Summer McIntosh comienza la batalla del Mundial imponiéndose a Ledecky en 400m libre
La canadiense, la nadadora más expansiva desde la irrupción de Shane Gould en 1971, inicia su desafío de cinco oros en Singapur


Summer McIntosh clavó una placa imaginaria en la piscina del Centro Acuático de Singapur: hoy comienza una nueva era. La era McIntosh. El oro en 400 metros libre, una ejecución tan sublime que pareció fácil, inauguró el Mundial de natación en línea con estruendo. La canadiense obligó a la estadounidense Katie Ledecky a desfondarse y a la australiana Lani Pallister a gastar tanta energía en la persecución inicial que acabó cayéndose del podio.
Como si se diera un baño en el pantano, sin aparentar tensión, controlando a sus rivales por el rabilo de las gafas y ahorrando energía para las semifinales de 200m estilos que le esperaban 15 minutos más tarde, McIntosh tocó la última pared de la final de 400 en 3m 56,26s. Dos segundos más lenta que ella misma en los trials de Canadá, una marca estratosférica, en cualquier caso, que le habría dado el oro en los Juegos de París y que condenó a la china Bingjie al segundo puesto con 3m 58,21s, y a Ledecky al bronce con un 3m 58,49s que está lejos de su mejor tiempo de 3m 56,46s, registrado en los Juegos de Río, en 2016.
Cada día que pasa corre en su contra. La reina del fondo en la última década captó el mensaje: el próximo sábado en la final del 800m libre le espera una tortura en una prueba que no pierde desde 2012, cuando tenía 14 años.
McIntosh, diez años más joven que su gran adversaria (18 por 28), confirmó todas las previsiones. Venía de batir los récords mundiales de 200m y 400m estilos, y 400m y 800m libre, en la pasada primavera. Desde que se instaló en Antibes con el grupo del entrenador Fred Vergnoux, en enero pasado, sus prestaciones se habían revolucionado. La entrada en la piscina de Singapur no deja lugar a dudas. Dueña de un estilo libre portentoso por su eficacia, y gracias a un carácter frío que le permite navegar turbulencias sin desestabilizarse ni un centímetro, la canadiense reúne potencial para heredar el testigo abismal de Shane Gould, la leyenda de Australia que entre 1971 y 1972 batió todos los récords de nado libre desde los 100 a los 800 metros, y dominó las pruebas de estilos.
Cinco medallas, como Gould
Gould ganó cinco medallas en pruebas individuales en los Juegos de Múnich: oros en 200m y 400m libres, oro en 200m estilos, plata en 800m y bronce en 100m libre. Nadie en los últimos 60 años se aproximó a dominar un abanico más amplio de posibilidades que aquella adolescente australiana que resolvió dejar la natación en el apogeo de su rendimiento para retirarse a un rancho a criar ganado porque le agobiaba su condición de celebridad nacional y la atención pública que suscitaba.
Nadie más alcanzó la Cota Gould. McIntosh parece decidida a subir a la cima. Comenzando por los Mundiales de Singapur, en que se propone ganar cinco oros en 200m y 400m estilos, 400m libre y 800m libre, y 200m mariposa.

Katie Ledecky, que tiene 28 años, deberá hacer un sacrificio insólito para hacer frente a la gran amenaza de su reinado olímpico en el fondo. Los Juegos de Los Ángeles, donde tiene previsto retirarse en 2028, se prefiguran como el escenario de un duelo decisivo que comenzó a desarrollarse ayer en la sala de llamadas de Singapur. Solo faltaba la vigente campeona olímpica, Ariarne Titmus, para completar el podio de los Juegos de París, pero la australiana se ha tomado un año sabático. Quedaron la canadiense y la estadounidense, que se sentaron en la misma fila a la espera de la llamada, sin mirarse pero conscientes del vínculo invisible que las uniría en los próximos años.
Cicatriz
Ledecky salió con el gesto torcido, envuelta en un chaquetón oscuro. Parecía Darth Vader. Su contraparte, con el punto de ingenuidad de quien no sabe exactamente dónde se mete, se presentó en los poyetes con las uñas pintadas de dorado y rojo. Impasible. Descubrió su frente surcada por una vieja cicatriz, respiró hondo y se lanzó al agua con el temple del funcionario que cumple con el expediente.
Ledecky, famosa por cortar el agua como una tabla de surf, sin provocar burbujas apenas, ya no es la figura más acuadinámica del concurso. Emparejada con McIntosh se la ve más hundida, más esforzada, más contracturada a la hora de extender el brazo en su ataque de la lámina de agua. Escorada en la calle seis, McIntosh cortó el líquido como un cuchillo de madera, pegada a la superficie, se deslizó con una facilidad heredada en los genes y trabajada en sesiones interminables, desde su colegio en Florida hasta las piscinas de Antibes y Font Romeu en donde aguzó su técnica de reloj.
“Me encuentro en la mejor forma de mi vida”, dijo tras pasar por el podio. “El primer oro me inspira para lo que viene”.
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