En mi pueblo había alguien mejor
En La estrella y la memoria el escritor argentino Eduardo Berti ofrece un original relato sobre la tradición oral y los mitos locales


La memoria colectiva es una gran cinceladora de ídolos deportivos. Especialmente de aquellos de cuyas supuestas hazañas no hay más testigo que la tradición oral. Como si el realismo mágico se adueñara del ambiente, las historias del deportista en cuestión viajan en un boca a oreja constante que va añadiendo detalles a las anécdotas. Jugadas inverosímiles, goles de ensueño o frases para la historia se incorporan a una biografía que, en muchas ocasiones, tiene más que ver con los anhelos de quienes la comparten que con la realidad. Así, cada pueblo, por pequeño que sea, comparte con orgullo el relato de un futbolista que era mejor que Maradona, Pelé o Messi -incluso, a veces, que los tres juntos- pero que, o bien porque las circunstancias no lo acompañaron, o sencillamente porque no le dio la gana, desarrolló toda su carrera en el ámbito doméstico. Poca gente lo vio jugar. Tal vez por eso aquel tipo regateaba como nadie, marcaba goles con una facilidad asombrosa y era, también, una persona excepcional.
En La estrella y la memoria (Impedimenta) el escritor argentino Eduardo Berti cuenta la historia de Eliseo Alegre –“un talento sobrenatural que jamás piso un estadio de primera división y del que nunca hablaron los periódicos de Buenos Aires. Fue, para quienes lo vieron jugar, el mejor futbolista de todos los tiempos”-. Berti ofrece una narración original, dinámica y divertida, en la que familiares, amigos de la infancia, compañeros de equipo, rivales, periodistas e incluso el biógrafo de Alegre van añadiendo pinceladas a un lienzo en el que va emergiendo la enigmática figura del futbolista. Un chico con un don innato para algo que no le gustaba: el balompié. Que un día, con 17 años, marca dos goles para vencer a un rival histórico. Y entonces se convierte en leyenda. Y hace tantas cosas extraordinarias que los locutores terminan los partidos exhaustos, aunque todo el pueblo estuviera en el estadio y no hubiera nadie para quien narrar el partido por la radio. Una novela que se lee como un documental y en la que un trágico destino sobrevuela cada una de las imágenes creadas con palabras.
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