresa, sobre todo por la comunicación que ha habido. Cuando empezaron los rumores sobre mi traspaso, llamé a mi gente y me dijeron que mi nombre no estaba sobre la mesa. No es plato de buen gusto que cuando estás involucrado en un proyecto, te dejas la piel y ves que vas funcionando, a la primera de cambio te tengas que ir”.
Así funcionaba el negocio y así lo aceptó Ricky, que ocho meses después, cuando estaba en la villa olímpica de Tokio concentrado con la selección española, fue actor de otro baile en el mercado, el que le mandó a Cleveland. Allí se rompió de nuevo la rodilla izquierda, en 2021, cuando disfrutaba del mejor momento de su carrera por rapidez, explosividad, inteligencia y madurez, coronado dos años antes como el MVP del Mundial conquistado en Pekín.
Las secuelas físicas han acompañado a las psicológicas: la muerte de su madre por cáncer y el problema de salud mental que le hizo dejar la selección el pasado verano y en cuya recuperación continúa inmerso. Ese momento lo vivió Scariolo como si se tratara de un hijo. “Fue un momento duro, un shock para mí, de gran emoción y tristeza, en que pensaba si podía haber hecho algo diferente”, cuenta Scariolo; “da igual lo que ganes, el éxito. El cerebro es un mecanismo que se puede gripar por razones que no nos enteramos. Ahora he intentado estar cerca de él, como persona y como amigo. Estamos ahí a su lado”.
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